viernes, 29 de marzo de 2019

Charles Gounod: Marcha Fúnebre por una Marioneta


El compositor francés Charles Gounod entró al Conservatorio de París a los 18 años, y a los 21 ya iba camino a Roma como alumno laureado con el codiciado Prix de Rome. Allá se enfocó en la música sacra del siglo XVI, con tal intensidad que consideró la posibilidad de hacerse sacerdote. Pero finalmente, ganó la música.
Al regreso, el autor se topó en París con la mezzo-soprano Pauline Viardot, reputada diva en el medio artístico quien le aseguró el encargo de su primera ópera, Sapho, por parte de la Ópera de París. Fue el inicio de su carrera como autor de óperas, con Fausto y Romeo y Julieta las más destacadas y por las que hoy es recordado, amén del más célebre de los Ave Maria, aquel construido sobre el primer preludio del Clave Bien Temperado de Bach.


Pero iba a llegar la guerra. Entre 1870 y 1874 (ya sobrepasados los 50 años) Gounod vivió en Inglaterra, huyendo de los trastornos de la guerra franco-prusiana. Mientras estuvo allá compuso mucha música, principalmente religiosa. Pero también se dio el tiempo para componer una breve pieza para piano, de carácter ligero, si bien, curiosamente, se trata de una marcha fúnebre.
En 1872 Gounod inició la escritura de una suite para piano que llamó Suite Burlesque, una obra satírica destinada a hacer mofa de la personalidad de un crítico musical de la época. Gounod escribió la primera pieza, Marcha Fúnebre por una Marioneta, pero el crítico murió, y Gounod abandonó la suite.

Caricatura de Charles Gounod (1879) 
(1818 - 1893)
El renacer, Hitchcock mediante 
Más tarde, reconociendo su popularidad, Gounod la orquestó en 1879. Otros, hicieron de ella arreglos para diversos instrumentos. En la primera mitad del siglo XX fue grabada muchas veces, incorporada al cine, y usada como cortina musical en variados programas radiales, y luego, televisivos. Según cuenta Alfred Hitchcok, la escuchó por vez primera en una película de 1927. Le encantó, y treinta años más tarde decidió incorporarla como tema musical en su serie de televisión Alfred Hitchcock Presenta, iniciada en 1955. A partir de esa intervención, la pequeña obra adquirió gran popularidad, aunque nadie fuera capaz de identificar a su autor, experiencia similar a la vivida por la obertura de Guillermo Tell de Rossini, dada a conocer al gran público por la serie El Llanero Solitario.

Marcha Fúnebre por una Marioneta
La pequeña obra, que con menos de cinco minutos de duración jamás ha perdido su encanto, cuenta además una historia:
La marioneta ha muerto en un duelo sostenido con otro miembro de la compañía de marionetas, y comienza la procesión funeraria en dirección al cementerio, en ritmo de marcha, naturalmente. A poco de avanzar la pieza, la música adquiere un carácter más alegre porque algunos miembros de la procesión, agotados por la marcha, buscan alivio en una posada del camino donde beben algo, comentando las muchas virtudes del difunto. Al rato, vuelven a integrarse a la procesión, que ya está entrando al cementerio, otra vez en tiempo de marcha. El cierre definitivo de las rejas, más tarde, invita a una reflexión sobre la brevedad y las fatigas de la vida, incluso cuando se es una marioneta.

La versión es de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, dirigida por Óliver Díaz.


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lunes, 25 de marzo de 2019

Ravel: Miroirs - "Alborada del gracioso"


Grande fue la sorpresa de Manuel de Falla cuando en el verano de 1907 Maurice Ravel le contó en París que el único vínculo que tenía con España era haber nacido cerca de la frontera. En la ocasión, Ravel y su íntimo amigo el pianista catalán Ricardo Viñes habían tocado para él una versión a cuatro manos de su último trabajo, la célebre Rapsodia Española.
De Falla quedó muy asombrado por el carácter español de la pieza y entonces hizo la pregunta, cuya respuesta le asombró más todavía. En efecto, Ravel nació en los Bajos Pirineos, en Cibure, una pequeña comuna francesa que por poco no quedó en España. Su madre, una mujer de exquisita conversación, era de origen vasco y había pasado su juventud en Madrid. Todo obedecía a la herencia materna.


