lunes, 31 de octubre de 2011

Ginastera: "Danza de la moza donosa"



Como toda dictadura que se respete, la del general Onganía en la Argentina de los años sesenta no se anduvo con chicas para aplicar la censura a un amplio abanico de manifestaciones de la cultura. En el ámbito de la música, fue censurado un ballet de Béla BártokLa Consagración de la Primavera de Igor Stravinsky. Y como ley pareja no es dura, fue prohibida por decreto la representación de la ópera Bomarzo, obra de un compatriota, un connacional, el compositor Alberto Ginastera, debido a su "referencia excesiva al sexo, la violencia y la alucinación".

Ginastera (1916 - 1983), uno de los compositores latinoamericanos más destacados del siglo XX, era por esos años una celebridad internacional. Había estudiado con Aaron Copland y entre quienes estudiaron con él se contaban Astor Piazzolla y Waldo de los Ríos. Pero el compositor argentino más importante de todos los tiempos nunca mantuvo buenas relaciones con las autoridades políticas, fueran dictaduras o no.
En el año 1945 fue exonerado de su cargo como profesor del Liceo Militar. Luego de una serie de escaramuzas con el peronismo, una beca Guggenheim le permitió abandonar el país.

A su regreso, dos años más tarde, fundó el Conservatorio de La Plata, del que fue director. Pero las autoridades lo obligaron a dar al conservatorio el nombre de Eva Perón, a lo que Ginastera se opuso porque si bien Evita había promovido con toda justeza el voto femenino, la verdad es que desde el punto de vista artístico era una buena recitadora y muy popular actriz de radioteatro pero nada la ligaba a la música. Ginastera fue nuevamente exonerado en 1952, por "antiperonista".

Autor de una extensa obra de música de cámara, dos conciertos para piano, dos para cello, uno para violín, tres óperas y un largo etcétera, Alberto Ginastera se convirtió en una figura hegemónica del nacionalismo musical argentino. Su composición para piano, Danzas Argentinas, de 1937, propició la identificación de su música en todo el mundo como la "música de las pampas", la música gauchesca; cada una de las tres danzas que conforman la pieza llevan también un título de gran poder evocativo: danza del viejo boyero, danza de la moza donosa y danza del gaucho matrero. Las Danzas... gozaron de gran popularidad desde su estreno y hoy forman parte del repertorio tradicional de los pianistas, al menos de los latinoamericanos.

En brillante versión del maestro Daniel Barenboim, la segunda danza, la Danza de la moza donosa. Presentación en vivo en Buenos Aires, hace unos años.


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sábado, 29 de octubre de 2011

Scott Joplin: Rey del Ragtime



En el año 1913, en Nueva York, no faltaban los negros adinerados que se trasladaban a Harlem y compraban allí casa. Entre ellos, curiosamente, hubo un músico: el pianista Scott Joplin, compositor de ragtimes y autor de dos óperas. Había nacido en 1867, una buena época para nacer si eras negro, porque dos años antes Abraham Lincoln había dictado el Acta de Emancipación de todos los esclavos. Esa era la noticia buena, porque un año después del Acta nació el Ku-Klux-Klan.

Convertido en pianista gracias a su formidable talento y a las clases gratuitas de un profesor alemán, Joplin decidió seguir los pasos de Johannes Brahms e Isaac Albéniz, y a los 20 años comenzó a ganarse la vida tocando el piano en bares y tabernas, pianista itinerante por el valle del Mississippi, visitando ciudades que por lo general mantenían una convivencia interracial envidiable, al punto de que no se tiene registro público de linchamientos, al menos en la década de 1890.

Pronto Joplin comenzó a componer sus propias piezas, breves, sincopadas, de tiempo "arrastrado" (ragged time), al estilo del popular ragtime, que si bien ya predominaba en la música negra, correspondió a Joplin llevarlo a un estadio superior. De 1897 es su composición más exitosa, Maple Leaf Rag, que llegó a vender cientos de miles de copias en EEUU, por cuya venta Joplin recibía un porcentaje que, según algunos, le permitió comprar más tarde una hermosa casa en St. Louis; según otros, lo recaudado no sobrepasó los 600 dólares anuales, durante un corto periodo.

