martes, 29 de noviembre de 2016

Debussy: "La niña de los cabellos de lino"



Claude Debussy escribió sus dos libros de Preludios para Piano entre fines de 1909 y los primeros meses de 1913. Ambas colecciones constan de doce preludios, y presentaron en su tiempo la novedad editorial de que las delicadas descripciones con que se conocen hoy fueron puestas por Debussy al final de las piezas y no al principio como era lo usual, con el objeto, quizá, de que estas breves y algo pintorescas descripciones funcionaran como una reflexión, un segundo pensamiento inspirado por la música y no al revés.

Así, La fille aux cheveaux de lin es la descripción que Debussy agregó al final del Preludio No 8, del Libro I, apenas dos páginas de delicada música magníficamente diseñada que, en cuanto a popularidad, están a la par de las reconocidas Claro de Luna de la suite Bergamasque, de 1890, o del poema sinfónico Preludio a la Siesta de un Fauno, de 1894.

Claude Debussy (1862 - 1918)
Debussy tomó el título del poema homónimo de su compatriota Leconte de Lisle, una de sus Chansons écossaises que perfila la imagen de una muchacha de pelo color de lino, que la estética de la época asoció a inocencia, o candidez. Muy a tono con esta representación, la pieza de Debussy sorprende por su sencillez melódica y armónica, harto distante de su propio estilo para la época y más bien cercana al carácter de sus primeras composiciones.

(Entre estas composiciones de juventud, existe una melodía con el mismo título, nunca publicada, dedicada a Madame Vasnier, una soprano de la que Debussy estuvo prendado platónicamente entre 1880 y 1884, y a quien dedicó una veintena de canciones, todas inspiradas en poemas de autores franceses.)

La primera interpretación pública de la pieza tuvo lugar, junto con el resto de los preludios del Libro I, en Londres, el 2 de junio de 1910.
La versión que aquí se presenta, excelente, es de la pianista alemana Katharina Treutler.


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viernes, 18 de noviembre de 2016

Chopin: Balada No 3


Aunque Chopin nunca confirmó la fuente de la que tomó inspiración para sus cuatro baladas, es costumbre afirmar que obedecen a la admiración que tenía por la obra de su amigo y poeta polaco Adam Mickiewicz, exiliado como él en el París de los años treinta. Un entusiasta sostenedor de esta conjetura fue Robert Schumann (dedicatario de la Balada No 2, sin gran arrebato por parte de Chopin, hay que decirlo).
Schumann encontró en Mickiewicz poemas inspiradores para cada una de las baladas. Para la No 3, sostuvo que se inspiraba en el poema Ondina, que cuenta la historia trágica de un duende de agua, una ondina, que se enamora de un mortal.


Lo cierto es que Chopin jamás tuvo interés alguno en música que contuviera personajes o que contara historias. Pero tampoco rechazó estas sugerencias abiertamente. Simplemente las ignoró, por impertinentes, quizá. (Respecto del personaje mágico, reaparecerá en una de las más celebradas composiciones de Ravel, en el próximo siglo, como protagonista del primer movimiento de su suite para piano solo Gaspard de la Nuit, de 1908).

Balada No 3 en La bemol mayor, opus 47
La tercera balada fue compuesta durante los años 1840-41. Chopin ya llevaba casi diez años en París. Los primeros tiempos no habían sido fáciles. Pero todo cambió luego de conocer a la muy acomodada familia Rothschild, de origen judío, a través de quienes Chopin accedió a los círculos nobles y aristocráticos de París. Las damas le pidieron lecciones. La baronesa de Rothschild se inscribió la primera. También la señorita Pauline de Noailles, hija de un príncipe. A ella está dedicada la Balada No 3.

Menos turbulenta que las dos baladas anteriores, la tercera balada se inicia con una larga introducción que semeja, según los estudiosos, una conversación, un diálogo entre dos amantes. Recién en el minuto 02:11 aparecerá el primer tema, encantador y elegante. La pieza, de siete minutos de duración, concluye con una versión abreviada del segundo tema (03:58), de trazos virtuosos pero no triunfales, pues el encaprichamiento de la ondina, siguiendo a Schumann, ha resultado más amargo que dichoso.