Pero la Rapsodia no era el primer coqueteo de Ravel con los aires españoles. Y tampoco sería el último. Hacía dos años había terminado Miroirs, una suite para piano de cinco movimientos, cuya cuarta sección tituló, en español, Alborada del gracioso. Las cinco piezas están dedicadas a otros tantos amigos, todos miembros de un grupo de artistas, músicos y poetas que se reunían bajo la denominación de Societé des Apaches, término acuñado por el pianista Viñes para significar una cofradía de artistas marginados o proscritos o sencillamente parias.

Maurice Ravel (1875-1937)
Viñes fue también quien estrenó Miroirs en 1906, en la sala Érard, de París. Posteriormente, a pedido de Sergei Diaghilev, creador de los ballets rusos, Ravel orquestó La Alborada... con gran éxito; y es así, en su versión sinfónica, como se ha hecho más conocida, pero de vez en cuando, un atrevido pianista se enfrenta, con arrojo, a la Alborada, en un encore.

Alborada del gracioso
La breve obra, desde luego, está escrita en la vena popular española, y su título muy español merece unas palabras. Por alborada entendemos un canto a la hora del alba; y el gracioso es el personaje ingenioso y socarrón del teatro de comedia español del Siglo de Oro que guiña el ojo al espectador en busca de su complicidad.

En sus siete minutos de extensión, exige un considerable virtuosismo. Está dedicada al crítico musical M.D. Calvocoressi, quien escribió de ella con gran admiración, señalándola como "un gran scherzo independiente a la manera de Chopin o Balakirev... el humor y la vivaz fantasía de La Alborada merecen el más grande de los elogios."

La versión es del pianista ucraniano Vitaly Pisarenko, ganador del Concurso Internacional Franz Liszt, en 2008.


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viernes, 22 de marzo de 2019

Schubert: Sinfonía No 8, "Inconclusa"


A la Sinfonía en Si menor, de Franz Schubert, se le asigna por tradición, equivocadamente, el número 8 cuando le corresponde en verdad el número 7. Y se le llama Sinfonía Inconclusa porque tiene dos movimientos aunque nada hace pensar que Schubert tuviera en mente agregar un tercero, para completarla. Nunca fue estrenada en vida del compositor y las audiencias solo supieron de ella casi cuarenta años después de la muerte del pequeño Franz. Son estas consideraciones parte del misterio que rodea la creación de esta sinfonía, considerada por los estudiosos como la primera gran sinfonía romántica.


Los años 1818 a 1822-23 fueron críticos para Franz, creativamente, y también íntimamente. En febrero de 1818 terminó la Sexta Sinfonía y en 1822 se embarcó en la Fantasía Wanderer. En ese lapso de cuatro años, el pequeño Franz, a quien lo caracterizaba cierta tendencia a dejar las cosas para más tarde, comenzó y abandonó una docena de obras de gran calado, entre las cuales, desde luego, se inscribe la sinfonía llamada hoy "inconclusa", comenzada en el otoño de 1822 y dejada de lado a comienzos de noviembre.

El pequeño maestro comenzó a escribir la sinfonía sin comisión de por medio, sin programa inmediato de difusión, y nunca hizo mención a ella en su correspondencia. Escritos los dos primeros movimientos, boceteó al reverso de la última página, un trio y un scherzo. Y eso fue todo. Nunca más retomó el trabajo. Y claro, le quedaban tan solo seis años de vida.

Franz Schubert (1797 - 1828)
El desafío
Las razones del abandono se han discutido ampliamente. Por un lado, se aduce una gran decepción del compositor, al no poder avanzar en los bocetos del scherzo de un modo que estuviera a la par de los dos magníficos movimientos anteriores, ya orquestados. Era ese un desafío beethoveniano, la construcción de un finale grandioso. No hay que olvidar que para esos años el maestro de Bonn ya había escrito casi todas sus sinfonías, logro que Schubert no podía dejar de observar.

La sífilis
A fines de 1822, por otro lado, el pequeño Franz contrajo la sífilis, enfermedad de escaso glamour a la que acompañan traumas físicos y emocionales. La enfermedad lo incapacitó completamente, y es cuando abandona la tarea. Para la primavera del año siguiente recién había recobrado algo de sus fuerzas. Fue aceptado como miembro honorario de una sociedad musical y envió los dos primeros movimientos en señal de reconocimiento. La obra fue guardada en un escritorio y pronto fue olvidada. Languideció allí hasta 1860, cuendo fue "redescubierta". Se estrenó finalmente el 18 de dicembre de 1865, en Viena.