El Golpe
Hoy quizá no recordaríamos a Scott Joplin si no fuera por la película El Golpe, de 1973, que incluyó en su banda sonora el tema The Entertainer, compuesto en 1901. La película hizo resurgir el interés por su música; en 1974 un columnista del New York Times reclamaba: "Atención musicólogos, es hora de poner atención a Joplin"... Nada habría hecho más feliz a Joplin que una invocación como esa pues desde un principio reclamó para el ragtime un estatus similar al de la música "seria" proveniente de Europa. Así es como un musicólogo de hoy puede sostener sin ambages que el ragtime es "el preciso equivalente, en términos de estilo local, de los minués de Mozart, las mazurcas de Chopin o los valses de Strauss".

Maple Leaf Rag
Scott Joplin murió en Nueva York, en 1917, más cerca de la pobreza que de la abundancia, no obstante la casa en Harlem.
La versión, supuestamente, es del propio Joplin: un piano roll encontrado por casualidad.


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jueves, 20 de octubre de 2011

Chopin: Nocturno Op 72 / Pachmann



En palabras del gran pianista ruso-germano Vladimir von Pachmann, una celebridad en su tiempo pero hoy olvidado, no existe mejor ejercicio para desarrollar y mantener la agilidad de los dedos que la ordeña de vacas.

Vladimir de Pachmann (la partícula von = de, se la agregó él mismo puesto que sus hermanos, que los tuvo, no la llevan), nació en Odessa, Ucrania, en 1848. Tempranas muestras de talento aconsejaron su pronto ingreso al Conservatorio de Viena, donde tuvo clases de composición con Anton Bruckner. No obstante haber ofrecido su primer concierto público a los 21 años, no fue sino hasta trece años después que decidió salir de gira por Europa e incluso los Estados Unidos, logrando ser aclamado en todas partes como un artista excepcional.

Carátula de uno de sus discos, que
recomendaba comprar y luego destruir
Según la opinión de la época, interpretaba de un modo extraordinario los valses, preludios y mazurkas de Chopin. Para responder a esta distinción de su público, visitaba todos los años la tumba del compositor polaco, a quien pedía perdón por las notas falsas en que pudiera haber incurrido la temporada anterior.
Ya en plena madurez, a comienzos del siglo veinte, optó por llevar su especial sentido del humor al escenario, llegando a aplaudirse a sí mismo en los pasajes difíciles ya superados, deteniendo la ejecución, besándose las manos y exclamando: ¡Bravo, Pachmann, bravo! o bien, al inicio del concierto, pidiendo disculpas al público por no haber estudiado lo suficiente, a continuación de lo cual repasaba escalas y arpegios tranquilamente en presencia de todo el mundo.

En una ocasión, en el Albert Hall de Londres, cuya sala estaba repleta de público, Pachmann hizo su entrada, tomó asiento, intentó acomodarse en el taburete y luego comenzó a dar muestras de inquietud ya que no lo conseguía por más que lo intentaba. Al rato se puso de pie y abandonó el escenario sin decir una palabra, ante un público atónito. Después de una angustiosa espera, pasado un cuarto de hora, surgió de entre bambalinas su secretario o ayudante, quien avanzó hacia el piano llevando delicadamente tomada entre sus dedos una hoja de papel de cigarrillo, la que dispuso con igual primor debajo de una de las patas del taburete. Pachmann regresó al escenario, tomó asiento y luego de aprobar con expresión satisfecha la estabilidad perfecta del taburete, comenzó a tocar.
No hace falta decir que el público adoraba estas ocurrencias de Pachmann y, en cierto modo, constituyeron por sí mismas un elemento esencial en el éxito de su magnífica carrera.

Vladimir de Pachmann fue uno de los primeros pianistas en registrar grabaciones de su trabajo, por allá por 1906. En algunas de ellas, hace comentarios sobre lo que está tocando. He preferido elegir una en que no lo hace. Es el nocturno Op. 72, póstumo, de Chopin, quien con el mismo espíritu de Pachmann alguna vez expresó: "No me agradan las personas que nunca ríen. No son gente seria".


