A sus quince años, Chopin era el caricaturista de la familia, y el imitador de personajes variopintos. Adicionalmente, en compañía de sus tres hermanas, gozaba recreando oficios que hoy dejarían turulatos a los padres. Con Ludwika, por ejemplo, escribía a dúo libros infantiles. Con Emilia, escribían comedias en verso para ser representadas ante sus padres con ocasión de algún aniversario. Un cuarteto de niños artistas era el que entonces iluminaba los días en casa de los Chopin, en Varsovia, en la década de 1820.
Como se habrá adivinado, quien reunía los mayores talentos era el varoncito.
Frédérick había compuesto su primera polonesa a los 7 años. Pero escribir un rondó, parece, y parecía, un género de largo aliento, inalcanzable para un niño. De modo que esperó un poco. A los quince, vio llegado el momento de escribir, y publicar, su primer rondó, mismo que llevará el Opus 1 cuando más tarde sea reeditado en París, cuando los editores adviertan la conveniencia de publicar las obras de juventud de esta nueva celebridad.
La forma rondó
¿Y qué hacía de un rondó una pieza "no apta" para niños? La madurez requerida, suponemos, porque lo típico de la forma rondó es una muy sabia alternancia entre dos o más temas contrastantes, siguiendo una secuencia similar a la siguiente: ABACA, donde A es el tema principal, al que siempre se regresa después de visitar B y C, los temas contrastantes. La forma llegó a su esplendor cuando se integró, también sabiamente, como último movimiento de la sonata clásica.
El rondó más célebre que existe es la popular bagatella Para Elisa, que Beethoven escribió, curiosamente, cuando tenía cuarenta años.
Rondó en Do menor, Op 1
Su primera publicación es desde luego la de Varsovia, en 1825. Lleva la dedicatoria "A la señora Linde" quien, al parecer, era la esposa del director del Liceo de Varsovia. Entre 1835 y 1836 se publicará en París, Berlin y Londres, esta vez como Opus 1. Años más tarde, Chopin lo tomará de base para la composición del rondó para dos pianos, del Opus 73.
Se inicia con un allegro con ritmo de danza. Le sigue una sección más contenida. Luego vendrán los pasajes de bravura, tras lo cual regresa el tema inicial. Todo ello, 9 minutos, escrito a los quince años.
La opinión de un colega
Robert Schumann, entusiasta admirador de Chopin, expresó así su opinión de la pieza: "Una dama diría que es bastante bonito y alegre, casi Moschelesiano. [...] Está lleno de espíritu y tiene pocas dificultades". Estamos dudando si a Frédérick le hubiese gustado el comentario.
La versión es del pianista ruso Dmitry Shishkin.