La IA
En nuestro tiempo, iniciado ya hace rato el siglo XXI, nos informan los periódicos que un computador habría terminado la sinfonía inconclusa del maestro Schubert. Habrá que verlo, y oírla.

Sinfonía en Si menor, No 8 - Movimientos
Sorprendentemente, sus dos únicos movimientos bastan por sí solos para otorgar categoría de obra maestra a la sinfonía y hacer olvidar la existencia de cualquier otro fragmento.
00:00  Allegro moderato – Su carácter claramente romántico hizo decir a un célebre musicólogo: "Después de algunos compases de introducción, el clarinete y el oboe comienzan al unísono un dulce canto sobre el suave murmullo de los violines. Una exclamación en voz baja recorre la sala: ¡Schubert!"
18:06  Andante con moto – Aquí, los contrastes de tempo y dinámica son más acusados. Menos violento y dramático que el primero, este movimiento no deja de tener rasgos íntimamente trágicos, que hicieron a otro estudioso, algo sobregirado quizá, proclamarlo como "una premonición de la tumba."

La versión es de la Frankfurt Radio Symphony Orchestra, conducida por el director alemán Christoph Eschenbach.


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jueves, 21 de marzo de 2019

J. S. Bach: "Ofrenda musical"


Durante siete años, Carl Philipp Emanuel, segundo hijo de Bach, tuvo que soportar la agobiante solicitud de su patrón para que extendiera una invitación a su padre, a fin de escuchar al viejo maestro en vivo (no había otro modo) en la corte de Potsdam. En 1740, Carl Philipp había llegado a la corte del rey de Prusia, Federico II El Grande, así apodado por sus habilidades en el arte militar (entre otras artes, como tocar la flauta). Desde entonces fungía de clavecinista de corte y músico de cámara, mal pagado y flemáticamente explotado por Federico, quien tenía por hábito solicitar a Carl Philipp el obligado acompañamiento para la expresión de su mundo interior, a cualquier hora del día y de la noche.


El padre de la armonía moderna, de 62 años, dejó Leipzig y llegó finalmente a Potsdam, el 7 de mayo de 1747. Gozoso, Federico II el Grande escoltó al maestro por pasillos y habitaciones de la residencia real de Sanssouci, haciéndole detenerse en cuanto teclado encontraron en el camino, e invitándolo a improvisar en ellos una fuga sobre un tema que el rey reclamó de su invención. Dos meses permaneció allí Bach en compañía de su hijo, y de Federico.
Tras regresar a Leipzig, el maestro revisitó el tema de Federico. Lo expandió, le sumó ideas, lo vistió de formas diversas y dedicó el resultado de todo ello al monarca. Dos meses más tarde lo publicaba.

"Ofrenda musical", BWV 1079
En su forma final, el conjunto de piezas está conformado por diez cánones, una sonata a trio (para flauta –desde luego–, violín y bajo continuo) y dos ricercares (palabra antigua para las fugas). La obra responde a una suerte de obsesión de Bach en la última década de su vida: la escritura de trabajos cíclicos, a gran escala, donde explorar exhaustivamente las posibilidades contrapuntísticas de un tema breve y sencillo.
El maestro ya había incursionado en ello, brillantemente, en las Variaciones Goldberg, de 1741-42. Y al momento de la Ofrenda, trabajaba simultáneamente en El Arte de la Fuga, su acto de despedida en esta notable pasión otoñal.

La recepción de parte de Federico parece haber imitado, tristemente, la suerte de los Conciertos de Brandenburgo. Federico se fue a la guerra poco después de haber recibido las partituras, y hasta hoy se desconoce si le encantaron o no, o si alguna vez tocó la sonata en su flauta traversa, acompañado de Carl Philipp Emanuel, naturalmente.

Bach no especificó instrumentación alguna para las fugas y cánones. Se acostumbra tocarlas en instrumentos de teclado, pero también pueden ser ejecutadas en otros. En 1935 las orquestó el compositor Anton Webern.

