lunes, 30 de abril de 2012

Mozart: Sonata en Fa mayor (2)



Sonata en Fa mayor. Segundo movimiento: Andante

La soprano Aloysia Weber, primer amor de Mozart, no se andaba con chicas. En 1779 consiguió un fabuloso contrato con la ópera alemana, de Viena, y hasta allá se trasladó con toda la familia. Al año siguiente se casó con un pintor.
Mozart, por su parte, después de romper definitivamente con su empleador Colloredo en mayo de 1781, abandonó Salzburgo y se fue a vivir a Viena, alojándose en casa de los Weber. Pero el hogar ya no era el mismo. Aloysia había formado casa aparte, el señor Weber había muerto y en la casa solo quedaban la señora Weber y las tres hijas restantes: Josepha, Konstance y Sophie.

Como el señor Weber, al morir, no dejó un centavo, la señora Weber se vio obligada a ofrecer habitaciones en alquiler pues sus únicos ingresos consistían en una suma no despreciable pero insuficiente que Aloysia y su marido se encargaban de aportar cada mes.
Una de estas habitaciones en renta llegó a ocupar Mozart en 1781. La señora Weber no cabía en sí de gozo pues las circunstancias la obligaban a entregarse por entero a la tarea impostergable de atrapar maridos para sus hijas. Wolfgang parecía un buen prospecto, de modo que madame Weber hizo lo que estaba a su alcance y un poco más para que se fijara en una de las tres hijas que le quedaban, pues aquella que Mozart hubiera desposado encantado de la vida ya no estaba disponible.

Así las cosas, madame Weber, Josepha, Konstance y Sophie, cuidaban de Wolfgang Amadeus como si tuvieran en sus manos un tesoro (lo que era cierto), proveyéndole el ambiente necesario para su trabajo, consintiéndole en todo, en una palabra, mimándole. Wolfgang se levantaba temprano, componía durante toda la mañana, se vestía a cualquier hora y comía cuando le daba hambre. Si poco antes de cenar, a Wolfgang le bajaban ganas de componer, la cena se posponía para las diez de la noche.
Wolfgang era feliz, trabajaba duro, se sentía querido y vivía libre de preocupaciones.
La señora Weber, por su parte, andaba por la casa hecha unas pascuas pues a poco de haber llegado, Wolfgang Amadeus fijó sus ojos en Konstance, un año menor que Aloysia aunque menos agraciada pero muy simpática. Se casará con ella un año más tarde.

Sonata en Fa mayor. Tercer movimiento: Allegro assai.



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viernes, 27 de abril de 2012

Mozart: Sonata en fa mayor (I)



Wolfgang Amadeus Mozart conoció a su primer amor, Aloysia Weber, con ocasión de una visita que hizo a la ciudad de Mannheim, acompañado de su madre, camino a París, luego de abandonar Salzburgo con la autorización de su empleador, el Arzobispo Colloredo, en 1777.
Las niñas Weber eran cuatro, todas cantantes o en vías de serlo cuando mayorcitas. Aloysia, la segunda, de 16 años, era la más promisoria. En efecto, Aloysia cantaba estupendamente, era consciente de su talento y aspiraba a convertirse en prima donna. Mozart, de 21 años, quedó deslumbrado al escucharla y decidió entregarse a ella con alma, corazón y vida. Sería su promotor. La llevaría a Italia, haría allá una gran carrera y, como resultado de todo eso, él recibiría innumerables encargos de óperas. En suma, la felicidad estaba a la vuelta de la esquina (es un decir, porque el viaje a Italia habría demorado alrededor de un mes).
Le escribió a su padre, Leopold, informándole de sus nuevos planes. París quedaba para más tarde.
De un solo epistolazo el práctico y realista Leopold lo bajó de las nubes y le ordenó que abandonara cuanto antes Mannheim junto con sus planes insensatos. París era el objetivo y hacia allá debía partir inmediatamente. Si aquí hay un promotor, ese soy yo, dijo Leopold. A Wolfgang no le quedó más alternativa que obedecer.

