martes, 12 de septiembre de 2023

Beethoven, y sus divinos movimientos lentos – Parte II

Una segunda y breve selección

Como era de esperarse, si nos esmeramos en seleccionar por su belleza algunos movimientos lentos de Beethoven, elegir cuatro de ellos será penosamente mezquino.
Por ello, estamos hoy elaborando una nueva muestra, que esta vez comprende dos sonatas (situadas en las antípodas), una sinfonía, y... una ópera!
En todas ellas está presente ese otro mundo de Beethoven, aquel íntimo y a veces desgarrador universo creativo, del que supo, sin embargo, extraer belleza. 
Agradezco todas las sugerencias recibidas. Y cumplo con ellas.

Comenzamos con una obra maestra.


Sinfonía No 7 en La mayor, Opus 92 Allegretto (1811 - 1812)
El estreno tuvo lugar en Viena, el 8 de diciembre de 1813, con gran éxito. Hacía cinco años que Beethoven no ofrecía una nueva sinfonía al público vienés. Por ello, fue recibida con gran entusiasmo. Pocos días después se realizó una nueva función, y al igual que en el estreno, a requerimiento del público hubo de repetirse el famoso Allegretto, el segundo de sus cuatro movimientos,
Su popularidad obedece en gran parte a su simplicidad. Descansa sobre una idea rítmica sencilla: una sucesión de notas negras con dos corcheas, que se oyen repetidamente (un ostinato). Todo ello da cauce a una melodía de corte schubertiano, según elucubran los estudiosos.

Gustavo Dudamel conduce la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, de Venezuela. 



Sonata No 29 en Si ♭ Mayor, Op 106, llamada "Hammerklavier" - Adagio sostenuto
(1817 - 1818)
Su título popular, que la obra comparte con la sonata precedente, es simplemente la palabra alemana para "pianoforte". Beethoven quería agradecer así el obsequio del constructor inglés de pianos Broadwood, quien le había hecho llegar un piano moderno, de cuerdas percutidas. Es para ese piano moderno que está escrita la sonata: Große Sonate für das Hammerklavier, su título completo.
El adagio (el tercer movimiento –y no el segundo– de los cuatro) es uno de los movimientos lentos más extensos de toda la literatura pianística, con alrededor de veinte minutos, y uno de los más dramáticos escritos por Beethoven: appassionato e con molto sentimento, anotó el maestro, con fruición.




Fidelio, ópera en dos actos, Op 72 - Cuarteto (1814, la 3a versión)
Esta pieza constituyó para mí toda una sorpresa. Y espero que también lo sea para nuestros lectores.
Como se sabe, Fidelio es la única ópera que escribió el maestro, quizá porque la consumación de ésta le costó sangre, sudor y lágrimas. Escribió tres versiones, y otras tantas para la obertura (las conocidas "Leonoras").
La obra está inspirada en la pieza teatral "Leonora o el amor conyugal", de Jean N. Bouilli, que cuenta la historia de Leonora quien, en su empeño por rescatar a su marido –prisionero político– de una prisión española del siglo XVII, entra a trabajar en ella disfrazada de hombre, como un tal Fidelio.

El guardián de la prisión, Rocco, tiene una hija Marcelina y un ayudante, Jaquino, ambos comprometidos. Todo se complica cuando Marcelina se enamora de... Fidelio.
El Cuarteto pertenece al acto I. Marcelina, Fidelio, Rocco y Jaquino cantan sobre el amor de Marcelina por Fidelio (Mir ist so wunderbar – "Un maravilloso sentimiento me llena")

Dos sopranos, bajo y tenor, son acompañados por la Filarmónica de Israel, dirigida por Zubin Mehta.


Sonata No 3 en Do Mayor - Op.2 No. 3 - Adagio (1794)
Es la tercera sonata para piano escrita por Beethoven, del total de 32. Pero es también la tercera del Opus 2. ¿Cómo puede ser esto? Muy simple. El maestro comenzó a numerar sus opus a partir del segundo.
Y bueno. Luego de instalarse definitivamente en Viena en 1792, Beethoven tomó clases de composición con el maestro Franz Joseph Haydn, entonces una celebridad de sesenta años con sede en Londres, quien de tanto en tanto se aparecía por la capital del imperio de los Habsburgo, para dictar clases. Pero no se llevaron bien, y al cabo de dos años Beethoven abandonó a su maestro, aunque le dedicó su primer Opus, aquel que lleva el número 2.

Sorprendente en su simpleza, el Adagio de esta tercera sonata es uno de los movimientos lentos más bellos de Beethoven. Aquí, el maestro ha tomado prestado material proveniente de un trabajo de juventud, el Cuarteto con piano N° 3, y lo ha transformado en otra pequeña joya, de esas que a mí me encantan.