Ricercar a seis
La performance completa de la obra toma aproximadamente un hora. Se presenta aquí la sección Ricercar a 6 (fuga a seis voces) de ocho minutos de duración, en versión del pianista israelí Asaf Kleinman, en el día del cumpleaños del maestro, que hoy habría cumplido 334 años.


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martes, 19 de marzo de 2019

John C. Adams: "Lollapalooza", 1995


"Lollapalooza", lo sabemos, es el nombre de un festival musical nacido en los Estados Unidos en 1991. Originalmente ofrecía bandas de rock alternativo, también indie y punk rock. Por los años 2005 se internacionalizó ampliando la oferta de grupos y estilos musicales. Chile, un pequeño país de América del Sur, tuvo, digamos, el honor, de ser el primer país del mundo adonde llegó el festival, en 2010. Hoy, los chilenos sabemos que a fines de marzo, todos los años, tenemos festival en Santiago, y entonces los medios nos bombardean con la palabra, harto rara para nuestros oídos, sin saber de qué va todo eso.


Por fortuna, John Adams, compositor minimalista estadounidense, autor de la controvertida ópera Nixon en China, nos dio una mano hace unos años, al escribir una breve obertura que tituló con esa onomatopeya, pues algo como eso es, aunque lo explica mejor el propio Adams:
"El término 'lollapalooza' tiene una etimología incierta, y solo esa vaguedad puede explicar su popularidad como una palabra americana arquetípica. Sugiere algo grande, extravagante, sobredimensionado, no demasiado refinado. [Se ha sugerido] que puede haber significado originalmente un golpe de gracia en un combate de boxeo..."
John C. Adams (n. 1947)
Lollapalooza fue escrita en 1995, en principio como un regalo de cumpleaños para el director británico Simon Rattle cuando cumplió cuarenta años. Fue estrenada por la Orquesta Sinfónica de Birmingham en noviembre de ese año bajo la dirección de Rattle.
La pequeña obertura dura cerca de seis minutos pero encierra una gran cantidad de energía en ese breve lapso. Adams nos cuenta que lo que le atrajo de la palabra lollapalooza fue su ritmo interno: "da-da-da-DAAH-da...
...por lo tanto, en mi pieza, la palabra se enuncia en los trombones y tubas, Do-Do-Do-Mi♭ -Do (con énfasis en el Mi♭) como una especie de idea fija. El motivo "lollapalooza" es solo uno de una profusión de otros motivos, todos aparecen y evolucionan en una cadena de eventos que mueve a este danzarín gigante hasta que termina en un bramido final por cornos y trombones y un último golpetazo de timbales y bombo."
La pequeña obra es pariente próximo de la fanfarria Short Ride in a Fast Machine, de 1986, ya reseñada en este modesto blog. Y al igual que ella, impetuosa, Lollapalooza puede ser una pieza muy efectiva para iniciar una velada de concierto, con la disposición precisa.

La versión es de la Orquesta de la Radio y Televisión de España, conducida por el director uruguayo Carlos Kalmar.



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lunes, 18 de marzo de 2019

Dmitri Shostakovich: Sinfonía No 9

"...Se suponía que ahora debía escribir una apoteosis de Stalin. Simplemente no pude..."
 
Apenas unos meses habían pasado desde el término de la Segunda Guerra Mundial cuando la Novena Sinfonía de Dmitri Shostakovich fue estrenada en Leningrado, el 3 de noviembre de 1945. La sorpresa fue mayúscula para la crítica y autoridades, que esperaban la conclusión de una trilogía de "sinfonías de guerra", iniciada con la grandiosa Séptima (titulada "Leningrado") y continuada con la poderosa y sombría Octava. Los escasos veinticinco minutos de la Novena y su carácter sencillo, incluso juguetón, dejaron a todo el mundo pasmado. Según relata un destacado musicólogo ruso, Shostakovich le habría confesado:
"...querían de mí una fanfarria, una oda, una majestuosa Novena ... Dudo que Stalin haya cuestionado alguna vez su propio genio o grandeza. Y cuando se ganó la guerra contra Hitler, salió de lo más profundo, como una rana hinchándose hasta el tamaño de un buey... y se suponía que ahora debía escribir una apoteosis de Stalin. Simplemente no pude ... Mi terquedad me costó cara."

