sábado, 27 de julio de 2019

Franz Liszt: Rapsodia Húngara No 6


En 1840, Franz Liszt inventó el recital de piano tal como lo conocemos hoy: el concierto de un solo instrumentista que hace música con obras propias o ajenas, junto al piano. Entre ese año y 1847 (cuando conoció a la princesa Carolyne de Sayn-Wittgenstein, quien le instó a privilegiar la composición, en casa) realizó múltiples y extensas giras por toda Europa, visitando ciudades tan alejadas como Sevilla o Moscú. En todas ellas recibió "el cariño de su público", como diríamos hoy. Liszt se esforzaba por complacer a esa audiencia, llegando a tocar tres o cuatro veces a la semana, para especial disfrute de las damas, que se desmayaban en medio del recital, o armaban una trifulca para adueñarse del pañuelo del artista, cuando éste se retiraba, luego de ofrecer un bis con un par de rapsodias húngaras.


Según unos pocos pero intrépidos estudiosos, las rapsodias húngaras de Franz Liszt representan "el lado menos respetable" del compositor. Su encanto residiría no en su invención musical sino en la deslumbrante expansión del espectro de expresión posible en el piano, o dicho de modo menos elegante, en "la variedad de ruidos que pueden hacerse con un piano". Duras palabras.

Liszt visitó Hungría en 1839, después de trece años asentado en París. Una nueva visita al año siguiente condujo a la producción, entre 1840 y 1847 (precisamente sus años de "piano star"), de diez volúmenes de piezas para piano basadas en temas húngaros. Entre 1851 y 1853 publicó quince de ellas bajo el título de Rapsodias Húngaras. En 1882-1886 publicará cuatro más.

Fotografía de Liszt, en 1843
(1811 - 1886)
Mientras estuvo en Hungría, el maestro transcribió numerosas melodías escuchadas a bandas gitanas autóctonas. Usando estas "antiguas" melodías en sus rapsodias húngaras, Liszt creyó estar inmortalizando el alma del pueblo húngaro. La verdad es que muchos de esos trozos habían sido escritos por compositores contemporáneos, alcanzando popularidad en los sectores rurales. Pero a Liszt no le importó. Con que las damas siguieran desmayándose, estaba todo bien.

Las rapsodias húngaras de Liszt derivan de un estilo y danza del siglo XVIII llamada verbunkos, utilizada en Hungría durante el reclutamiento de tropas (para entusiasmar, imaginamos). Cuenta con al menos dos secciones contrastantes: una lenta, o lassan, y una rápida, o friska.

Rapsodia Húngara No 6, en Re bemol mayor
Descontada la aplastante presencia popular de la Rapsodia Húngara No 2 (en Do sostenido menor), la  No 6 es una de las más conocidas, incorporando en menos de siete minutos la pompa y lo lúdico, lo exótico y lo ostentoso, a la vez. Cuenta con cinco secciones, marcadas: Tempo giusto, Presto, AndanteAllegro y Presto.
La pieza es altamente exigente. El Presto final ilustra el extraordinario virtuosismo con que el maestro contó para provocar desvanecimientos y reyertas varias por media Europa.
En oposición, la obra responde exactamente al tipo de pieza que durante un tiempo permitió etiquetar erróneamente a Liszt solo como un pianista virtuoso.

La versión es de la pianista ucraniana Anna Fedorova.


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jueves, 25 de julio de 2019

Puccini: La Boheme - "O soave fanciulla"

Una magistral lección de canto

Menos de quince minutos le tomó a Rodolfo enamorarse de Mimí, y a Mimí enamorarse de Rodolfo. Es la magia de la ópera, el acto mágico que cierra con el bellísimo dúo con que finaliza el Acto I de La Boheme, ópera en cuatro actos con música de Giacomo Puccini, estrenada en Turín el 1 de febrero de 1896, con la dirección de Arturo Toscanini.
Por esas fechas, el autor tenía 38 años, y hacía tres había estrenado con gran éxito Manon Lescaut (1893). Más tarde vendrían Tosca (1900), Mme Butterfly (1904) y Turandot (inacabada, 1926), entre otras.

