El verano de 1840 la singular familia compuesta por Chopin, la escritora George Sand y los hijos de ésta, Solange y Maurice, no pudo repetir la ocurrencia del año anterior cuando armaron sus bártulos y partieron a gozar de tres meses de merecido descanso en la casa veraniega que la Sand mantenía en Nohant, a 200 km al sur de París. Esta vez no hubo presupuesto, pues la última obra de la incansable y prolífica escritora había resultado un fracaso, y no había cómo solventar la estadía de tres meses en la casa de verano, a cuatro mil francos el mes, sin contar los gastos de viaje.
El verano, en París
De modo que permanecieron en París. George Sand corrigiendo y reescribiendo, y Chopin, que ya había comenzado a habituarse a componer exclusivamente en Nohant, debió readecuar su rutina y ponerse a trabajar en París durante el verano. Por lo demás, durante esos meses no tenía alumnos. Y no obstante las desacostumbradas circunstancias, 1840 fue un año fecundo, un año de trabajo ininterrumpido en el número 16 de la Rue Pigalle. De esa fecha son, para muestra un botón y otro más, la Fantasía en Fa menor, y el sinuoso Vals en La bemol, opus 42, publicado ese mismo año, sin dedicatoria.
Vals en La bemol, opus 42
Robert Schumann, abierto admirador de Chopin y quien ya había hablado maravillas sobre el Estudio opus 25 N° 1, escribió acerca de este vals que "si alguna vez hubiese que bailarlo tendrían que hacerlo solo las condesas". No entendemos qué quiso decir realmente, acaso que requería una extrema elegancia hacerlo –un hombre de su tiempo. La superposición de un ritmo binario de la mano derecha y uno ternario de la izquierda en el tema principal, unido a la velocidad que aquí le imprime el pianista ruso Boris Berezovsky hacen la danza impracticable incluso para las condesas. Una coda brillantísima (2:37) pone punto final a la pequeña pieza rematada por vigorosas notas al unísono, en el registro bajo.
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