La versión es del pianista canadiense Joel Hastings.

miércoles, 6 de septiembre de 2023

Beethoven, y sus divinos movimientos lentos – Parte I

Breve selección

Sabemos que Beethoven tenía un carácter difícil, condición que se acentuó con su sordera, que comenzó a fastidiarlo cuando recién pasaba los treinta años. Vivirá hasta los 57, componiendo sus últimas obras en condiciones de sordera total. Por ello mismo, quizá, su fama y reconocimiento mundial descansan en la grandiosidad presente en la obra de un músico sordo, que se empeñó en dejar a la humanidad un legado esplendoroso en condiciones adversas.

Pero también existe el Beethoven íntimo, aquel que entregó su alma y corazón en los divinos, sublimes, movimientos lentos de algunas de sus obras.
Hoy, presentamos aquí una breve selección de adagios, andantes y larghettos, elegidos según el gusto popular, y también el nuestro, con alguna licencia, aunque esperamos que convoque a todos.


Sonata Op 27 No 2, llamada "Claro de Luna" - Adagio sostenuto 
(1800-1801)
Comenzamos, desde luego, con la pieza obvia. Aquella que todo el mundo conoce y quizá pueda tararear. El apodo, desde luego, no es del autor, sino que apareció más tarde, en unas notas del escritor alemán Ludwig Rellstab. Es la única sonata del maestro que comienza con un movimiento lento, novedad que ha llevado a los estudiosos a tildarlo de fantasía o improvisación. Y bueno, el mismo Beethoven quiso subtitularla: "Sonata quasi una fantasia", son las palabras que agregó a la partitura.
Como todos sabemos, fue dedicada a "una mágica niña que me quiere y a quien yo amo", la condesa Giulietta Guiciardi, por ese entonces su alumna, de 17 años.
Si hoy es muy popular, poco se ha dicho que ya lo era, en vida del maestro, cuestión que no le hacía mucha gracia. Se cuenta que a su pupilo Carl Czerny le comentó alguna vez: "He escrito cosas mejores".

Escuchamos este breve "canto fúnebre" en versión del maestro chileno Claudio Arrau


Concierto para violín y orquesta Opus 61 - Larghetto (1806)
En 1806, Beethoven escribió un gran concierto para violín para su amigo, el violinista Franz Clement. Era en parte un agradecimiento por los comentarios que éste le había hecho sobre su ópera Fidelio. Pero en el momento del estreno, el regalo de Beethoven se convirtió en una pesadilla: entregó la partitura tan tarde que Clement se vio obligado a leer a primera vista gran parte de ella.

Hoy en día, el Concierto para Violín se considera uno de los más difíciles del repertorio. Es extremadamente expuesto, huye de la ostentación y requiere una entonación y un control del arco sobrehumanos para tocarlo bien. No es de extrañar, pues, que un Clement a ciegas y leyendo a primera vista no se ganara al público. El concierto no entró en el repertorio hasta 1844, cuando un niño prodigio de doce años llamado Joseph Joachim y su mentor, Felix Mendelssohn, en la dirección, lo interpretaron con gran éxito en Londres.

La elegancia, sencillez y sensación de inevitabilidad del movimiento lento lo convierten en uno de los más exquisitos de Beethoven.

La versión es del joven artista italiano Augustin Hadelich, acompañado de la Colorado Music Festival Orchestra, dirigiada por el maestro canadiense Peter Oundjian.


Concierto para piano y orquesta Opus 73, "Emperador" - Adagio un poco mosso (1806)
El concierto para piano más brillante de todos los tiempos tuvo su génesis en momentos históricos complejos. En la primavera de 1809, por segunda vez en menos de cuatro años las tropas napoleónicas avanzaban sobre Viena. Y tal como había acontecido en 1805, la nobleza y las clases altas abandonaron la ciudad, encabezados por Francisco I de Austria, arrastrando también al archiduque Rodolfo, amigo, pupilo y mecenas de Beethoven.
El maestro permaneció en Viena, entre el humo y las balas de cañón. En carta a su editor en Leipzig, escribe:

"Hemos estado sufriendo miserias en la forma más intensa. A mi alrededor solo veo el caos y la destrucción, y no escucho más que tambores y cañones... la miseria humana en todas sus formas".

Los tres movimientos son memorables, pero hay algo en la sinceridad desgarradora del movimiento lento que lo hace especialmente inolvidable, sobre todo dadas las circunstancias dramáticas en las que fue compuesto.