La Boheme retrata a un grupo de artistas que malviven en el Barrio Latino de París, alrededor de 1830, sacrificando sus vidas por el arte.
Gran parte de la obra es original, pero la idea básica tiene origen en la novela (o colección de viñetas, más bien) por entregas "Escenas de la vida bohemia", del escritor francés Henry Murger, publicada en un periódico a lo largo de cinco años, a mediados de siglo.

Cuatro artistas conforman el grupo de bohemios, cada uno con su inquietud intelectual propia: Rodolfo es poeta; Marcello, pintor; Colline estudia filosofía; Schaunard es músico. Habitan una buhardilla en un edificio del barrio latino. A ellos se suman la cantante Musetta, y una frágil e ingenua costurera llamada Mimí, que vive en el mismo edificio.

Giacomo Puccini (1858 - 1924)
Es un frío invierno. Después de intentar inútilmente entrar en calor, los amigos deciden salir a beber algo. Pero Rodolfo, el poeta, debe trabajar. Los acompañará más tarde. Un golpe en la puerta le interrumpe. Es una joven, quien solicita ayuda para encender nuevamente su vela, que se le ha apagado. Al irse, olvida su llave. Regresa a buscarla. Ambas velas se apagan, y aquí comienza la magia. Deben buscar la llave a oscuras. Sus manos se encuentran, y en un par de minutos se cuentan su vida entera. Rodolfo canta Che gelida manina (Qué manita más fría). Mimí se presenta, cantando Si, mi chiamano Mimi (Me llaman Mimí).

Han encontrado el amor. Ambos cantan el dueto que inicia Rodolfo con las palabras O soave fanciulla (Oh, dulce niña), confesándose el uno al otro su amor recién descubierto. Así, enamorados, se unirán al grupo de amigos. Abandonan el cuarto. Los últimos compases se cantarán fuera de escena, magníficamente.

La versión es de Renata Scotto y Luciano Pavaroti. Torino, Italia, 1996.


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miércoles, 17 de julio de 2019

Beethoven: Missa Solemnis - Sanctus & Benedictus


Descontada su participación en 1783, a los trece años de edad, como intérprete de viola en la orquesta de la corte del príncipe elector de Colonia, Ludwig van Beethoven nunca trabajó a tiempo completo para un gobernante, o bajo el alero de un noble, o de una institución religiosa. De ahí, entonces, que su producción de música sacra sea relativamente escasa. Aparte de un oratorio en idioma alemán, Cristo en el Monte de los Olivos, de 1803, solo dos misas completas enteran su producción religiosa: la misa en Do mayor, de 1807, y la Missa Solemnis en Re mayor, de 1824, escrita a un tiempo con la Novena Sinfonía.


Si bien no descansó en un patronazgo particular, a Beethoven no le faltaron los amigos nobles. Y aunque nunca lo haya solicitado, en 1809 tres de ellos se comprometieron a otorgar a Beethoven una pensión anual de 4.000 florines, con la única exigencia de que permaneciera en Viena, dedicado a componer. Algunas de estas envidiables relaciones se habían iniciado en el plano de maestro y pupilo. Es el caso del hermano del emperador Francisco I, el archiduque Rudolph Johann Joseph Rainer, quien luego de comportarse como aplicado alumno, devino más tarde el mayor benefactor de Beethoven, convirtiendo al maestro en el primer artista y compositor independiente de la historia.

Rodolfo de Austria (1788-1831)
En 1819, el mentado archiduque fue distinguido como el próximo arzobispo de la ciudad de Olmütz, en Moravia, cargo que debía asumir en marzo del año siguiente. Un año tenía el maestro para escribir la obra de homenaje a su generoso benefactor y admirador. Una misa, una gran misa, le pareció la ofrenda adecuada para ocasión tan solemne.

