domingo, 27 de mayo de 2012

Beethoven: 9a Sinfonía - 10.000 cantantes



De entre todas las obras de Beethoven, la sinfonía N° 9 en re menor, llamada también "Coral", es la que presenta un proceso de preparación más largo. Su origen inmediato se remonta a 1817, cuando Beethoven recibe un encargo de la Sociedad Filarmónica de Londres para componer una pieza sinfónica.
La ocasión encuentra al maestro Ludwig, de 47 años, pasando por momentos difíciles. A su sordera, completamente declarada e irreversible, se suma la ardua batalla en la que está inmerso por conseguir la tutela de su sobrino Karl, hijo de su hermano Kaspar, muerto en 1815.

Pese a todo ello, para 1818, un año después del encargo, Beethoven tiene en mente la composición no de una sino de dos sinfonías. Para una de éstas que llamaría Sinfonía Alemana tiene previsto un final de carácter coral, pero la realidad dispone otra cosa y la producción musical toma otro rumbo. Ludwig se aboca a la Missa Solemnis, las últimas sonatas para piano y las Variaciones Diabelli. Cuatro años más tarde, en 1822, la Sociedad Filarmónica de Londres sugiere la firma de un contrato por el que Beethoven se compromete a dar cuerpo definitivamente al encargo que cinco años antes le había hecho la sociedad londinense.

De modo que Ludwig se puso serio y para 1823 ya tenía escritos tres movimientos de lo que iba a ser su novena sinfonía, la que iba adquiriendo gradualmente un carácter grandioso, lo que consolidó la idea de que la obra debía terminar con un coro. Poner música a la oda de Schiller An die Freude (A la alegría) era una antigua idea del maestro, y la magnificencia con que venían desarrollándose los primeros movimientos parecían reclamar las palabras del poeta alemán como el perfecto remate para el edificio monumental que venía construyendo.

Solo restaba salvar el asunto no menor de la transición entre los movimientos puramente instrumentales y el movimiento coral. Para ello, Beethoven encontró una solución genial: una "cita" breve de cada uno de los movimientos anteriores, confiados a violoncellos y contrabajos, y a continuación, casi como en un murmullo, la melodía más famosa del mundo encargada también a las cuerdas bajas, y que luego tomará toda la orquesta en un ambiente de entusiasmo después de que el solista anuncia: "¡Entonemos cantos más agradables y llenos de alegría!", palabras que Beethoven ha puesto antes de que comiencen las del poeta, su famosísima –Beethoven mediante– Oda a la Alegría.
El estreno de la obra símbolo del espíritu creador humano tuvo lugar en Viena el 7 de mayo de 1824.

La versión del movimiento coral que se presenta aquí cuenta con la participación de un coro de 10.000 cantantes. Yutaki Sado dirige la Sendai Philharmonic Orchestra, con ocasión de un homenaje a las víctimas del maremoto de marzo del 2011, en Japón.


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lunes, 21 de mayo de 2012

Liszt-Paganini: La Campanella



Grande debió haber sido la sorpresa de Carolyne de Saint-Cricq, una chica aristócrata de catorce años, cuando vio entrar a la sala de música a su profesor de piano, Franz Liszt, apenas un año mayor que ella. El preadolescente, célebre pianista, regresaba de una gira por Inglaterra, Francia y Suiza; había perdido recién a su padre, lo que lo obligaba a convertirse en el proveedor de la corta familia –él y su madre– ofreciendo lecciones a niñas aristócratas y de la alta burguesía, en el París de 1826.

Un contratiempo amoroso
Como era de esperar, Carolyne, la hija de un ministro de Carlos X, se enamoró prontamente de su joven maestro, y éste de ella. Fue un amor a primera lección pero sin desenlace venturoso. Previendo consecuencias fatales, el ministro acabó con la música y las lecciones. Franz cayó en depresión pero luego logró salir airoso de su primer –y quizás único– contratiempo amoroso. Al poco tiempo, fue capaz de continuar con sus exitosas giras por toda Europa, cosechando aplausos por doquier. Carolyne se casó, entretanto.

