El holandés Dietrich Nikolaus Winkel inventó el metrónomo en 1814 pero se olvidó de patentarlo. Su compatriota Johann Maelzel, más avispado, le copió algunas ideas y en 1816 patentó el aparato que desde entonces los músicos han utilizado para mantener un tempo regular, mientras practican. Ese mismo año, el sagaz emprendedor comenzó a fabricarlo con el nombre de "Metrónomo Maelzel".
Al poco tiempo, Beethoven se enteró de la existencia del nuevo artilugio y puso el grito en el cielo. Reclamó que para la nueva música, libre y sin ataduras, del romanticismo, el aparato era una aberración. Sin embargo, fue uno de los primeros en utilizarlo, y en publicar obras con indicación metronómica.
La ocurrencia de Ligeti
Ni Winkel, ni Maelzel, ni Beethoven imaginaron que ciento cincuenta años después, un compositor iba a utilizar el aparato como instrumento musical. Aunque no faltaban antecedentes: Ravel, por ejemplo, había utilizado tres metrónomos a diferentes velocidades, al inicio de su ópera La Hora Española. Pero usarlo como único instrumento encargado de la obra completa, solo se le ocurrió al compositor húngaro György Ligeti, quien en 1963 estrenó ante un público atónito la obra compuesta el año anterior, Poema Sinfónico para 100 metrónomos, 10 intérpretes, y un conductor, bajo la dirección del autor.
Al poco tiempo, Beethoven se enteró de la existencia del nuevo artilugio y puso el grito en el cielo. Reclamó que para la nueva música, libre y sin ataduras, del romanticismo, el aparato era una aberración. Sin embargo, fue uno de los primeros en utilizarlo, y en publicar obras con indicación metronómica.
La ocurrencia de Ligeti
Ni Winkel, ni Maelzel, ni Beethoven imaginaron que ciento cincuenta años después, un compositor iba a utilizar el aparato como instrumento musical. Aunque no faltaban antecedentes: Ravel, por ejemplo, había utilizado tres metrónomos a diferentes velocidades, al inicio de su ópera La Hora Española. Pero usarlo como único instrumento encargado de la obra completa, solo se le ocurrió al compositor húngaro György Ligeti, quien en 1963 estrenó ante un público atónito la obra compuesta el año anterior, Poema Sinfónico para 100 metrónomos, 10 intérpretes, y un conductor, bajo la dirección del autor.
György Ligeti (1923 - 2006) |
La singular presentación tuvo lugar en Holanda, en una ceremonia muy circunspecta que daba por finalizado un ciclo de conciertos y conferencias sobre nueva música que se había desarrollado en la ciudad de Hilversum, en cuya municipalidad se escuchó por vez primera el poema sinfónico de Ligeti, ante los oídos estupefactos (si los oídos pudieran estarlo) de políticos y dignatarios locales. En su debido momento, se dispusieron los cien metrónomos, a las velocidades establecidas, los diez intérpretes los echaron a andar ante la precisa indicación de Ligeti, y luego, intérpretes y director abandonaron la escena, para regresar a recibir los aplausos, cerca de treinta minutos después. Naturalmente, los aplausos fueron escasos. Se había dispuesto que la ceremonia se televisara, y así se hizo, pero su emisión tuvo que cancelarse por disposición del Consejo Municipal.
El ritmo, fascinación de Ligeti
Celebrado como uno de los más grandes compositores de música contemporánea, György Ligeti mostró desde siempre una fascinación especial por la combinación de líneas musicales que descansaran sobre ritmos y tempi diferentes. Esta obra se asienta en esa línea, y los metrónomos –un "instrumento" arbitrario, pudo haber sido cualquier otro–, sirven a cabalidad ese propósito.
Aunque el concepto es raro, la obra no deja de presentar cierto interés desde el punto de vista rítmico. Al principio, es el caos absoluto, pero poco a poco van surgiendo (quizás al azar, pienso) patrones rítmicos distinguibles. Al ir "callando" algunos aparatos, el silencio comienza a disputar el protagonismo. Finalmente, solo queda un metrónomo "operativo". Después, solo el silencio.
El "poema sinfónico" comienza en el minuto 1:35. La versión, reducida, desde luego, pertenece a "metronomistas" franceses.
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