La versión es del pianista polaco Krystian Zimerman, acompañado de la London Symphony Orchestra, dirigida por Sir Simon Rattle



Sonata Op. 31 no. 1 - Andante
(1801- 02)
Por último, me voy a permitir un gusto personal. Las sonatas para piano del maestro presentan en general bellos movimientos lentos, sin ir más lejos la popular que encabeza estas notas, pero también están en ese grupo la Patética, o la Sonata Op 2 No 3, o la desgarradora Op 10 No 3.
Pero a mí me encanta hasta el delirio este Andante, repleto de trinos de principio a fin.
Esta ornamentación, consistente en tocar dos notas adyacentes alternada y rápidamente, captura casi por completo el movimiento, y está encomendada a ambas manos, en alternancia, con duración de cerca de diez minutos. En mi opinión, este movimiento constituye la pieza precisa para la práctica de este adorno justamente porque la obra está en las antípodas de un ejercicio soso y aburrido como podría serlo su práctica en cualquier parte del teclado y con los dedos que a uno se le antoje. 
En mi opinión, una pequeña joya, 

La versión es de la pianista rumana Alexandra Vaduva.

lunes, 31 de julio de 2023

W.A. Mozart, un talentoso violinista / Concierto para violín No 4


La formación que Leopold Mozart impuso a sus talentosos hijos incluía el violín y el clavicémbalo, de modo que Wolfgang pudo hacer un uso profesional de su habilidad en ambos instrumentos cuando se trasladó definitivamente a Viena y abandonó la esfera de influencia de su padre. Sin duda, en su madurez prefirió el teclado como principal vehículo de virtuosismo. Pero durante los primeros años, cuando aún era concertino en la orquesta de la corte del arzobispo Colloredo de Salzburgo, tocar el violín era una de sus obligaciones.

"No tienes ni idea de lo bien que tocas el violín, si tan sólo te hicieras justicia a ti mismo y tocaras con audacia, espíritu y fuego, como si fueras el primer violinista de Europa". Así le escribió Leopold a Wolfgang en octubre de 1777. Quizá fue ésta, la constante presión paterna, lo que hizo que Wolfgang acabara abandonando el violín como instrumento solista.



Sea como fuere, en su corta vida Wolfgang escribió ni más ni menos que cinco conciertos para violín y orquesta. Cuatro de ellos fueron escritos en 1775, cuando tenía solo diecinueve años, en una época en que el compositor estaba todavía consolidando su expertise en la forma "concierto" y antes de haber desarrollado el alcance y la fuerza dramática de sus conciertos para piano de madurez.
Hasta cierto punto, todavía se asemejan a los conciertos barrocos, con un ritornello de toda la orquesta que se repite, como los pilares de un puente para anclar las secciones solistas.

Los tres últimos conciertos, compuestos en el último cuatrimestre de 1775, tienen un marcado parentesco, con movimientos lentos luminosos en la tonalidad dominante (en lugar de la subdominante, más común) y un final en el estilo rondó francés. Al día de hoy, llevan largo tiempo como piezas fundamentales del repertorio. De entre ellos, sobresale notoriamente el que lleva el número cuatro.

Concierto para violín No 4 en Re mayor, K. 218
Compuesto en Salzburgo en 1775, está estructurado en los típicos tres movimientos "vivaldianos". Pero a diferencia de muchos conciertos para solista, el final no supone un destello de brillantez para lucimiento del solista, sino que se apaga tranquilamente.

Movimientos:
00:20  Allegro 
09:10  Andante cantabile
16:20  Rondo: Andante grazioso

La violinista alemana (y también pianista) Julia Fischer, es acompañada por la London Philharmonic Orchestra dirigida por Thomas Søndergård.

domingo, 25 de junio de 2023

Liszt: "Venecia y Nápoles" - Tarantella


En la década de 1830 en París, los salones de la naciente burguesía eran el centro de la actividad artística e intelectual de la ciudad. Poetas, pintores, escritores y músicos se reunían a comentar los acontecimientos en una Francia post-revolucionaria y a dar a conocer su obra a sus congéneres. En ese ambiente un joven Liszt daba sus primeros pasos en la escena musical parisiense. Allí también, en 1832, conocerá a la condesa Marie d'Agoult, quien será su compañera y amante por los próximos doce años.


En su compañía emprenderá, a los 27 años (Marie, de 33) la proverbial peregrinación a Italia. Los paisajes y cultura de la península ejercieron una gran atracción en la pareja. A comienzos de 1839, con sus dos pequeñas hijas, Blandine y Cosima, se instalaron en Roma. Allí permanecieron diez meses, empapándose del arte italiano y recibiendo el nacimiento de su tercer hijo, un varón. También nacerán allí las ideas o bocetos que integrarán la futura Suite Italia, la segunda parte de la célebre trilogía Années de Pelerinage.