Mozart y su madre llegaron a París en marzo de 1778. La madre falleció de frío y soledad en julio y Wolfgang abandonó la ciudad a fines de octubre. El objetivo principal del periplo, el ansiado cargo en una corte respetable, no se había cumplido pero traía bajo el brazo tres sonatas para piano.
De paso por Mannheim, al regreso, se enteró de que la familia Weber se había mudado a Munich para acompañar a Aloysia que acababa de obtener un jugoso contrato como prima donna de la corte. Embarcó entusiasta para Munich pero Aloysia lo recibió fríamente, su contrato anual de 600 gulden había logrado eclipsar su natural calidez. Para colmo de males, la princesa Elisabeth Augusta le agradeció de todo corazón que le diera a conocer sus nuevas sonatas pero cuánto lo siento, Amadeus, en esta corte tampoco hay lugar para ti.
Wolfgang llegó a Salzburgo, de regreso a su odiado puesto, sin madre y sin prometida, el 15 de enero de 1779.

La sonata en Do mayor (K. 330), la sonata en La mayor (K. 331, sonata de la marcha turca) y la sonata en Fa mayor (K. 332) se creyó en un tiempo que habían sido compuestas en París. Me acabo de enterar de que no es así. Corresponden a un período posterior, con Mozart instalado en Viena. (La "K" reconoce la labor de Ludwig von Köchel, quien construyó el catálogo definitivo de las obras de Mozart en 1862. A veces, se pone KV..., es decir, Köchel Verzeichnis = Catálogo Köchel).
Las sonatas de Mozart transmiten una sensación de facilidad que está muy lejos de la realidad de una música que exige del intérprete grandes dosis de delicadeza y claridad en su ejecución. Se presenta aquí el primer movimiento, allegro, de la sonata en Fa mayor, en correctísima y exquisita versión del excelente pianista cubano Roberto Urbay.


 

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lunes, 23 de abril de 2012

Rimski-Kórsakov: Scheherazade



En casa de los Rimski-Kórsakov, en el pequeño pueblo de Tihvin, perteneciente a la gobernación rusa de Novgorod, todos eran aficionados a la música. La madre del futuro compositor Nikolai, tocaba un poco el piano y el padre un poco menos. Un tío que vivía con la familia gustaba pasearse por las habitaciones cantando canciones populares. Pese a todo ello, en 1850, el pequeño Nikolai inició a los seis años estudios musicales serios con una vecina muy mayor que le dio a conocer las primeras reglas musicales. Después vendrían una institutriz y luego la hija de un vecino que le puso en contacto con las obras de Beethoven.

Pero la familia, algo aristocrática, tenía antecedentes militares. Un tío de Nikolai era almirante de la flota imperial rusa. Su hermano mayor, también marino, le enviaba desde Extremo Oriente cartas que excitaban la imaginación del niño con los misterios y aventuras del mar y los asuntos de la navegación. Y no habiendo en Tihvin otros músicos que alentaran al muchacho a proseguir una carrera musical, en 1856 abandonó el pueblito y llegó a San Petersburgo para ingresar en la Escuela de Cadetes Navales.

El guardiamarina Rimski-Kórsakov,
en 1864
El futuro compositor salió de la escuela naval en 1862 como guardiamarina y fue destinado a una fragata que se preparaba para un largo crucero. Durante toda su preparación como marino, sin embargo, Nikolai nunca abandonó sus estudios musicales, lo que disgustaba a su hermano mayor que lo regañaba continuamente por estar más interesado en la música que en la marina. Mili Balakirev, futuro integrante, al igual que Rimski, del Grupo de los Cinco (Balakirev, Musorgski, César Cui, Rimski y Borodin) le había  animado a componer en los periodos en que no estaba en alta mar, y así lo hizo produciendo en estas condiciones al menos una sinfonía.
Nikolai Rimski-Kórsakov puede que sea el único músico en el mundo formado "al alero" de una institución militar.