Sin embargo, el público le brindó una buena acogida. No fue el caso de la nomenklatura, que esperaba esta vez un gran himno a la victoria con solistas y coros entonando versos tomado de textos de Lenin o Stalin. Y Shostakovich lo pensó así, en algún momento. Pero, quién sabe si por fastidiar, terminó escribiendo "una obrita alegre", agregando que "a los músicos les encantará tocarla, y los críticos se deleitarán haciéndola pedazos".

Shostakovich, in 1950
(1906 - 1975)
No era la primera vez que el maestro enfrentaba la desaprobación de las autoridades. Hacía menos de diez años había sido acusado de "formalismo burgués" y "anti-sovietismo". El nuevo reproche, "escribir música contraria al espíritu del pueblo soviético", llevará a que tres años más tarde, en 1948, el compositor sea puesto en lista negra, viéndose obligado a escribir solo música para el cine. Será "rehabilitado" en 1953, tras la muerte de Stalin el año anterior.

Sinfonía No 9, en Mi bemol mayor, opus 70
Estructurada en cinco breves movimientos (los tres últimos, tocados sin interrupción), la obra está escrita para una orquesta pequeña, modesta, de porte "clásico". Durante las seis semanas que le tomó su creación, Shostakovich empleó sus ratos libres tocando arreglos de sinfonías clásicas en el piano a cuatro manos con un colega, por lo que queda claro el influjo... la Novena Sinfonía exhibe cierta afinidad con el clasicismo proverbial de Haydn, aunque por cierto, las armonías son otras.

A Stalin no le hizo gracia. Pero Shostakovich tenía razón: a los músicos les gusta tocarla. La Novena es una de las obras más interpretadas del repertorio ruso moderno.

Movimientos:
00:00  Allegro
06:21  Moderato - Adagio
14:23  Presto - Largo - Allegretto 

hr-Sinfonieorchester – Frankfurt Radio Symphony, conducida por el director británico Nicholas Collon.∙



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jueves, 14 de marzo de 2019

Las Variaciones Goldberg, de J.S. Bach, por Glenn Gould, 1981


Según contó uno de los primeros biógrafos de Bach, un día de otoño de 1740 apareció en casa de Bach, en Leipzig, el diplomático ruso Conde Karl von Keyserling, en visita sorpresa. Le acompañaba su joven tecladista personal, un muchacho de catorce años llamado Johann Gottlieb Goldberg, a quien pretendía dejar ahí instalado para que fuera instruido por el maestro. El conde le contó a Bach que estaba enfermo y sufría de insomnio. Goldberg, que vivía en casa del conde, debía pasar la noche en la antecámara para que tocara para él si se despertaba en medio de la noche luego de haberse dormido escuchándolo. El conde dejó entrever también que le vendrían de maravillas algunas variaciones bien variadas, tranquilas y calmadas unas, algo más vívidas las otras. Aliviarían, de seguro, sus largas noches en vela.


Johann Sebastian aceptó el encargo, por el que fue generosamente retribuido: una copa de oro repleta de luises de oro, cien, para ser exactos. (Para hacernos una idea del monto, cien años más tarde, un luis de oro equivaldrá a veinte francos, la suma que Chopin cobraba por sus lecciones de piano).
El conde nunca se cansó de las variaciones y tomó por costumbre llamarlas mis variaciones. Siguiendo al biógrafo ya mencionado, cada noche sin dormir significaba para el joven Goldberg una sola cosa: que hasta sus oídos llegara la petición del conde, "Querido Goldberg, por favor toca para mí alguna de mis variaciones".

Las Variaciones, en tiempos modernos
Como ocurrió con muchas obras de Bach, las Variaciones Goldberg estuvieron olvidadas durante casi dos siglos. Fueron interpretadas por primera vez en tiempos modernos por la clavecinista polaca Wanda Landowska, en 1933. De ahí en más, las versiones se multiplicaron y, no obstante sus altas exigencias técnicas, en la segunda mitad del siglo XX formaron parte de la discografía de un buen número de pianistas de nuestro tiempo.
Una grabación legendaria fue la que plasmó en 1955 el pianista canadiense Glenn Gould, desafío que volvió a asumir en 1981. Sus versiones, espléndidas, nunca estuvieron exentas de polémica pues Gould fue un pianista brillante a la vez que controvertido y de ideas algo extravagantes.