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martes, 18 de octubre de 2011

Grieg: Concierto para piano




Desde fines del siglo XIV, la ciudad de Bergen, en Noruega, había formado parte de la Liga Hanseática, agrupación mercantil y política de ciudades y gremios destinada a preservar la hegemonía comercial del norte de Europa. A pesar de abandonar la asociación en 1763, para mediados del siglo XIX Bergen era todavía una ciudad próspera e igualmente privilegiada por su inspiradora belleza.

En esa estimulante ciudad tuvo la fortuna de nacer el compositor y pianista Edvard Grieg, el gran músico nacionalista noruego y autor de las suites Peer Gynt. Para mayor fortuna, lo hizo como el cuarto vástago de una familia que gozaba allí de sólido prestigio social: el padre como exitoso empresario amén de cónsul inglés y la madre como pianista de no poco talento además de escritora.

Edvard Grieg (1843 - 1907)
Después de recibir de su madre las primeras lecciones de piano, Edvard ingresó al Conservatorio de Leipzig a los 15 años y a los 20 obtuvo su diploma. Regresó a Escandinavia pletórico de ilusiones, con una carpeta llena de piezas para piano y un libro de canciones, pero la vida cultural de Noruega no era la de Europa central, de modo que las posibilidades de seguir allí una carrera profesional como músico se presentaban escasas.

Como era de esperar, trató de ganarse la vida como profesor particular. Para ello se trasladó a Cristianía (el actual Oslo), y agregó a sus actividades la de director de una sociedad coral, con lo que pudo afrontar de mejor forma el matrimonio con su prima Nina, también oriunda de Bergen, en 1867. Sus nuevas obligaciones no le impidieron seguir trabajando en la composición y en fecha tan temprana como el año siguiente a su enlace, en 1868, vieron la luz el primero de sus diez libros de Piezas Líricas para piano y el flamante Concierto para piano en la menor.


Concierto en La menor opus 16
Dos años más tarde, en 1870, Edvard recibió una invitación de Franz Liszt para que lo visitara en Roma. Edvard llevó consigo el concierto para piano. Liszt tomó la partitura y leyendo a primera vista tocó la parte del piano y la orquestal. Conmovido por su belleza, felicitó calurosamente a Edvard. Según un testigo presencial, ante semejante loa Edvard se portó a la altura y sólo hizo notar que, claro, el maestro lo había tocado un poquito rápido.

Compuesto a la edad de 25 años, el concierto acusa alguna influencia de autores anteriores como Schumann o Mendelssohn, incluso Liszt, si ponemos atención a los pasajes virtuosos. Según los estudiosos, pese a que no se descubre en él una cita precisa a uno u otro tema folklórico concreto, Grieg logró infundir en la obra un aliento romántico claramente inspirado en la cultura popular escandinava.

Movimientos
00       Allegro molto moderato  Contiene el tema que lo ha hecho popular.
14:27  Adagio  Intimista y soñador
21:33  Allegro moderato molto e marcato  Un final majestuoso y brillante. En mi modesta opinión, Grieg anuncia aquí a un compositor moderno, que recién vendrá al mundo treinta años más tarde: George Gerswhin.

La versión es del maestro Arthur Rubinstein, acompañado de la London Symphony Orchestra dirigida por André Previn.



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sábado, 15 de octubre de 2011

Mozart: Figaro - Duettino sull'aria



Hasta hoy no tengo idea de qué es lo que cantaban aquellas dos mujeres italianas y lo cierto es que no quiero saberlo, algunas cosas es mejor no decirlas. Supongo que cantaban sobre algo tan hermoso que no podia expresarse con palabras y que precisamente por eso te hacía palpitar el corazón. Les aseguro que esas voces te elevaban más alto y más lejos de lo que nadie pudiera soñar, viviendo en un lugar tan gris. Fue como si un hermoso pájaro hubiera entrado en nuestra monótona jaula y hubiese hecho desvanecerse aquellos muros, y por unos breves instantes, hasta el último hombre de Shawshank se sintió libre.

Este texto corresponde a la voz en off del actor Morgan Freeman en esta estupenda escena de la película de 1994, Shawshank Redemption, basada en un relato de Stephen King. El personaje rememora el momento mágico que significó para los internos del ficticio penal de Shawshank escuchar las voces de aquellas "dos mujeres italianas" luego que el protagonista (Tim Robinson), sacando provecho de su privilegiada relación con el alguacil, decide enviar desde su oficina hacia los patios de la prisión esa melodía que lograba elevarte tan alto y tan lejos.

