Pese a ser hijo de un capitán de ejército, Enrique Granados y Campiña dio muestras a temprana edad de poseer un talento musical envidiable. Nacido en Lérida en 1867, a sus siete años la familia debió trasladarse a Barcelona, donde el padre, contumaz, consiguió que un colega de armas, otro capitán, diera al pequeño Enrique sus primeras lecciones de piano y solfeo. Tal era la facilidad para aprender que mostraba el muchacho que al poco tiempo sus padres decidieron proporcionarle una educación musical formal. Fue el inicio de un camino sin baches solo interrumpido por las penurias que debió enfrentar a raíz de las dificultades económicas que, muerto el padre, llevaron al joven Granados a convertirse en el proveedor de una familia numerosa.
Enrique Granados (1867 - 1916) |
Calificado por uno de sus profesores como el alumno más brillante que había tenido nunca, el joven Enrique, que a los diez años había dado sus primeros conciertos en público y que en 1883 había ganado el concurso de la Academia para pianistas noveles, debió abandonar sus estudios en 1886 para ofrecer sus servicios como pianista en los cafés de Barcelona, llegando a tocar hasta cinco horas diarias en uno de ellos. Pero simultáneamente tuvo la fortuna de ser contratado por un acaudalado empresario como profesor de sus hijos con un sueldo muy conveniente. Con ese dinero más el apoyo del empresario y otras pesetas adicionales obtenidas a costa de interpretar refritos operísticos en los cafés, en septiembre de 1887 marchó a París, visto que en España no estaba garantizado que pudiera completar sus estudios musicales.
París y las Doce Danzas
Pero al poco de llegar, enfermó de tifoidea, y cuando quiso postular al Conservatorio ya había superado la edad máxima de ingreso. Por ello, debió tomar clases privadas con un destacado profesor que para ese momento contaba entre sus discípulos a un alumno bajito elegantemente vestido, de nombre Maurice Ravel.
Es de esa época, al parecer, que data una buena parte de sus Doce Danzas Españolas, si bien el autor alguna vez declaró que la mayoría había sido compuesta en 1883, cuando contaba dieciséis años. Pero en París no consiguió editores. De regreso en Barcelona en 1889, pudo editarlas individualmente con una prestigiosa casa.
Danza española N° 5
El conjunto de las Doce Danzas supuso el primer reconocimiento internacional de Granados, recibiendo el efusivo elogio de compositores consagrados de la talla de Saint-Saens, Massenet y Grieg. La serie de doce piezas para piano se constituyó así en una de las máximas aportaciones al repertorio pianístico español del siglo XIX.
En versión del pianista francés Guillaume Coppola, se presenta aquí la más conocida de todas, la Danza Española N° 5, denominada Playera o, con más propiedad, Andaluza, debido a su no oculto aire flamenco, subrayado por las apoyaturas de la mano izquierda que intentan evocar el rasgueo de una guitarra.
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