Suite sinfónica Scheherazade, opus 35. Primer movimiento
Compuesta durante el verano de 1888, la suite es una obra en cuatro movimientos inspirada de algún modo en los cuentos de Las Mil y Una Noches. O al menos esa fue la primera intención si atendemos a las indicaciones que encabezaban originalmente cada movimiento. En una segunda edición, el autor las suprimió pues, según confesión propia, sólo pretendía mostrar algunas escenas orientales y llevar por buen cauce la fantasía del oyente. Con todo, estas indicaciones se mantienen hasta hoy en los programas de mano. El movimiento que inicia la suite tiene por título: "El mar y el barco de Simbad". Un motivo musical se mantiene durante toda la obra: la voz de Scheherazade, representada por el violín solo.

La versión es de la Leipziger Gewandhausorchester, conducida por el director alemán Kurt Masur.


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miércoles, 18 de abril de 2012

Beethoven, Arrau y el Claro de Luna



Ludwig van Beethoven se estableció en Viena en 1793, en un momento privilegiado. Al menos esa era la impresión de algunos de sus contemporáneos. Mozart acababa de dejar su trono vacante, fallecido dos años antes en la misma ciudad a los treinta y cinco años. Por ello, apenas supo del viaje de Beethoven a Viena, el conde Waldstein le envió una carta al joven Ludwig, de 23 años, donde le sugiere que estudie con Haydn, todavía vivo, para que así "heredara el espíritu de Mozart".

Pero Beethoven no está dispuesto a heredar el espíritu de nadie. Además, con ambas personalidades en las antípodas, el magisterio de Haydn no podía funcionar. Lo mismo ocurrió con otros maestros. La excepción fue Antonio Salieri, presunto envenenador de aquel cuyo espíritu era aconsejable que heredara. Beethoven estudió con el maestro italiano hasta 1802; con posterioridad, siempre estuvo dispuesto a recibir sus consejos.

En 1801, todavía discípulo de Salieri, el maestro Beethoven ya es toda una personalidad en Viena y vive acorde con las comodidades de un hogar burgués, gracias a su propio esfuerzo y también al mecenazgo de algunos amigos: el príncipe Lichnowsky, a quien dedicará la sonata Patética, "me ha hecho llegar una comisión de 600 florines", cuenta en una carta de ese año.
Pero la salud no lo acompaña. En la misma carta, señala que "mi sentido del oído se ha debilitado progresivamente". Más adelante confiesa llevar una vida de ermitaño: "durante casi dos años he tratado de evitar toda compañía, sencillamente porque no puedo decirle a la gente que estoy sordo".

Sordo y todo, 1801 es el año de la composición de la sonata que, desde esa época hasta hoy, ha obtenido el mayor favor del público: la sonata Opus 27 N° 2, popularmente conocida como Sonata Claro de Luna.
Se presenta aquí la versión completa, sus tres movimientos, interpretados por el maestro Claudio Arrau (nacido en Chillán, Chile, en 1903 y muerto en 1991, en Austria, cuando iba en camino a dar un recital con el que se inauguraba una sala de música en una ciudad austríaca). El video es una pequeña joya, como señala un buen número de comentarios en Youtube. El más entusiasta exhorta a los jóvenes maestros a observar y comprender, escuchando a Arrau, "el verdadero sentido del arte de la interpretación pianística".


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jueves, 12 de abril de 2012

Chopin: Estudio Opus 25 N° 1



El segundo grupo de estudios que compuso Frédérick Chopin, el Opus 25, está dedicado a la condesa Marie d'Agoult, compañera de Franz Liszt por esos años. El compositor húngaro había recibido en su oportunidad la dedicatoria del Opus 10, de cuyos ejercicios se convirtió en un intérprete excepcional, de modo que Frédéric supuso que haría bien dedicándole esta "segunda pata" de los ejercicios a la amante de su amigo, aunque Marie no era pianista pero sí cantaba. Y escribía. Y no cualquier cosa. Marie es autora, bajo el pseudónimo de Daniel Stern, de un ensayo titulado Historia de la revolución de 1848, que según se dice, Carlitos Marx tenía en alta estima, al extremo de constituirse en una fuente inapreciable para llevar adelante su propio ensayo sobre la lucha de clases en Francia, un texto señero, pese a citar, con una falta de rigor inexcusable, a la condesa d'Agoult como el compañero Daniel...