Glenn Gould (1932 - 1982)
Gould, un enfant terrible
Gould nació en Toronto en 1932. Primero le enseñó su madre, luego vino el Conservatorio Real, y cuando comenzó a dar conciertos lo hizo como artista completo e íntegro. Su repertorio era algo particular, podía incluir a Beethoven, claro está (sus últimas sonatas), pero de ahí saltaba a Berg y Webern. Pensaba que Chopin no había sido un buen compositor, tampoco le gustaba Mozart. Afirmaba tener "una laguna de un siglo delimitada por El arte de la fuga por un lado y Tristán e Isolda por el otro; todo lo que está en medio es un motivo más de admiración que de amor".

La silla, una leyenda
La banqueta que usaba era una silla, que le dejaba frente al piano con la barbilla casi a la altura del teclado, y la que trasladaba a todos sus conciertos. Gustaba de hacer morisquetas mientras tocaba, llevaba el compás con la mano libre y tarareaba la melodía, mientras se balanceaba en su silla que le permitía estar sentado exactamente a catorce pulgadas del suelo. Cuánto de todo eso era genuino y cuánto apuntaba a objetivos publicitarios no se sabe. Por lo mismo, tuvo admiradores fanáticos como decididos detractores.

Bach, un nuevo enfoque
Lo que es inobjetable es la expresión de su descollante personalidad musical. Sus grabaciones fueron una revelación para muchos. Gould exhibía allí una combinación de personalidad, delicadeza, ritmo encantador y seguridad técnica que significó un enfoque nuevo en la interpretación de Bach. Su habilidad para separar las líneas contrapuntísticas y dar a cada una su justo peso era extraordinaria. Con Gould, se escucha todo.
Su carrera concertística solo duró nueve años. Cuando se retiró de los escenarios, Gould se dedicó a grabar. Un ataque al corazón tronchó su nueva senda. Murió en 1982. Solo tenía cincuenta años.

Variaciones Goldberg, en Sol - BWV 988 
Es una de las escasas obras publicadas en vida del autor, en 1741. Consta de un aria y un conjunto de 30 variaciones. Según se señala en la portada original, se trata de "ejercicios para teclado consistentes en un aria y diversas variaciones para clavecín de dos teclados manuales". (Anotemos que en el piano, con su único teclado, la obra se torna algo más difícil). En las presentaciones en vivo se acostumbra reponer al final, el aria inicial, en versión más breve, como para recordar al oyente de dónde venía todo, si bien las variaciones no descansan sobre el tema melódico inicial (una sarabanda, en ritmo de 3/4) sino sobre la línea del bajo y la progresión armónica.

Tema y cinco variaciones
La obra completa dura noventa minutos si se respetan todas las repeticiones. La versión que se presenta aquí contiene el aria y las variaciones 1 a la 5, de la grabación de 1981, que fue también, el último registro que realizó Gould.

martes, 12 de marzo de 2019

Béla Bartók: Concierto para piano No 3


El último de los tres conciertos para piano del autor húngaro Béla Bartók fue compuesto en 1945 en Nueva York, adonde había llegado en octubre de 1940, huyendo de la barbarie nazi en compañía de su mujer, Ditta Pasztory. A ella está dedicado el concierto, como regalo de cumpleaños. En la última página de la partitura, el compositor anotó, en húngaro, la palabra vége (fin). Fue lo último que escribió. Esa misma noche fue llevado desde su apartamento en la calle 57 hasta un hospital en el lado oeste de Manhattan, donde murió cuatro días más tarde, el 26 de septiembre de 1945.


Los últimos cinco años de su vida los pasó Bartók en los Estados Unidos. No fueron años muy productivos. Tampoco felices. Los dos primeros años no escribió nada y a partir de 1942 su salud se debilitó repentinamente, luego empeoró y el maestro parecía no poder recuperarse. Pero en mayo de 1943, el encargo del Concierto para Orquesta por parte de un director ruso lo volvió a la vida. La música volvió a fluir otra vez, hasta 1945, año que marcó un punto culminante. Lamentablemente, ya quedaba poco tiempo.