Encuentro con Paganini
Poco antes de encontrar el amor de verdad en la figura de Marie d'Agoult, el joven maestro tuvo la oportunidad de asistir en 1832 a un concierto que el violinista italiano Niccolo Paganini presentaba en la Opera de París. La experiencia constituyó para Franz una revelación de primer orden, y decidió trabajar intensamente en su instrumento con la firme determinación de lograr una perfección tan completa como la que mostraba el diabólico italiano con el violín.

Encuentro con Chopin
Por fortuna, a los pocos meses Liszt acudió a la Sala Pleyel a escuchar a un colega, otro joven que le llevaba tan solo un año, un polaco, Frédérik Chopin. Allí comprendió que la sola exhibición del dominio de un instrumento no era suficiente, y que también era posible inventar un mundo íntimo en el teclado de un piano. Y entendió que si Paganini componía para su violín, lo que él debía proponerse era escribir para el piano.

Estudios de ejecución trascendente
En los "Seis estudios de ejecución trascendente sobre Paganini", de 1838, Franz Liszt cumplió a cabalidad con aquel propósito. En el estudio N° 3, llamado La Campanella, basado en un tema del segundo concierto para violín de Paganini, Liszt se atrevió a responder a la escritura diabólica del italiano con una obra que constituye un logro avasallador por el valor intrínseco de la música resultante, más allá del mero virtuosismo.

La versión es de la pianista ucraniana Valentina Lisitsa.



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sábado, 12 de mayo de 2012

Chopin: Gran Vals Brillante



Frédérik Chopin compuso su primer vals cuando tenía 19 años. En total, entre 1829 y 1847 compuso catorce valses, seis de los cuales fueron publicados sólo después de su muerte.
Como es natural, o así nos parece ahora, estas piezas no están hechas para ser bailadas, pero eso no estaba tan claro en la primera mitad del siglo diecinueve. Y Chopin tuvo que hacerlo explícito, exigiendo que "no fuesen bailadas, pues no están destinadas a ello", anota en carta a uno de sus editores.

Tampoco le gustaba que fuesen consideradas "música de salón". Y con justa razón, pues es inútil buscar en los valses de Chopin el encanto de los valses vieneses. Durante su estancia en Viena, precisó en carta a un amigo "no tengo nada de lo que hace falta para imitar a Strauss o Lanner".
Sin embargo, el pianista, director y gran pedagogo franco-suizo Alfred Cortot (1877 - 1962) logra distinguir tres estilos en esta larga serie de valses que enhebran prácticamente toda la existencia musical de Frédérik. Están los valses "alusivos" en que la forma musical languidece ante la poesía que encierran; los valses que ¡oh, sorpresa! el mismo Cortot llama "valses de salón" con el perdón de Chopin, destinados al ensueño de los oyentes; y last but not least, los valses "brillantes" que, siguiendo a Cortot, abren paso a la evocación de los salones de baile donde las parejas giran, vehementes, a pesar de los deseos de Frédérik.

Gran Vals Brillante Opus 18
El Gran Vals Brillante en mi bemol (designación del editor) del opus 18, es el primero en ser editado pero fue compuesto al menos después de otros cinco, en París, en 1834. Es, probablemente, uno de los más conocidos y populares, para el público, y una pequeña joya apta para exhibir un lucimiento cómodo, para los pianistas. Un biógrafo de Chopin lo califica acertadamente de "piafante" y "empenachado". Su conclusión, brillante desde luego, enarbola un accelerando que dejaría sin aliento a quienes, audaces e ingenuos, se les ocurriera bailarlo.
La versión, que en mi modesta opinión, con una pizca menos de velocidad habría resultado impecable, pertenece a la bella pianista rusa Valentina Igoshina.