Los estudios del opus 25 fueron compuestos en París, durante los años 1834 a 1836, y publicados en 1837. Son años amables y gratos para Frédérick. Llegado a París en 1831, al cabo de un par de años ha hecho amigos entre los músicos: Liszt, Berlioz, Mendelssohn y muchos otros. Y pese a vivir sólo de sus lecciones con un poco más de lo justo (era un ser pródigo en regalos y préstamos a compatriotas en apuros), es el hombre de moda en Paris. Un día almuerza con el embajador de Inglaterra, otro con el barón de Rothschild. Desde luego, hay que asistir vestido con la mayor elegancia posible. Un amigo polaco, en carta a los padres de Chopin, cuenta: "Chopin está bien de salud y vigoroso. Trastorna el seso a todas las mujeres y pone celosos a todos los maridos. Está de moda. Muy pronto usaremos guantes al estilo Chopin."

Estudio Opus 25 N° 1
El estudio exige de las manos del intérprete una gran ligereza, más aún si ambas deben arpegiar tomando cada una una amplia sección del teclado. A ello se suma una gran habilidad para dar al canto superior un legato perfecto a pesar del empleo de un solo dedo, que por momentos debe desplazarse, veloz, a gran distancia.
Robert Schumann, quien escuchó el estudio de las manos de Chopin, señaló:
"... este estudio es más un poema que un estudio. Se equivocaría quien creyera que Chopin hacía escuchar con claridad cada pequeña nota... a través de las armonías se percibía en largas notas, la maravillosa melodía. Hacia la mitad, al lado de este canto, una voz de tenor surge de la ola de acordes..."

La versión es de Daniel Barenboim. La voz de tenor que Schumann descubre "hacia la mitad", se escucha aquí en el minuto 0:39.


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martes, 10 de abril de 2012

Adolphe Adam: Giselle, acto II


Svetlana Zakharova, prima ballerina del Ballet Bolshoi y de la Scala de Milán

A la retaguardia de los grandes genios musicales del siglo XIX europeo, gravitó modestamente un grupo de músicos de menor calado, los llamados "compositores menores". El compositor francés Adolphe Adam fue uno de ellos. Hijo de un pianista de cierto renombre, no destacó gran cosa durante su paso por el Conservatorio de París, adonde ingresó a los 21 años, si bien desde que tenía veinte era reconocido en París como un diestro compositor de canciones para el vaudeville francés.

Autor de 48 óperas y 15 ballets, Adam legó a la humanidad el célebre, eterno y hermosísimo ballet Giselle, estrenado en 1843 y la única producción de su vasta obra que se presenta hasta hoy en los escenarios de todos los rincones del planeta, con cada vez más diversas y novedosas puestas en escena. El año 1993, con ocasión de cumplirse 150 años de su estreno, Giselle se representó en La Habana a cargo del Ballet Nacional de Cuba, dirigido por la muy destacada bailarina y coreógrafa cubana Alicia Alonso. En un palco desde donde emergía una luz divina, se vio a Fidel y a Raúl saborear la función, con similar deleite al de la aristocracia y alta burguesía europea de mediados del siglo XIX. La magia de la música.

