miércoles, 30 de noviembre de 2011

Isaac Albéniz - Asturias, leyenda



El niño prodigio catalán Isaac Manuel Francisco Albéniz nació en 1860 en una ciudad de la provincia de Gerona, España. Cuando contaba con solo cuatro años, tuvo lugar su primera presentación pública al piano, presentando un programa de gran dificultad y que le valió un éxito clamoroso, al extremo de que se sospechó engaño de parte de los organizadores y hasta circularon rumores de que entre bastidores había un pianista que doblaba la interpretación del niño.

Pero no, era el niño quien efectivamente tocaba el piano. Como señaló un crítico, se trataba de "el nuevo Mozart vuelto a la tierra". No era una opinión tan alejada de la realidad pues este nuevo Mozart también contó con un padre ambicioso que no cejó en sus intentos por explotar sus extraordinarias dotes para la música, instándolo a "componer" cuanto antes, con el feliz resultado de una Marcha militar, a cuya partitura impresa el padre solicitó se agregara: "compuesta por el niño de ocho años Isaac Albéniz".

Isaac Albéniz, alrededor de 1872
Isaac ingresó al conservatorio de Madrid a los ocho años pero a los diez decidió darse una escapadita y tomó el primer tren rumbo a El Escorial, donde ofreció varios recitales en el casino de la localidad. Luego, partió de regreso a Madrid pero antes de llegar, decidió bajarse en una estación cualquiera y tomó el tren en dirección contraria, iniciando así su primera gran gira artística por varias ciudades de España.

Volvió al Conservatorio pero al poco tiempo se marchó a Andalucía, donde aumentó su serie triunfal de actuaciones. Encontrándose en Cádiz, poco después, decidió embarcarse como polizón en un barco que partía rumbo a Puerto Rico. No tenía pasaje pero había un piano a bordo. Gracias a él, pudo pagar su pasaje y llegar a tierras americanas. El niño prodigio del piano y de las aventuras tenía entonces doce años.

Asturias, leyenda
Es una de las piezas que integran la suite para piano solo Suite española, compuesta alrededor de 1886. Originalmente, la suite constaba de cuatro partes. Un editor agregó otras cuatro después de la muerte del compositor (1909), entre ellas un preludio que correspondía a otra suite y le llamó Asturias, leyenda.

Esta pieza debe ser una de las escasas obras que transcritas para otro instrumento adquieren otra dimensión y resultan más bellas que la versión original. A tal punto es así que Asturias es interpretada con mucho mayor frecuencia en su transcripción para guitarra antes que en la original para piano, que siempre resulta un poco ruda, debido, no está demás decirlo, a la dificultad que presentan los enormes saltos en el teclado.
En cambio, a la virtuosa guitarrista croata Ana Vidovic, en este recital en Nueva York, no se le mueve un pelo.



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domingo, 13 de noviembre de 2011

Tárrega: "Recuerdos de La Alhambra"



La "guitarra española", tal como la conocemos hoy, recién sumó su sexta cuerda a fines del siglo XVIII. Antes tuvo cinco y también cuatro, y el instrumento se llamaba de otra manera. Permaneció como un instrumento "amateur" desde el siglo XVII hasta principios del XIX, aunque durante ese periodo contó con no pocos virtuosos, entre ellos Gaspar Sanz (alrededor de 1674) y más tarde Fernando Sor (1778-1839).

Sólo a mediados del siglo XIX asomará el desarrollo sostenido del instrumento y la técnica de la "guitarra clásica", gracias a los aportes del compositor romántico español Francisco Tárrega, nacido en Villarreal en 1852 y muerto en Barcelona en 1909. Sus transcripciones de obras de Bach, Mozart, Beethoven y otros compositores constituyen la base del repertorio de concierto para guitarra clásica de nuestros días.

Francisco Tárrega (1852 - 1909)
Y también aportó lo suyo, naturalmente. Una de sus piezas más populares se conoce con el nombre de Recuerdos de La Alhambra, bella y simple melodía inspirada en el complejo palaciego y fortaleza instalada en una colina rocosa en Granada, España, que data de mediados del siglo XIV y que en 1492, con la conquista de Granada por los Reyes Católicos, pasó a ser el palacio real. (Aquí en Santiago de Chile también tenemos nuestro Palacito de La Alhambra, inspirado en el de Granada, en calle Compañía, gracias al talento emprendedor de don Francisco Ignacio Ossa, que amasó una fortuna explotando minas de plata en el norte de Chile. Francisco Ignacio murió en su Palacio en 1864, circunstancia que le impidió seguir disfrutando de él, como es natural).

Recuerdos de La Alhambra exige del intérprete un acabado manejo de la técnica del "trémolo", artificio que consiste en la repetición de una misma cuerda con los dedos anular, medio e índice con el apoyo del pulgar que pulsa una cuerda más baja haciendo su parte en el entramado armónico; la competente ejecución de un trémolo tenderá a que la cuerda repetida semeje una nota sostenida, como puede hacerlo un violín, por ejemplo.
La versión, excelente, es de la guitarrista croata Ana Vidovic.



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domingo, 6 de noviembre de 2011

Beethoven: Sonata N° 7 - Opus 10 No 3


Muchos años después de la muerte de Beethoven (1827), las autoridades municipales de Viena decidieron derribar un viejo teatro donde el maestro habia tocado el piano. Se cuenta que al finalizar la última representación, los vieneses permanecieron de pie un buen rato, llorando, emocionados.
Viena le había declarado hijo adoptivo en 1815, pero alrededor de 1880, su música resultaba algo extremada, o demasiado singular para el gusto de los vieneses de la época. Beethoven, por su parte, no tenía una buena impresión de los vieneses, al menos así fue durante los primeros años luego de haberse instalado en la capital del imperio, en 1793. Así, llegó a escribir, por ejemplo:
"Estos vieneses no valen nada, desde el emperador hasta el último limpiabotas. ¿Cómo puede uno integrarse en este país? Los vieneses son gente sin corazón. No hay un solo hombre honrado en la decadencia general de Austria. Sólo las circunstancias me retienen aqui, donde todo está sucio y arruinado. Todos son ladrones, de lo más alto a lo más bajo de la escala social..."
Viena, vieneses y vienesas
En otra ocasión, mostró su decepción con los grupos liberales que saludaban con gran entusiasmo la revolución francesa en momentos en que las cortes europeas observan con horror el desarrollo de los acontecimientos en la Francia revolucionaria:
"esta gente solo piensa en reír, beber y danzar... mientras tengan cerveza y salchichas, aquí no habrá revolución..."
En aparente contradicción con este pensamiento, amén del grupo de sus alumnos escogido con pinzas de entre lo más selecto y acomodado de la sociedad vienesa, Beethoven contaba con un pequeño pero conspicuo círculo de amistades de alto linaje, entre quienes se contó, entre los años 1797 y 1803, un alto oficial del Servicio Imperial Ruso en Viena, a cuya esposa, Anne Margaret von Browne, el maestro dedicó las tres sonatas del Opus 10, compuestas alrededor de 1798.



La sonata N° 7, Op. 10 N° 3, es la más extensa del trío. Dura alrededor de 24 minutos y es la única que tiene cuatro movimientos:
00       Presto
05:20  Largo e mesto (quizá uno de los movimientos lentos más bellos de Beethoven)
15:29  Menuetto: Allegro
18:04  Rondo: Allegro

La versión es del pianista estadounidense Eric Zuber.

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