[Agregado el 08.09.2014]
He debido reemplazar a Valentina Igoshina por otra Valentina, porque el video ha sido retirado de Youtube. La nueva versión es de la excelente pianista ucraniana, Valentina Lisitsa, a la velocidad correcta, a mi entender.



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jueves, 10 de mayo de 2012

Saint-Saëns: Rondó capriccioso


La violinista Janine Jansen, cuando era morena

El compositor romántico francés Camille Saint-Saens, nacido en París en 1835, además de niño prodigio, fue un ser afortunado. Se le pronosticó una salud menesterosa, sin embargo se las ingenió para vivir hasta los 86 años, ocurrencia casi insólita para la época.
Camille había aprendido a leer a los tres años. Como buen niño prodigio hizo su primera presentación pública a los cinco años y a los diez dio su primer recital de piano. Esto en el ámbito de la música, naturalmente. Pero Camille era multifacético. En la adolescencia se interesó por la botánica y la arqueología. Luego se convirtió en un experto matemático. Más adelante y ya adulto se interesó en otros y variados temas: la acústica, las ciencias ocultas, el teatro romano y los instrumentos antiguos.

Camille Saint-Saëns (1835 - 1921)
También escribió un trabajo filosófico, donde sostenía que el arte y la ciencia reemplazarían a la religión. Fue poeta, asimismo. Como si todo esto fuera poco, fue miembro de la Sociedad Astronómica de Francia, donde dio algunas conferencias sobre espejos astronómicos. Luego se confeccionó un telescopio según sus propias especificaciones. Su pasión por la astronomía quizá lo llevó un poco lejos porque ya mayorcito planificaba sus conciertos de acuerdo con eventos astronómicos, como por ejemplo, los próximos eclipses de Sol.

Todas estas ocupaciones no le impidieron transformarse en el músico autor de más de trescientas obras, entre las que se cuentan óperas, música orquestal, de cámara, conciertos para diversos instrumentos y orquesta, transcripciones para piano solo de diversos autores, además de música sacra y coral. Entre la música para violín y orquesta, destacan sus dos conciertos, la Havanaise y el Rondó caprichoso.

Introducción y Rondó capriccioso
El año 1859, cuando tenía apenas quince años, otro niño prodigio, del violín, Pablo de Sarasate, había solicitado a Saint-Saens la composición de un concierto para ese instrumento, petición que Camille cumplió con la publicación de su Concierto N° 1 en La menor. Muy satisfecho con el trabajo de Camille, cuatro años más tarde Pablo volvió a la carga y le pidió otra pieza para violín y orquesta, si fuera posible en un estilo que evocara el espíritu de la danza española, tendencia muy de moda entre los románticos franceses de la época (para muestra, dos botones: Edouard Lalo, Georges Bizet). Saint-Saens cumplió a cabalidad con el pedido y el resultado es la bella pieza Introducción y Rondó capriccioso en La menor, estrenada por Sarasate en París en 1867.
La versión es de la impetuosa violinista holandesa Janine Jansen, acompañada por la Filarmónica de Berlín, conducida por el director estonio Neeme Jarvi. Sorprendentemente, la pieza comienza con la Introducción; en el minuto 1:35 toma vuelo para dar paso al ágil rondó.


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martes, 8 de mayo de 2012

Verdi: Rigoletto - "Caro nome"



No fueron pocas las dificultades que Giuseppe Verdi tuvo que sortear antes del estreno de su ópera Rigoletto en el teatro La Fenice, en 1851. La obra teatral sobre la cual está inspirada pertenece a Victor Hugo. Con el título Le Roi s'amuse, la obra ponía en escena a un rey seductor cínico e inmoral, y por lo mismo, llevaba veinte años prohibida en Francia y continuaría así por otros treinta más. Pese a que era el mismo teatro La Fenice el que había solicitado a Verdi una nueva obra, parecía difícil poder representarla en Venecia, debido a la censura.

