lunes, 23 de agosto de 2021

Chaminade: Tema y variaciones, para piano


Puede que pocos de nosotros conozcamos a Cécile Chaminade, pero la Reina Victoria sí la conocía. Y bastante. En 1892 la invitó al Castillo de Windsor para escucharla. Para escuchar a una gran dama pianista y compositora que por aquellos años desarrollaba una exitosa carrera, y era ampliamente conocida en Europa y en los Estados Unidos. Sus partituras breves, más sencillas, se vendían como pan caliente en ambos continentes, dando lugar incluso a la creación de numerosos Clubes Musicales Chaminade en EEUU. En 1913 se convirtió en la primera mujer compositora en recibir la Legión de Honor de la nación francesa.


Surge entonces la pregunta: ¿Y por qué hoy la recordamos tan poco?

Bien, digamos que su carrera enfrentó dificultades que hoy llamaríamos "multifactoriales". Fue una mujer en un mundo dominado por hombres. Fue francesa en un mundo musical dominado por los alemanes. Y fue una compositora de música de salón en una era dominada por músicos vanguardistas.

"Su música tiene cierta delicadeza y gracia femeninas", soltó un crítico tras un concierto en el Carnegie Hall en 1908, "pero es increíblemente superficial... Aunque las mujeres puedan votar algún día, nunca aprenderán a componer nada que valga la pena".

Cécile Chaminade (1857 - 1944)
Mirar por encima del hombro la música de salón –como hacían sus críticos– era mirar por encima del hombro a la clase media –lo que también hacían sus críticos. Pero, dejando de lado ese esnobismo ingenuo, no hay duda de que sus dotes como melodista y compositora de música para el piano eran excepcionales.

Tema y variaciones, Op. 89
Publicado por primera vez en 1898, no se trata de un conjunto formal de variaciones, sino más bien de una narración continua de dos ideas melódicas atractivamente armonizadas en texturas de teclado cada vez más complejas, que culminan en una especie de "efecto a tres manos" con un trino pedal que asoma entre ambas manos en la parte media del teclado, célebre textura utilizada por Beethoven en el final de la sonata Waldstein, y por Tchaikovsky en la cadencia del primer movimiento de su Concierto No 1 para piano.
Ni más ni menos.

La versión es del pianista holandés Bas Verheijden.

jueves, 19 de agosto de 2021

Chopin: "Bolero"


A principios de la década de 1830, la danza de origen español llamada "bolero" ya se había convertido en una danza popular en París. Son precisamente los años en que Chopin arriba a la Ciudad Luz para establecer allí su residencia definitiva, en 1831. De modo que no resulta para nada extravagante que el músico polaco haya decidido componer una pieza de remembranzas españolas en 1834, apenas a tres años de haberse afincado allí y sin haber puesto nunca un pie en España, cosa que solo hará en 1838, en compañía de la Sand y su hijos, en el célebre pero ominoso viaje a Mallorca.

Una gran amiga de George Sand, y visita frecuente en su villa de descanso, fue la soprano Pauline Viardot, hija de un famoso tenor español. Cuando niña, Pauline había estudiado para ser pianista pero la familia terminó decidiendo que era preferible orientarla hacia el canto. Era más sencillo y mejor visto. 

De modo que en las veladas en Nohant no faltó la oportunidad para que Frédérick y Pauline, o tocaran a dúo, o Pauline cantara, acompañada de Frédérick. Así también, se cuenta que fue Pauline quien entusiasmó a Chopin con los aires españoles, si bien el bolero ya había sido compuesto.

Pese a lo dicho, los estudiosos señalan que Bolero respira más aires italianos que españoles. Y, por supuesto, es una pieza más de aquellas en las que Chopin no puede desprenderse de sus raíces polacas. Por lo mismo, algunos especialistas la describen también como una polonesa disfrazada, o como un bolero "a la polonaise". 

Si español, italiano o polaco, lo cierto es que el compositor polaco muestra en ocho minutos toda la gama expresiva del teclado en color y atmósfera.

El único "bolero" que Chopin escribió está dedicado a una alumna, Mademoiselle la Comtesse Emile de Flahaut, de 14 años. 

La versión es del pianista austriaco Ingolf Wunder, ganador del II Premio en el Concurso Internacional de Piano Frédéric Chopin, en Varsovia, el año 2010.