Mozart - Bodas de Fígaro
La música capaz de realizar esa hazaña en un penal para condenados a presidio perpetuo es el duettino Canzoneta sull'aria del acto III de la ópera Las Bodas de Fígaro, de Wolfgang Amadeus Mozart, concluida el 29 de abril de 1786 y estrenada sólo dos días después en el Burgtheater de Viena.

El libreto está basado en Le marriage de Figaro, de Beaumarchais, que no se llegó a representar en Viena por expresa prohibición de José II debido a su crítica de la sociedad de la época. Por lo mismo, el estreno de la ópera en Viena estuvo precedido de malos presagios, que Leopold, el padre de Mozart, ayudaba a alimentar asegurando que Antonio Salieri y "los suyos" tenían como blanco de todas sus intrigas a Mozart y que no dudarían en mover cielo y tierra para que su estreno fuera un fiasco.

Pero Leopold se equivocó en sus pronósticos. Le Nozze di Fígaro obtuvo un éxito arrollador desde el mismo día de su estreno. Al poco tiempo ya era famosa y sus representaciones se sucedían en buena parte de Europa. Dos siglos después, una de sus arias sirve como telón de fondo para un breve momento de redención.
En la siguiente versión del duettino, las "dos mujeres italianas" que cantan son Cecilia Bartoli y Renée Fleming.


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miércoles, 5 de octubre de 2011

Mozart: sonata do mayor K. 330


Munich: vista interior del Palacio de Nynphemburg,
residencia de verano del Príncipe Elector

La mañana del 30 de septiembre de 1777 Wolfgang Amadeus Mozart había llegado temprano a palacio y a las diez en punto se encontraba de pie, muy elegante y erguido, en una pequeña sala por la que el Príncipe Elector Maximiliano III debía pasar obligadamente en dirección a la capilla para oír misa y luego salir de caza seguido de su corte. Mozart llevaba un par de semanas en Munich, en compañía de su madre, después de abandonar definitivamente la corte de Salzburgo y con ello al Príncipe Arzobispo Colloredo. La singular audiencia con el Príncipe Elector se había conseguido gracias al empuje de un santo en la corte. Mozart sólo debía esperar a que el príncipe pasara por allí.

Cuando éste apareció, Wolfgang Amadeus tuvo que esperar hasta que llegara frente a él y entonces lo abordó con estas palabras: "Permita Su Alteza que me arroje humildemente a sus pies para ofrecerle mis servicios". Su Alteza se detuvo, reconoció a Mozart y le preguntó si había abandonado Salzburgo para siempre. Wolfgang contestó que sí, porque en Salzburgo ya no había lugar para él. Luego aprovechó de hacer un breve recuento de sus últimos logros y finalizó con que estaba seguro de tener las competencias necesarias para servir en cualquier corte. "Aunque mi único deseo es servir a Su Alteza", remató.
Fue casi lo último que dijo porque el Príncipe lo interrumpió: "Sí, hijo, lo sé, pero no tenemos vacantes. Lo siento." Mozart le aseguró que no fallaría si de darle prestigio a la corte de Munich se trataba, pero el príncipe ya había retomado su camino y mientras se alejaba le respondió: "Lo sé. Lo sé. Pero es que no hay vacantes aquí por ahora".


Este encuentro fue relatado por Mozart a su padre Leopold con todo detalle en una extensa carta fechada el mismo día. No se desprende de ella que Wolfgang esté molesto, simplemente expone los hechos, si bien hace hincapié en que lo de las vacantes "me lo dijo cuando se iba".
Luego de este desventurado percance, Mozart viajó a Mannheim con idéntico resultado. Después, París. Allí publicó al año siguiente cuatro sonatas para piano, compuestas con anterioridad... vaya a saberse si la misma tarde en que supo que para él no había vacantes en Munich.

En versión de Krystian Zimerman, escuchamos la primera de ellas, la sonata K.330 en do mayor. Sus movimientos son:
00        Allegro moderato
07:00  Andante cantabile
14:18  Allegreto. Al final de este rondó, Zimerman se pone juguetón y se detiene inesperadamente antes de atacar los tres acordes finales. Simpática la idea, pero hubiese preferido los acordes algo más delicados.


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