Adolphe Adam (1803 - 1856)
La obra es un ballet en dos actos, basado en una leyenda recogida por el poeta alemán Heinrich Heine. La historia transcurre en la Renania medieval. Al final del primer acto, Giselle, la aldeana protagonista, ya ha enloquecido y luego muerto, atravesada por la espada a raíz del engaño de su amado príncipe Albrecht.
En el acto segundo, Giselle es acogida por la reina de las vírgenes muertas –junto a su cohorte de fantasmas femeninos– con una danza. Giselle se une a ellas. Más tarde aparece el príncipe Albrecht, arrepentido, a llorar sobre su tumba. La reina de las vírgenes muertas lo rechaza pero ahí estará Giselle para protegerlo y salvar la vida de Albrecht, condenado por la reina a bailar de por vida. Giselle lo sostiene hasta que las luces del alba obligan a los espectros a retirarse. Entonces Giselle vuelve a su tumba.
Se presenta aquí el celebérrimo Grand Pas de Deux y Variaciones del segundo acto, con la bailarina ucraniana Svetlana Zakharova, en el papel de Giselle. Ruego disculpar el final, algo desprolijo en el corte.

Una última palabra sobre Adolphe Adam. De ninguna otra parte sino de su inspiración creadora de menor envergadura es que surgió esta portentosa maravilla que Adolphe regaló al mundo. Consciente de su moderada valía, Adam según cuenta Wikipedia no titubeó para decir en un periódico francés, en enero de 1855:
"No tengo más ambición, en mi música (...) que hacerla clara, fácil de comprender y divertida para el público. No puedo hacer otra cosa que pequeña música, es un hecho. Me contento entonces con hacer lo que puedo, lo que sé, y espero que el público se canse de mí para dejar de escribir."
Este blog suscribe, una por una, sus palabras.



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domingo, 8 de abril de 2012

Schubert: Impromptus Opus 90 (III)


Tumbas de Schubert y Beethoven, en el Cementerio Central, Viena.
Entre ambas, un memorial a Mozart.

Poco después de terminar la composición de los Impromptus, a fines de 1827, la salud de Franz Schubert empeoró. En busca de alivio para sus pulmones, en el verano de 1828 se trasladó al domicilio de su hermano Fernando, en las afueras de Viena.
Su salud estaba ya muy resentida, sin embargo, tuvo ánimos para hacer planes para el futuro y decidió perfeccionar sus conocimientos musicales tomando clases de armonía y composición con un célebre profesor, con el fin de aprender la técnica de la fuga y el contrapunto. Sólo pudo asistir a una clase, la del 4 de noviembre.

Por esos días, contrajo el tifus. Su médico, muy sagaz por cierto, le prohibió comer (la medicina de la época mató a muchos artistas con el mismo método). Emperó aún más.
En sus últimos días casi no recibió visitas, por temor al contagio, y estuvo acompañado únicamente de su hermano Fernando. Sus amigos se enteraron de su fallecimiento durante la celebración de la boda de una amiga.

Según sus deseos, el pequeño Franz fue enterrado cerca de Beethoven, en el cementerio de Währing. En 1888, la ciudad de Viena trasladó los restos de ambos músicos al Cementerio Central, en lo que ha sido bautizado como el "Panteón de los músicos".
El epitafio de Franz reza:

"La música enterró aquí un rico tesoro
y esperanzas todavía más bellas.
Aquí reposa Franz Schubert
nacido el 31 de enero de 1797
muerto el 19 de noviembre de 1828
a la edad de 31 años"

Impromptu N° 4, el último del Opus 90, en correctísima y admirable versión del pianista surcoreano Dong-Min Lim.


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jueves, 5 de abril de 2012

Schubert: Impromptus Opus 90 (II)




Del total de ocho impromptus compuestos por Schubert en 1827 sólo dos de ellos fueron publicados en vida del compositor: los primeros dos del Opus 90. Los restantes y los cuatro del Opus 142 sólo vieron la luz pública en el año 1857, a treinta años de su composición.
El Impromptu N° 2 del Opus 90, que ahora escuchamos, forma parte, junto al N° 1, de aquel par de impromptus que Schubert alcanzó a ver publicados en vida. Se ha querido ver en él, un estudio, o el germen, de los que vendrán posteriormente de la mano de Chopin y Liszt (a la sazón, de 17 y 16 años, respectivamente). La laboriosa tarea encomendada a la mano derecha apoya esta propuesta. Una muy cuidadosa a la vez que animada articulación se torna esencial para conseguir que esta casi interminable serie de tresillos en tempo allegro suenen clara y límpidamente. La versión es de Grigory Sokolov.

