En 1829, a la edad de 37 años, y hasta ese momento el más exitoso compositor de óperas de toda Europa, Gioachino Rossini abandonó los escenarios y se retiró a Passy, su finca de los alrededores de París, para cultivar la tierra y perfeccionarse en su segunda pasión, la gastronomía.
Guillermo Tell fue su última ópera, de un total de 39 escritas en el increíble lapso de diecinueve años. Escrita en francés, la obra fue comisionada por la Opera de Paris, y estrenada en sus salones en agosto de 1829, aunque con algunos cortes pues su extensión original, de casi cinco horas, fue considerada excesiva para los gustos de la época... y para los nuestros, también.
La historia contada
Ambientada en el siglo XIII, la ópera Guillaume Tell está basada en poemas de Schiller y cuenta la historia de un patriota suizo, Tell por supuesto, que lucha contra las tropas austriacas que han conquistado su país. Es apresado junto a su hijo Jemmy y sometido al célebre desafío de apuntar con su arco y flechas a una manzana que se ha dispuesto sobre la cabeza de Jemmy. Guillaume dispara su flecha y atraviesa la manzana, dejando a su hijo indemne, pero comete el error de decirle a su captor que si hería a Jemmy, la próxima flecha iba dirigida a él. Es arrestado, pero logra escapar, encabezando luego una victoriosa revuelta contra el ejército austriaco.
Una obertura popular
En nuestros días, la ópera se representa poco, o casi nunca. Es más bien una rareza. Pero su obertura no lo es, en absoluto. Por el contrario, se ha convertido en una de las piezas más familiares al oído para el común de las personas, capaces de reconocerla de inmediato aunque no conozcan a su autor ni menos estén enterados de que pertenece a una ópera. La popular pieza ha corrido la suerte, la buena suerte, del Vals de Zwanilda, de Léo Delibes, o de la Danza de las Horas, de Ponchielli. Melodías que podemos tararear de inmediato, aun cuando los nombres de Ponchielli o Delibes no aparezcan en nuestros registros.
El llanero y la marcha de los soldados
Hemos escuchado la pieza en infinitos comerciales televisivos, variadas películas y hasta en el ascensor, pero su popularidad se debe, fundamentalmente, a la serie televisiva El Llanero Solitario, muy popular hace algunas décadas, desde donde comenzó a galopar por la historia de los spots publicitarios, siempre presente en persecuciones de toda índole.
La obertura completa dura aproximadamente doce minutos, y está conformada por cuatro secciones. La última de ellas, Finale, o Marcha de los soldados suizos, intenta representar (ya vemos lo bien que lo hizo) una carga de caballería, anunciada en el minuto 8:27 por cornos y trompetas.
Amigo visitante:
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Un placer siempre, como mi agradecimiento por tanta generosidad que mis gastados oídos siguen disfrutando.
ResponderEliminarSencillamente fabuloso. Qué placer leer de una forma tan agradable, lo que denota tanta cultura. Gracias
ResponderEliminarHola. Muchas gracias por tus palabras. Saludos.
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