Puede que pocos de nosotros conozcamos a Cécile Chaminade, pero la Reina Victoria sí la conocía. Y bastante. En 1892 la invitó al Castillo de Windsor para escucharla. Para escuchar a una gran dama pianista y compositora que por aquellos años desarrollaba una exitosa carrera, y era ampliamente conocida en Europa y en los Estados Unidos. Sus partituras breves, más sencillas, se vendían como pan caliente en ambos continentes, dando lugar incluso a la creación de numerosos Clubes Musicales Chaminade en EEUU. En 1913 se convirtió en la primera mujer compositora en recibir la Legión de Honor de la nación francesa.
Surge entonces la pregunta: ¿Y por qué hoy la recordamos tan poco?
Bien, digamos que su carrera enfrentó dificultades que hoy llamaríamos "multifactoriales". Fue una mujer en un mundo dominado por hombres. Fue francesa en un mundo musical dominado por los alemanes. Y fue una compositora de música de salón en una era dominada por músicos vanguardistas.
"Su música tiene cierta delicadeza y gracia femeninas", soltó un crítico tras un concierto en el Carnegie Hall en 1908, "pero es increíblemente superficial... Aunque las mujeres puedan votar algún día, nunca aprenderán a componer nada que valga la pena".
Cécile Chaminade (1857 - 1944) |
Tema y variaciones, Op. 89
Publicado por primera vez en 1898, no se trata de un conjunto formal de variaciones, sino más bien de una narración continua de dos ideas melódicas atractivamente armonizadas en texturas de teclado cada vez más complejas, que culminan en una especie de "efecto a tres manos" con un trino pedal que asoma entre ambas manos en la parte media del teclado, célebre textura utilizada por Beethoven en el final de la sonata Waldstein, y por Tchaikovsky en la cadencia del primer movimiento de su Concierto No 1 para piano.
Ni más ni menos.
La versión es del pianista holandés Bas Verheijden.