Monumento a Chopin, en Varsovia. (Su escala es enorme, a la izquierda hay unas personas sentadas en un banco) |
En compañía del autor de I Puritani, Vincenzo Bellini, con quien había hecho amistad y al que admiraba profundamente, Frédéric Chopin viajó en julio de 1835 a la localidad de Enghien, al norte de Francia, a "tomar los baños", obligación que la enfermedad imponía a todo tuberculoso, o a todo aquel que iba en camino de serlo.
A los pocos días recibió allí una carta de sus padres, en que le anunciaban su próxima llegada a Karlsbad, distante unos tres días de viaje. Chopin no veía a Nicolás y a su madre desde que había abandonado Varsovia, en dirección a Viena, hacia cinco años. Y habían sido precisamente sus padres quienes le habian sugerido que no regresara a Polonia, luego que Varsovia capitulara ante el avance de las tropas rusas, el 8 de septiembre de 1831.
La familia Chopin, en Karlsbad
Con pocas horas de diferencia, Frédéric y sus padres llegan a Karlsbad el mismo día, el 16 de agosto de 1835. Serán tres semanas de desbordante alegría y exaltación afectiva. Chopin padre garabatea un par de notas a sus hijas, que se han quedado en Varsovia, relatándoles la dicha. Frédéric decide agregar una posdata para sus hermanas:
"Nuestra alegría es inexpresable. Nos abrazamos y seguimos abrazándonos... Paseamos, tomamos a vuestra madre del brazo, hablamos de vosotras, bebemos, comemos juntos, bromeamos. Me siento colmado de gozo."La estancia llega a su fin y los padres deben emprender el regreso a Varsovia. Ni ellos ni Frédéric lo saben, pero éste es el adiós definitivo. No volverán a verse.
Poco después de la despedida, Frédéric enrumbó a París y en el camino se detuvo en Dresde, a pasar unos días con la familia Wodzinsky. Allí estaban sus amigos de infancia, los niños Wodzinsky, y entre ellos, la joven Maria.
Pasa una semana con ellos y todo va de maravillas. Los tres hermanos varones no ven con malos ojos que su antiguo compañero de juegos y ahora pianista talentoso y refinado artista, pueda desposar en un futuro no lejano a su hermana Maria.
Ha sido el año de los afectos. A mediados de octubre Frédéric está de vuelta en París, dichoso.
Nocturno Op. 27 N° 2
Los dos nocturnos del opus 27 fueron compuestos en 1835, en París, probablemente antes del viaje a Karlsbad. El más conocido y apreciado por el público es el N° 2, que escuchamos aquí en versión de la pianista rusa Yulianna Avdeeva.
En mi modestísima opinión, este nocturno probablemente sea el único que pueda iniciarse y mantener su sencilla belleza sin necesidad de cambio armónico durante cuatro compases y algo más. En los primeros 25 segundos los arpegios de la mano izquierda no abandonan el acorde de re bemol mayor.
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