Una obra que "sólo hubiese podido ser escrita por un hombre de talento superior..."
Wolfgang tenía solo 19 años cuando compuso los cinco Conciertos para Violín, mientras se desempeñaba, a disgusto, en la orquesta de su engreído y torpe patrón Colloredo, príncipe arzobispo de Salzburgo, donde ocupaba la plaza de primer violín.
Hacía tiempo ya que Wolfgang, de la mano de su padre Leopold, había recorrido media Europa tocando el clave junto a Nannerl, su hermana mayor. Ambos niños habían asombrado a medio mundo como tecladistas, pero el genio de Wolfgang Amadeus con el violín sólo era conocido por quienes habían tenido la fortuna de escucharlo en Salzburgo o en alguna modesta corte de los alrededores.
Leopold, que algo sabía de violines –había escrito uno de los primeros tratados pedagógicos de la historia, sobre el violín– le escribió alguna vez en una carta: "...sucede que tú mismo no eres consciente de lo bien que tocas el violín". Mucho más tarde, curiosamente, insistió: "Si hubieses querido, habrías llegado a ser el mejor violinista de Europa". Leopold no estaba enterado aún de que Wolfgang iba a ser el más grande compositor del periodo clásico.
Vista de Salzburgo, s. XVIII. Grabado de A.F.H. Naumann |
Es probable, entonces, que los Conciertos para Violín los haya compuesto pensando en un futuro y definitivo alejamiento de la corte de Salzburgo. Una suerte de preparación y consolidación de repertorio para ser presentado ante las cortes, claramente más atractivas, de Alemania o Francia. Allí podría brillar también como violinista, atendidas las sugerencias de su padre.
Por ello tal vez, los cinco Conciertos para Violín fueron compuestos en tiempo récord, entre abril y diciembre de 1775. En comparación con los Conciertos para Piano, se acostumbra señalar que aquellos compuestos para violín poseen un carácter más superficial, si bien en todos ellos se ve plasmado el inmejorable conocimiento que Wolfgang tenía del estilo melódico y gracioso de la escuela italiana. Constituyen, por cierto, un precioso testimonio de la elegancia y el estilo galante que, imaginamos, habrá sido la usanza en la corte de Salzburgo, hace más de dos siglos.
Concierto para violín y orquesta N° 3, en Sol mayor
Estructurado en los tres movimientos tradicionales –rápido, lento, rápido–, es uno de los conciertos para violín más demandados por público e intérpretes de nuestro tiempo.
Con la violinista norteamericana Hilary Hahn de solista, acompañada por la Stuttgart Radio Symphony Orchestra dirigida por Gustavo Dudamel, se presenta aquí la versión ofrecida en 2007 en la oportunidad del cumpleaños del Papa Benedicto XVI, en una elegantísima sala –cómo no– de El Vaticano.
Movimientos:
00 Allegro Prototipo de final galante, aunque lo superará en galanura el final del tercer movimiento. (Las cadenzas son de Hilary).
10:35 Adagio En lugar del habitual andante, Mozart incorpora un adagio de atmósfera ensoñadora.
21:00 Rondo Fue el propio Mozart quien, un poco en broma y un poco en serio, dijo de este movimiento lo que señalamos al inicio: "sólo hubiese podido ser escrito por un hombre de talento superior". Nada de finales brillantes aquí, solo galanura. A su término, la pieza parece despedirse, con suprema elegancia, porque necesita tomar un descanso.