Béla Bartók (1881 - 1945)
Por primera vez en años, Bartók trabajó en dos piezas significativas simultáneamente: el Concierto para viola y el Tercer Concierto para piano. Y cuando abandonó su apartamento por última vez tenía en borrador un nuevo cuarteto de cuerdas y estaba considerando el encargo de un concierto para dos pianos solicitado por una pareja de pianistas. Es muy probable que este resurgimiento de tal actividad haya sido motivado por la conciencia de su salud precaria. Se cuenta que cuando llegó al hospital habría dicho: "es una lástima que deba irme con la maleta llena".

Concierto para piano No 3, en Mi mayor
A diferencia de sus dos conciertos anteriores, el Concierto No 3 no exige al intérprete un excelso virtuosismo. Tampoco exhibe un notorio modernismo sino más bien una gran adherencia a los modelos y las formas tradicionales. Incluso los elementos melódicos y rítmicos húngaros, si bien están presentes, no son tan pronunciados como en los conciertos previos.
Una obra cálida, melódica, y popularmente atractiva.
Fue estrenada el 8 de febrero de 1946, con György Sándor al piano acompañado de la Orquesta Filadelfia dirigida por Eugene Ormandy.

Movimientos:
00:00  Allegretto
08:10  Adagio religioso
17:40  Allegro vivace

La versión es del pianista húngaro András Schiff, acompañado de la Hallé Orchestra (orquesta sinfónica con sede en Manchester) dirigida por sir Mark Elder.


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sábado, 9 de marzo de 2019

Rossini: Stabat Mater - Finale


Cuando la ópera Guillermo Tell se estrenó en París, en agosto de 1829, Gioacchino Rossini era el compositor más famoso del mundo. Tenía 37 años.
Pero esa sería su última ópera. Luego del estreno tomó del brazo a su mujer, la soprano dramática Isabella Colbran, y se fue con ella a Bolonia a disfrutar de unas merecidas vacaciones. Su próximo compromiso con la Ópera de Paris estaba agendado para 1831, así que no había de qué preocuparse. Lo que nadie imaginaba, ni siquiera él mismo, es que no iba a volver a escribir una ópera en el resto de su vida. Rossini se retiraba de los escenarios para siempre. Durante los próximos cuarenta años, las creaciones más famosas del maestro serán, en el plano gastronómico, el turnedó Rossini, y en el de la música sacra, la obra Stabat Mater.

El retiro de Rossini, tan anticipado en su larga vida, no tiene parangón en la historia de la música, hasta hoy. Mucho tiempo después, se supo que incluso mientras trabajaba en Guillermo Tell había considerado abandonar su carrera de compositor de óperas. Antes del estreno, negociaba con el gobierno francés la concesión de una pensión anual de por vida, a cambio de escribir cuatro óperas para la Opera de Paris. Pero luego de los sucesos de 1830 que depusieron a Carlos X, el eventual acuerdo se canceló definitivamente. Rossini permaneció en París por un tiempo, sopesando la situación. Su carrera en el campo de la ópera había terminado. El maestro nunca habló del tema, pero en 1860, ocho años antes de su muerte, dijo: "Decidí que tenía algo mejor que hacer: permanecer callado".

Stabat Mater, el origen
En 1831, Rossini viajó a España. Estuvo en Madrid diez días en los que conoció a Manuel Fernández Varela, funcionario del Estado y gran admirador de Rossini, quien deseaba tener un manuscrito del maestro y un Stabat Mater que rivalizase con el famosísimo de Pergolesi. En un principio la idea no le gustó nada al maestro, pero finalmente accedió, con la condición de que el manuscrito jamás se publicase ni vendiese. De regreso en París, y falto de inspiración, Rossini entregó buena parte del trabajo a un amigo, Giovanni Padolini, director del Teatro Italiano en París. El estreno de la obra, mitad Rossini, mitad Padolini, tuvo lugar el Viernes Santo de 1833 en un convento de Madrid. Pero en 1837 Fernández Varela se murió y la obra fue vendida a un editor, y luego publicada. Rossini entró en pánico.

El escándalo iba a ser mayúsculo si se conocía que la obra no le pertenecía por entero. Luego de varias peripecias, el maestro logró recuperar el manuscrito. Se sentó a reescribir el trabajo de Padolini y agregó nuevas secciones, sumando un nuevo y gran finale.
El Stabat Mater "actualizado" fue estrenado con gran éxito en París el 7 de enero de 1842, trece años después del último estreno parisino de Rossini. Tres "números" debieron ser repetidos y el nombre de Rossini fue coreado por una multitud enfervorizada.
El maestro Rossini se había ganado su fama en el oficio del espectáculo popular, pero también fue capaz de crear música indiscutiblemente seria, profunda y trascendente.

