En el curso de su vida, el autor ruso Sergei Prokofiev compuso nueve sonatas para piano. dejando una décima inacabada porque lo alcanzó la muerte.
Tres de ellas fueron compuestas entre 1939 y 1944. Son las célebres tres piezas del género que terminaron conocidas popularmente como las “Sonatas de Guerra”. Son ellas la Sexta, la Séptima y la Octava, marcando la cima de su producción para piano solo, al decir de los estudiosos, pese a ser concebidas durante el período más nefasto del descreimiento de la "nomenclatura" en la calidad de su arte y en la transparencia de su compromiso con la revolución.
Pero fue especialmente con la Sonata No 6 que Prokofiev alcanzó la plenitud en el género. Completada en 1940, fue estrenada por el compositor en una emisión radiofónica en Moscú y en un concierto público en Leningrado. El desasosiego ante el avance de la guerra (que llegaría hasta la Unión Soviética un año más tarde) y el clima represivo del país parecieran reflejarse en esta obra, enérgicamente angustiosa.
Sonata No 6 en La mayor, Op. 82
Según Myra Mendelssohn, segunda esposa de Prokofiev, la obra se inspira en el libro de Romain Rolland sobre Beethoven, Vie de Beethoven, publicado en 1914.
Su lenguaje armónico está basado principalmente en la superposición de armonías contrapuestas, acercándose así a la bitonalidad. Aunque la estructura presenta una concepción tonal, la armonía disonante tiende a cubrir o esconder un poco la sencillez del plan armónico.
En octubre de 2011, la destacada artista cerró su debut en el Carnegie Hall con una interpretación sin igual de la Sonata que nos ocupa. Un crítico de The New York Times la saludó con estas palabras:
"...Pero lo más revelador fue su interpretación de la Sonata para Piano No 6 de Prokofiev. La obra, de casi 30 minutos de extensión, logra confinar ciertos formidables y arrojados arrebatos dentro de la estructura formal de cuatro movimientos de una sonata. En otras interpretaciones, resulta curioso oír música de tal modernismo agresivo dentro de los constreñimientos clásicos. La señorita Wang reconcilió estos elementos contradictorios a través de una interpretación de un detalle y claridad impresionantes.
"El primer movimiento comienza con un tema laborioso, como una marcha ostentosa que pregonara las disonancias... Aunque la delicada señorita Wang no mostró un sonido particularmente arrollador en el piano, convirtió esto en una virtud jugando con un tono cristalino y una miríada de ricos matices. En el misterioso segundo tema, que se desarrolla en octavas paralelas, aportó sutilezas que suelen pasar desapercibidas en otras interpretaciones. El Allegretto, parecido a una marcha, mostró un humor sardónico, con el tema en hábiles acordes en staccato sobre una línea de bajo algo tosco. Dio forma maravillosamente al movimiento lento, lánguido y de vals, despachando el final como si fuera música escrita para una escena de persecución en una película muda, un rozagante y agradable enfoque."