Para la época, Beethoven tenía cincuenta años, estaba solo, estaba sordo, y vivía suplicando el cariño de su sobrino Karl, de quien era tutor. Por si fuera poco, se había comprometido con la Sociedad Filarmónica de Londres para la composición de una nueva sinfonía (la Novena). De modo que la gran misa no alcanzó a estar terminada para la ocasión. El arzobispo debió conformarse con una misa escrita por Hummel.
No sabemos si el maestro se disculpó. Lo cierto es que continuó trabajando, imperturbable, en la Novena, las tres últimas sonatas y los últimos cuartetos, junto con la misa.
La obra no estuvo completa sino hasta principios de 1823. Finalmente, la premiére tuvo lugar el 7 de mayo de 1824, en San Petersburgo.

Misa para solistas, coros y orquesta en Re Mayor, Missa Solemnis, Op. 123
Destinada la obra a despertar e instilar sentimientos religiosos en los intérpretes así como en la audiencia, Beethoven fue capaz de combinar la liturgia católica con una gran expresividad dramática, convirtiéndola en "la producción más grande salida de mi mente", en palabras del mismo Beethoven.
La misa completa con las secciones habituales de la liturgia católica: Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus, Benedictus, Agnus dei, dura aproximadamente una hora y media. Se presentan aquí los trozos Sanctus y Benedictus, este último, su momento más emotivo, según los estudiosos.

La versión es de la Royal Philharmonic Orchestra y el coro London Philharmonic con la participación solista de tenor, bajo, soprano y alto, todos bajo la dirección de Sir Gilbert Levine.


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domingo, 14 de julio de 2019

Schubert: Fantasía para piano a 4 manos


En poco más de dieciocho años, Franz Schubert fue capaz de escribir casi un millar de obras. En esta casi milagrosa abundancia que presenta su catálogo, destaca una cincuentena de piezas escritas para ser interpretadas por dos músicos al piano: son sus piezas para piano a cuatro manos.
Desde la Fantasia en Sol menor, de 1810 (cuando tenía trece años) hasta la Sonatina D 968 compuesta el mismo año de su muerte, Franz Schubert no cesó de componer obras en este formato y en muy diversos géneros, que van desde las transcripciones de obras orquestales propias hasta aquellas escritas en función de la naciente música de salón que comenzaba a encantar a una incipiente clase media que también quería hacer música en su propio hogar.

 

Los veranos de 1818 y 1819, Schubert, veinteañero, los pasó en el castillo de Szeliz, a unos 150 km de Viena, contratado como preceptor musical de las hijas del conde Johann Esterházy, primo del protector de Haydn.
Las niñas eran dos: Carolina de 13 años, y Maria, de 15. Con María, las clases eran más interesantes pues mostraba un nivel más avanzado que su hermana, pero al segundo verano el pequeño Schubert comenzó a interesarse sentimentalmente en Carolina que, claro está, ahora tenía catorce.

Condesa Carolina Esterházy
Pero su proverbial timidez le jugó en contra y no le permitió grandes avances en el campo de la seducción. Sin embargo, diez años más tarde, Franz recordará a su antigua alumna y dedicará a ella, Carolina Esterházy, ahora condesa de veinticuatro años, su obra maestra para piano a cuatro manos.

Fantasia para piano a cuatro manos, Op 103, en Fa menor
Fue compuesta entre enero y abril de 1828 y ejecutada por primera vez el 9 de mayo de ese año, con ocasión de una de las últimas "schubertiadas" celebradas con sus amigos, entre ellos el compositor Franz Lachner, quien hizo su parte en el piano, acompañando a Schubert.
Fue publicada póstumamente al año siguiente.

Nunca sabremos si la condesa Carolina accedió alguna vez a los requiebros de Franz, pero hoy no son pocos los intérpretes que han observado que no es para nada caprichoso oír en el anhelante dúo de amor de la sección central "la expresión idealizada de una relación que las diferencias sociales por sí solas hicieron imposible".

Considerado su mejor trabajo, entre muchos, para piano a cuatro manos, la obra está estructurada en cuatro movimientos que se interpretan sin pausa, conectados por una lírica melodía.

Movimientos:
I   Allegro molto moderato
II  Largo
III  Scherzo. Allegro vivace
IV  Finale. Allegro molto moderato

La versión es de los hermanos Lucas y Arthur Jussen, pianistas holandeses.


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