Stabat Mater – Finale - Amen in sempiterna saecula
La obra es una musicalización, una solemne puesta en música de los versos católicos del siglo XIII, llamado en conjunto Stabat Mater, atribuidos al papa Inocencio III, los que describen el dolor de la Virgen Maria ante Jesús crucificado, y que comienzan con las palabras Stabat Mater dolorosa (estaba la Madre sufriendo). Los versos ya habían sido musicalizados anteriormente por Palestrina y Pergolesi, entre otros, y lo serán más tarde por Liszt, Dvorak y Verdi.

Escrita para coro, orquesta y cuatro voces, la pieza consta de diez secciones. La obra completa dura aproximadamente una hora.
Se presenta aquí el finale: Amen, en versión de la Orquesta y Coros de la Philharmonia dirigido por el maestro italiano Carlo Maria Giulini.


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miércoles, 6 de marzo de 2019

Beethoven: Sonata No 18 – "La caza"


Excepción hecha de su vivaz finale, la sonata para piano No 18 de Beethoven es una obra tranquila, más bien alegre, que no trasunta para nada amargura o pesadumbre. Escrita en 1802, su carácter retozón no revela en modo alguno que algunos meses más tarde el maestro va a cambiar radicalmente de humor, para sentarse a escribir a sus dos hermanos haciéndoles partícipes de todos sus tormentos en la carta que hoy conocemos como el célebre Testamento de Heiligenstadt:
"¡Ay! ¿Cómo podía yo proclamar la falta de un sentido que debería poseer en más alto grado que ningún otro? [...] Estoy alejado de la diversión... del placer de la conversación, de las efusiones de la amistad... [...] Tales circunstancias me han llevado al borde de la desesperación [...] Paciencia, así se me ha dicho. Esta debe ser mi guía. [...]
La carta finaliza con una súplica desgarradora: "¡Oh, Providencia, garantízame al menos un solo día de sincera alegría!"


Sabemos que la carta nunca fue enviada. Fue  descubierta entre sus pertenencias después de su muerte, en 1827, junto a las cartas a la Amada Inmortal.
Desde luego que Beethoven estaba profundamente afectado por su sordera, y no se encontraba en Heiligenstadt por casualidad sino por recomendación de su médico para que "descansara el oído". Pero a la vez, el maestro estaba consciente de que debía emprender un nuevo camino, abordando formas nuevas de expresión musical. "No estoy satisfecho con lo que he hecho hasta ahora", señaló Beethoven en carta a un amigo poco antes de la aparición de la Sonata No 18, según Karl Czerny.

En la Sonata, según el mismo Czerny, "se puede rastrear el cumplimiento parcial de su nuevo propósito". Efectivamente, más tarde vendrán las portentosas sonatas Waldstein y Appassionata (ambas de 1804) para dar cumplimiento íntegro a la resolución del maestro de 1802.
La sonata fue publicada en 1804 sin número de opus. Más tarde será incorporada al opus 31. Curiosamente, la obra no fue dedicada a ningún noble, ni tampoco a ningún otro. La pieza no tiene dedicatoria.

Sonata para piano Nº 18, Opus 31 Nº 3, en Mi bemol mayor - "La caza"
Es la tercera y última de las tres sonatas del Opus 31 (siendo la segunda la más popular, la sonata La Tempestad, y la primera la más "clásica" –característica, esta última, no bien vista por algunos estudiosos).
Se la conoce también como "La caza" debido a su último movimiento, que contiene un tema que provoca reminiscencias de una llamada a la caza por trompetas o cornos. El apodo, desde luego, solo aplica a este movimiento (tal como "Claro de luna" solo aplica al primer movimiento de la sonata del mismo "nombre").
Al igual que en varias oportunidades anteriores (seis, exactamente), Beethoven estructuró la pieza en cuatro movimientos, optando por un scherzo y un minueto en reemplazo del habitual adagio.

Movimientos:
00:00  Allegro
08:31  Scherzo. Allegretto vivace
13:22  Menuetto: Moderato e grazioso
17:48  Presto con fuoco

La versión es del maestro argentino-israelí (también español y palestino) Daniel Barenboim.


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