lunes, 31 de julio de 2023

W.A. Mozart, un talentoso violinista / Concierto para violín No 4


La formación que Leopold Mozart impuso a sus talentosos hijos incluía el violín y el clavicémbalo, de modo que Wolfgang pudo hacer un uso profesional de su habilidad en ambos instrumentos cuando se trasladó definitivamente a Viena y abandonó la esfera de influencia de su padre. Sin duda, en su madurez prefirió el teclado como principal vehículo de virtuosismo. Pero durante los primeros años, cuando aún era concertino en la orquesta de la corte del arzobispo Colloredo de Salzburgo, tocar el violín era una de sus obligaciones.

"No tienes ni idea de lo bien que tocas el violín, si tan sólo te hicieras justicia a ti mismo y tocaras con audacia, espíritu y fuego, como si fueras el primer violinista de Europa". Así le escribió Leopold a Wolfgang en octubre de 1777. Quizá fue ésta, la constante presión paterna, lo que hizo que Wolfgang acabara abandonando el violín como instrumento solista.



Sea como fuere, en su corta vida Wolfgang escribió ni más ni menos que cinco conciertos para violín y orquesta. Cuatro de ellos fueron escritos en 1775, cuando tenía solo diecinueve años, en una época en que el compositor estaba todavía consolidando su expertise en la forma "concierto" y antes de haber desarrollado el alcance y la fuerza dramática de sus conciertos para piano de madurez.
Hasta cierto punto, todavía se asemejan a los conciertos barrocos, con un ritornello de toda la orquesta que se repite, como los pilares de un puente para anclar las secciones solistas.

Los tres últimos conciertos, compuestos en el último cuatrimestre de 1775, tienen un marcado parentesco, con movimientos lentos luminosos en la tonalidad dominante (en lugar de la subdominante, más común) y un final en el estilo rondó francés. Al día de hoy, llevan largo tiempo como piezas fundamentales del repertorio. De entre ellos, sobresale notoriamente el que lleva el número cuatro.

Concierto para violín No 4 en Re mayor, K. 218
Compuesto en Salzburgo en 1775, está estructurado en los típicos tres movimientos "vivaldianos". Pero a diferencia de muchos conciertos para solista, el final no supone un destello de brillantez para lucimiento del solista, sino que se apaga tranquilamente.

Movimientos:
00:20  Allegro 
09:10  Andante cantabile
16:20  Rondo: Andante grazioso

La violinista alemana (y también pianista) Julia Fischer, es acompañada por la London Philharmonic Orchestra dirigida por Thomas Søndergård.