Pese a su delicada salud, el último año de vida de Schubert fue pródigo en composiciones, pero esto no se tradujo en mejora de su situación económica, debido fundamentalmente a la cicatería de sus editores. Incluso en 1821, cuando el nombre de Franz ya aparecía en los periódicos y sus obras "fáciles" se escuchaban en los salones de la alta aristocracia, los editores se mostraban reacios a la publicación de su obra. Y para muestra, un botón. Ante la solicitud de un grupo de amigos de Schubert dirigida al editor Peters, de Leipzig, para que publicara determinadas piezas de Franz, éste respondió señalando:

"Mi esfuerzo va hacia los artistas ya consagrados, con los cuales puedo ganar más dinero... la misión de revelar nuevos talentos es para otro. El día en que el compositor se haya hecho un nombre y sus obras sean reconocidas, yo seré el hombre que buscan, porque en este caso la publicación de sus obras entrará en mis planes".
Nada nuevo bajo el sol.

El tercer Impromptu es, indudablemente, el más hermoso de la serie, a la vez que el más acariciado por el público y también por los pianistas, en razón de su tierno y sereno canto, encargado a la mano derecha que se "autoacompaña" con arpegios quebrados en permanente sordina para no apagar la melodía. La mano izquierda hace "trinos" en el bajo, en los momentos que Franz estimó hacía falta.
La versión es de la pianista rusa Olga Jegunova.

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lunes, 2 de abril de 2012

Schubert: Impromptus Opus 90 (I)

   

El pequeño Franz Peter Schubert nunca pudo recuperarse de la enfermedad de escaso glamour (en oposición a la tuberculosis) que contrajo alrededor de 1823: la sífilis, enfermedad algo vergonzante y de muy difícil cura en aquella época. Para el año 1827 ya había sufrido varias recaídas; una de ellas, poco después de visitar ese año al maestro Beethoven en su lecho de moribundo, a quien veneraba con toda su alma pero apenas conocía.
Durante más de veinte años, ambos músicos habían vivido en la misma ciudad, Viena, ciudad natal de Schubert, la de adopción para Beethoven. Pero nunca llegaron a intimar debido a que frecuentaban círculos sociales casi contrapuestos.

Franz Schubert (1797 - 1828)
La muerte de Beethoven fue un golpe duro para Franz y acentuó la depresión que lo acompañaría los últimos años de su vida. El animoso, jovial y sociable veinteañero se volvió hosco y retraído a los treinta (casi la travesía de Ludwig a raíz de la sordera). Sin embargo ello no impidió que a fines de ese año 1827 trabajara intensamente, quizá en un intento por combatir la depresión. De ese tiempo son los Tríos para piano y cuerda, los Momentos Musicales y los Impromptus.

La denominación de impromptu es una sugerencia de su editor. Schubert no fue el primero en utilizarla, aunque puede decirse que a él se debe el auge que adquirió en el período romántico. Se trata de piezas breves, formalmente cercanas a los nocturnos de Chopin, de honda musicalidad y no exentas de cierto dramatismo no obstante enmarcarse en un lenguaje musical lleno de gracia y encanto.

Ocho son los Impromptus de Schubert, divididos en dos grupos de cuatro, el opus 90  y el opus 142 (también nombrados D. 899 y D. 935, respectivamente; la D reconoce la labor de Otto Erich Deutsch, que logró compendiar la totalidad de la obra de Schubert en 1950).

Se presenta aquí el Impromptu N° 1 del Opus 90, a cargo del maestro ruso Grigori Sokolov.



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