La espléndida obra de un "compositor menor"
"No tengo más ambición, en mi música (...) que hacerla clara, fácil de comprender y divertida para el público. No puedo hacer otra cosa que pequeña música, es un hecho. Me contento entonces con hacer lo que puedo, lo que sé, y estoy atento a que el público se canse de mí, para dejar de escribir."
Son palabras del autor del celebérrimo ballet Giselle, Adolphe Adam, escrupulosamente consciente de su sencilla valía, en un periódico francés, en enero de 1855.
A la retaguardia de los grandes genios musicales del siglo XIX europeo, gravitó modestamente un grupo de músicos de menor calado, los llamados "compositores menores". El compositor francés Adolphe Adam fue uno de ellos. Hijo de un pianista de cierto renombre, no destacó gran cosa durante su paso por el Conservatorio de París, adonde ingresó a los 21 años, si bien desde que tenía veinte era reconocido en París como un diestro compositor de canciones para el vaudeville francés.
Autor de 48 óperas y 15 ballets, Adam legó a la humanidad el célebre, eterno y hermosísimo ballet Giselle, estrenado en 1843 y la única producción de su vasta obra que se presenta hasta hoy en los escenarios de todos los rincones del planeta, con cada vez más diversas y novedosas puestas en escena.
Adolphe Adam (1803 - 1856) |
El año 1993, con ocasión de cumplirse 150 años de su estreno, Giselle se representó en La Habana a cargo del Ballet Nacional de Cuba, dirigido por la muy destacada bailarina y coreógrafa cubana Alicia Alonso. En un palco desde donde emergía una luz divina, se vio a Fidel y a Raúl saborear la función, con similar deleite al de la aristocracia y alta burguesía europea de mediados del siglo XIX. La magia de la música.
La obraGiselle es un ballet en dos actos, basado en una leyenda recogida por el poeta alemán Heinrich Heine. La historia transcurre en la Renania medieval. Al final del primer acto, Giselle, la aldeana protagonista, ya ha enloquecido y luego muerto, atravesada por la espada a raíz del engaño de su amado príncipe Albrecht.
En el acto segundo, Giselle es acogida por la reina de las vírgenes muertas –junto a su cohorte de fantasmas femeninos– con una danza. Giselle se une a ellas. Más tarde aparece el príncipe Albrecht, arrepentido, a llorar sobre su tumba. La reina de las vírgenes muertas lo rechaza pero ahí estará Giselle para protegerlo y salvar la vida de Albrecht, condenado por la reina a bailar de por vida. Giselle lo sostiene hasta que las luces del alba obligan a los espectros a retirarse. Entonces Giselle vuelve a su tumba.
Se presenta aquí el celebérrimo Grand Pas de Deux y Variaciones del segundo acto, con la bailarina ucraniana Svetlana Zakharova, en el papel de Giselle, acompañada de Roberto Bolle, italiano. Ruego disculpar el final, algo desprolijo en el corte.
Una última palabra sobre Adolphe Adam. De ninguna otra parte sino de su inspiración creadora es que surgió esta portentosa maravilla que Adolphe regaló al mundo. Y es sorprendente, desde luego, que haya sido un artista, un creador, capaz de calificar su propia obra como "pequeña música".