lunes, 28 de septiembre de 2015

Ligeti: Poema sinfónico para 100 metrónomos


El holandés Dietrich Nikolaus Winkel inventó el metrónomo en 1814 pero se olvidó de patentarlo. Su compatriota Johann Maelzel, más avispado, le copió algunas ideas y en 1816 patentó el aparato que desde entonces los músicos han utilizado para mantener un tempo regular, mientras practican. Ese mismo año, el sagaz emprendedor comenzó a fabricarlo con el nombre de "Metrónomo Maelzel".
Al poco tiempo, Beethoven se enteró de la existencia del nuevo artilugio y puso el grito en el cielo. Reclamó que para la nueva música, libre y sin ataduras, del romanticismo, el aparato era una aberración. Sin embargo, fue uno de los primeros en utilizarlo, y en publicar obras con indicación metronómica.

La ocurrencia de Ligeti
Ni Winkel, ni Maelzel, ni Beethoven imaginaron que ciento cincuenta años después, un compositor iba a utilizar el aparato como instrumento musical. Aunque no faltaban antecedentes: Ravel, por ejemplo, había utilizado tres metrónomos a diferentes velocidades, al inicio de su ópera La Hora Española. Pero usarlo como único instrumento encargado de la obra completa, solo se le ocurrió al compositor húngaro György Ligeti, quien en 1963 estrenó ante un público atónito la obra compuesta el año anterior, Poema Sinfónico para 100 metrónomos, 10 intérpretes, y un conductor, bajo la dirección del autor.

György Ligeti (1923 - 2006)
La recepción
La singular presentación tuvo lugar en Holanda, en una ceremonia muy circunspecta que daba por finalizado un ciclo de conciertos y conferencias sobre nueva música que se había desarrollado en la ciudad de Hilversum, en cuya municipalidad se escuchó por vez primera el poema sinfónico de Ligeti, ante los oídos estupefactos (si los oídos pudieran estarlo) de políticos y dignatarios locales. En su debido momento, se dispusieron los cien metrónomos, a las velocidades establecidas, los diez intérpretes los echaron a andar ante la precisa indicación de Ligeti, y luego, intérpretes y director abandonaron la escena, para regresar a recibir los aplausos, cerca de treinta minutos después. Naturalmente, los aplausos fueron escasos. Se había dispuesto que la ceremonia se televisara, y así se hizo, pero su emisión tuvo que cancelarse por disposición del Consejo Municipal.

El ritmo, fascinación de Ligeti
Celebrado como uno de los más grandes compositores de música contemporánea, György Ligeti mostró desde siempre una fascinación especial por la combinación de líneas musicales que descansaran sobre ritmos y tempi diferentes. Esta obra se asienta en esa línea, y los metrónomos –un "instrumento" arbitrario, pudo haber sido cualquier otro–, sirven a cabalidad ese propósito.
Aunque el concepto es raro, la obra no deja de presentar cierto interés desde el punto de vista rítmico. Al principio, es el caos absoluto, pero poco a poco van surgiendo (quizás al azar, pienso) patrones rítmicos distinguibles. Al ir "callando" algunos aparatos, el silencio comienza a disputar el protagonismo. Finalmente, solo queda un metrónomo "operativo". Después, solo el silencio.

El "poema sinfónico" comienza en el minuto 1:35. La versión, reducida, desde luego, pertenece a "metronomistas" franceses.


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jueves, 17 de septiembre de 2015

Verdi: La Traviata - Obertura



Del epistolario de Giuseppe Verdi, quizá la carta más conocida sea aquella que envió a un amigo al día siguiente del estreno de La Traviata, el 6 de marzo de 1853, en la que se muestra sorprendido por la ingrata acogida, a la vez que confiado –tenía cuarenta años, era famoso y vivía cómodamente– en que el tiempo debía resolver las dudas: "La Traviata, anoche, un fracaso. ¿La falla será mía o de los cantantes? El tiempo lo dirá". El tiempo, efectivamente, dio su veredicto y le dio la razón a Verdi: durante todo el siglo veinte, la obra ha permanecido en los primeros lugares entre las óperas más representadas en el mundo entero.

Fanny Salvino-Donatelli,
la primera Violeta
El rechazo inicial
Cierto es que la prima donna escogida, mejor dicho, la prima donna que el Teatro La Fenice de Venecia impuso para el papel de Violeta, estaba algo excedida de peso para interpretar a una mujer joven que sufre de una enfermedad que la consume y debilita visiblemente.