Con mucha prudencia, Verdi y su libretista, Francesco Maria Piave, se trasladaron a Busetto, ciudad natal de Verdi, para trabajar fuera de la vista y oídos de los censores. No sirvió de mucho porque tres meses antes del estreno, la censura llegó hasta allá en formato carta:
"El Gobernador militar de Venecia, señor Gorzowsky deplora que el poeta Piave y el célebre músico Verdi no hayan sabido escoger otro campo para hacer brotar sus talentos que el de la repugnante inmoralidad y obscena trivialidad del libreto titulado La maledizione. Su excelencia ha dispuesto pues vetar absolutamente la representación... y se advierte abstenerse de cualquier ulterior insistencia al respecto."
Uniendo seso, cordura y sabiduría con buena voluntad, Giuseppe y su libretista decidieron hacer algunas modificaciones al libreto. Partiendo por el título, que se cambió a Rigoletto (del francés rigoler - reír), luego el rey de Francia pasó a ser un duque que gobierna Mantua (el ducado de marras ya no existía), y como más vale pasarse que quedarse, el duque pasó a formar parte de la familia Gonzaga, de la cual nadie se acordaba pues se había extinguido en Italia hacía ya muchos años. El censor aprobó la representación.

Caro nome
El aria pertenece a la escena II del acto I. La chica engañada (siempre hay una), de nombre Gilda, hija del bufón Rigoletto, acaba de conocer en la iglesia a un joven formal, circunspecto y respetuoso, de quien se enamora y que se ha identificado como estudiante, estudiante pobre para más señas. En realidad, se trata del cínico y malvado duque. Gilda canta rememorando el nombre falso que éste le ha dado: Gualtier Maldé. Caro nome (querido nombre), le dice, para colmo.
Canta la soprano rusa Ekaterina Bakanova, en una representación en Austria para el Opera Festival de St. Margarethen, donde, según se ve, no se escatimaron gastos.


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domingo, 6 de mayo de 2012

George Gershwin: Tres Preludios



Cuando George Gershwin vio la luz en América, en 1898, el gran país del norte comenzaba a despuntar como potencia poderosa y expansionista. Acababa de arrebatarle a España sus últimas posesiones en El Caribe y las Filipinas, e iba camino de convertirse en la gran potencia imperialista del siglo veinte. El país se afincaba territorialmente y al mismo tiempo, miles de emigrantes se acercaban a América del Norte debido a la onda expansiva de la Revolución Industrial en el continente europeo.

Procedente de San Petersburgo, la familia Gershovitz llegó a la tierra prometida en la segunda mitad del siglo XIX, y al poco tiempo, en un afán comprensible de integración, americanizó su apellido cambiándolo por Gershwin. Sus hijos serán George e Ira, el primero músico y pianista, el segundo, letrista de las canciones de su hermano menor.

George Gershwin (1898 - 1937)
Las tres piezas breves conocidas como Preludios –y que deben entenderse como una obra única– fueron estrenadas en 1926, un año después del estreno del Concierto para piano. Se convirtieron inmediatamente en un éxito indiscutible, pues calzaban a la perfección con el ambiente "simultaneísta" que pregonaba la integración del jazz con la música llamada seria, tarea que, en opinión de sus contemporáneos, solo George Gershwin estaba en condiciones de llevar a cabo. Así lo había demostrado rotundamente con su Raphsody in blue, de 1924.

La versión es de Krystian Zimerman. Cada uno de estos tres preludios no dura más de dos minutos. En el video, el resto son aplausos entre preludio y preludio. El segundo preludio, una melodía lenta y melancólica, permite que un blues haga las veces de un adagio en esta pequeña obra maestra de la que, dicho sea de paso, se han hecho transcripciones para orquesta, una de ellas, surgida del magín de Arnold Schönberg.

 

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