Años de peregrinaje
Los Années de Pelerinage son un conjunto de tres suites para piano compuestas por Franz Liszt durante un extenso período, aproximadamente entre 1837 y 1877. En ellas Franz plasmó la fascinación que despertaron en él los paisajes y las vivencias experimentados en sus continuos viajes. La segunda suite, titulada "Italia", incorpora revisiones de los Tri sonetti del Petrarca, compuestos alrededor de 1839-1846, esta vez no inspirados en los paisajes sino en la lectura de los sonetos del poeta italiano. 

Venecia y Nápoles - Tarantella
Mucho después, en 1861, el maestro incorporó a esta segunda suite un suplemento que tituló "Venecia y Napoli", probablemente compuesto dos años antes, Son tres piezas tituladas GondolieraCanzone y Tarantella. Se presenta aquí esta última, una recreación de temas del compositor y editor de aquel tiempo, Guglielmo Cottrau.

La versión es del joven pianista ucraniano Vitaly Pisarenko, ganador del Concurso Internacional de Piano Franz Liszt en 2008. 

lunes, 12 de junio de 2023

J.S. Bach: Suite Inglesa No 2 / Pogorelich

 
Así como las Suites Francesas del maestro barroco no tienen de francesas más que el hecho de haber sido publicadas con el título Suites pour le clavecin, las Suites Inglesas tampoco tienen nada de inglesas. El origen del título es un completo enigma.

Nunca fueron publicadas en vida de Bach, pero alguna vez existió una copia manuscrita donde se leía la inscripción "fait pour les anglois". Entonces comenzaron las especulaciones, que van desde una errónea interpretación de lo escrito (alguien entendió "anglois" donde podría decir otra cosa), hasta la posibilidad de que hayan sido escritas efectivamente para un anónimo noble inglés que las habría solicitado a Bach durante una visita a Köthen.
El debate continúa.


Seis suites "inglesas"
El grupo de seis suites para teclado fue compuesto posiblemente en la década de 1720, poco antes de las Suites Francesas y de las Seis Partitas, probablemente en Köthen donde el maestro se desempeñó como Kappellmeister desde 1717 hasta 1723. Especulaciones aparte, habrán sido compuestas para el uso privado de alumnos, familiares y conocidos. Quien leyó "Anglois" también pudo haber leído "Angoisses", congojas, dada la dificultad de muchos de sus movimientos.

Sus danzas, o  movimientos
Al igual que las "francesas", las seis suites "inglesas" mantienen la estructura tradicional, con sus cuatro movimientos, o danzas: allemande courante sarabande giga, a los que se agrega, entre la sarabanda y la giga, un número variable de movimientos suplementarios como un minueto, una gavota, bourré, o un aria. La diferencia está en que en las "inglesas" Bach incorporó un preludio, que va al principio (como era de esperarse), y que ya no aparecerá en las suites francesas posteriores.

Suite Inglesa No 2 en La menor / Secciones:
00:00  Preludio
04:05  Allemande
07:48  Courante
09:33  Sarabande
12:10  Bourrée I
15:01  Bourrée II
22:18  Giga

Pogorelich, un pianista controvertido
Ivo Pogorelich debe ser quizá el único pianista del mundo convertido en una celebridad instantánea por un premio que no ganó. En 1980, quedó eliminado en la tercera ronda del Concurso Chopin de Varsovia, lo que enfureció a Martha Argerich, miembro del jurado, quien dimitió luego de señalar: "Pogorelich es un genio". El escándalo provocado le hizo famoso de la noche a la mañana. 

Nacido en Belgrado en 1958, empezó a tocar el piano a los siete años. Tras su formación clásica en el Conservatorio de Moscú, recibió clases magistrales de Aliza Kezeradze.
Desde el escándalo de Varsovia, Pogorelich ha desarrollado una brillante carrera internacional. Sus debuts en Londres, París, Nueva York, Madrid, Bruselas, Amsterdam, Roma, Milán y Tel Aviv fueron triunfales. Ha actuado con prácticamente todas las grandes orquestas del mundo, y en sus recitales casi siempre se agotan las entradas.

Comparándolo con Horowitz, el New York Times escribió en una ocasión: "Era toda una orquesta". Sus interpretaciones, a menudo controvertidas y siempre asombrosas, confirman la originalidad de su talento e intelecto.
En sus manos dejamos la Suite Inglesa No 2.