Como si fuera poco, la soprano de marras, Fanny Salvino-Donatelli, ya no era tan joven, frisaba los 38 años. Pero, al parecer, el rechazo del público no se dirigió exclusiva ni preferentemente a ella sino al tenor y al barítono sobre los que descansa el acto segundo (poco ensayo quizá), pues fue recién ahí cuando comenzaron las pifias y las risotadas.

En efecto, durante la obertura y todo el primer acto, el público escuchó respetuosamente, atento y con agrado. Y como en el Acto I la participación de Violeta es destacadísima, habrá de concluirse que la historia ha sido injusta con la excelente cantante que fue la soprano Salvino-Donatelli, aunque la oportunidad la haya sorprendido algo robusta y ya no fuera tan joven.

Obertura, o Preludio al Acto I
Como se sabe, la obra está basada en una adaptación teatral de la novela de Alejandro Dumas hijo, La Dama de las Camelias.
En el preludio u obertura, Verdi hizo uso de los recursos narrativos de Dumas, al contar musicalmente la historia a partir del final, como Dumas lo hace en su novela. Así, la obertura se inicia con el tema de la agonía de Violeta, triste y melancólico que, sin embargo, da pie para enlazar, sorpresivamente, con el tema festivo y alegre que acompañará la fiesta que se celebra en casa de Violeta, jolgorio retratado en la imagen que encabeza este artículo.

La versión es de la Orquesta Sinfónica de Milán "Giuseppe Verdi", conducida por la directora chino-estadounidense Xian Zhang.


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martes, 15 de septiembre de 2015

Tchaikovski: Concierto para piano No 2 - Andante



Bastante agrio había sido Nikolai Rubinstein cuando Piotr Ilich Tchaikovski le hizo escuchar su primer concierto para piano, en la Navidad de 1874. En la ocasión, el eximio pianista no escatimó denuestos para la obra aunque más tarde iba a convertirse en uno de sus más aplaudidos intérpretes. De modo que cuando recibió los primeros bosquejos de la segunda obra para piano y orquesta en la que Tchaikovski había decidido embarcarse seis años después, el maestro Rubinstein se comportó con suma cautela, pronunciando observaciones muy medidas y cuidadosas.

Y pese a que las relaciones estaban algo deterioradas, Tchaikovski pensó en dedicarle nuevamente a Rubinstein su segundo concierto, en reconocimiento a la popularidad que el primero estaba gozando gracias a las presentaciones que de él hacía el talentoso Rubinstein. Así se lo hizo saber a su protectora Nadezhda von Meck, agregando que pese a preocuparlo de algún modo la opinión de Rubinstein, esperaba, esta vez, simplemente, que el periodo de tiempo entre la primera impresión crítica del agudo intérprete y la interpretación del concierto, fuera más breve.

Pero no hubo tal tiempo. Rubinstein alcanzó a dar su opinión (cerrando sus impresiones con un respetuoso "pero quizás esté equivocado"), agradeció la dedicatoria, pero no pudo interpretar la obra, pues murió poco después, en marzo de 1881. En la búsqueda del adecuado intérprete ruso, el estreno hubo de realizarse en Nueva York, a cargo de una pianista norteamericana, en noviembre de ese mismo año. Cuatro meses después, tuvo lugar la premiere rusa, en marzo de 1882, con un ex discípulo de Tchaikovski al piano, y en la dirección, Anton Rubinstein, ex profesor de composición del maestro y hermano del celebrado pianista y dedicatario de la obra.

Concierto para piano y orquesta No 2 en Sol mayor, op 44 - Andante
La obra es inusualmente extensa, alrededor de tres cuartos de hora dura su performance completa. Inicialmente lo era más aún, y el propio Tchaikovski hubo de consentir en abreviarla antes de su publicación definitiva, en 1880.
La obra consta de tres movimientos, estructurados a la manera típica (movimientos rápido-lento-rápido).
Se presenta aquí el segundo, el movimiento lento, andante non troppo, una página plena de serenidad y belleza, en versión del notable pianista ruso Boris Berezovski, acompañado por la Ural Philarmonic Orchestra, dirigida por el maestro ruso Dmitri Liss.
El movimiento es iniciado por el cello, seguido por el violín. El piano hace su entrada recién en el minuto 3:20, con dramatismo comedido.


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