La versión, excelente, es del maestro polaco Krystian Zimerman.


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domingo, 13 de noviembre de 2016

Schubert: Valses sentimentales


Alrededor de cien valses para piano escribió Franz Schubert durante su corta vida. Compuestos probablemente alrededor de 1823, el grupo de 34 miniaturas que llamó Valses Sentimentales no fueron concebidos como una obra integral sino que corresponden a breves piezas escritas en diferentes momentos que finalmente lograron interesar a un editor de Viena que las publicó en 1825 agrupadas como su Opus 50.
En 1827 escogerá otros doce, que esta vez llamará Valses Nobles, los que integrarán una nueva colección que se publicará como su Opus 77.


Valses sentimentales
El conjunto de 34 miniaturas, cuya interpretación completa no dura más de veinticinco minutos, contiene algunas de las más bellas a la vez que pequeñas obras maestras de Schubert, por su invención melódica y su ternura tan propias del compositor (por eso quizá el título de "sentimentales"). Y, tal como ocurre con la mayor parte de la obra del maestro vienés, en estas brevísimas piezas no abundan para nada los efectos virtuosísticos. Sin embargo, la gracia y la frescura que muestran resultan admirables.

Casi noventa años más tarde, en 1911, Maurice Ravel publicará en París una de sus obras más reconocidas, el conjunto de siete valses más un epílogo que tituló Valses Nobles y Sentimentales en homenaje al pequeño Franz.

Guillaume Coppola, pianista francés, interpreta aquí los valses Nos 18, 20, 21 y 23. Los cuatro valses juntos no alcanzan a sobrepasar los tres minutos de duración. Se trata, efectivamente, de miniaturas.

 

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viernes, 11 de noviembre de 2016

Mozart: Fantasia en Do menor


En febrero de 1784, Mozart dio un giro admirable en su naturaleza despreocupada y traviesa para abocarse a la confección de un completo registro de sus obras, que llamó, con toda la seriedad del mundo, "Listado de todas mis obras". Con todo, no pensaba quemarse las pestañas en el proyecto pues tenía pensado completarlo por allá por el 1800, para cuando estaría debidamente "actualizado".
La pieza para piano solo Fantasia en Do menor (K. 475) ingresó al "catálogo" el 20 de mayo de 1875.


Son años en que Mozart, no obstante el éxito conseguido con El Rapto en el Serrallo, de 1782, se ha enfocado en la producción de conciertos para piano y en el desarrollo de su carrera como pianista. El año 1785, precisamente, vieron la luz los conciertos Nos 20, 21 y 22, ni más ni menos.

Fantasia en Do menor, K 475
Fue publicada ese mismo año en conjunto (opus 11) con una sonata (la sonata en Do menor, KV 457), un género completamente distinto si se piensa en el carácter improvisatorio que se supone que tiene toda "fantasia". Esto llevó a pensar que el talante de esta última servía de algún modo como introducción a la sonata, formando ambas piezas una obra integral. Hoy, son consideradas piezas independientes, y bajo ese prisma integran el repertorio de los pianistas contemporáneos.

La atmósfera
A diferencia de la pluralidad de sensaciones (patetismo, alegría, abandono) que evoca su homónima, en re menor, de 1782, la Fantasia en Do menor, iniciada en un hermoso tempo adagio, se caracteriza por mantener, en general, un clima un tanto sombrío, y quizá, hasta tenebroso. En la línea de las restantes fantasias de Mozart, exige del intérprete un virtuosismo transparente.

Una excelente versión es la que nos entrega aquí el notable pianista húngaro Zoltan Kocsis, fallecido hace pocos días en Budapest a los 64 años. El maestro Kocsis, además de desarrollar una extraordinaria carrera como virtuoso, también abordó exitosamente la dirección de orquesta, la composición y la pedagogía. Este modesto blog aventura aquí un sentido homenaje.



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lunes, 7 de noviembre de 2016

Sibelius: "Finlandia", poema sinfónico


La tierra que hoy conocemos como Finlandia fue incorporada al Imperio Ruso en 1809 con el decoroso nombre de Gran Ducado de Finlandia. Noventa años más tarde, en 1899, los vientos nacionalistas irrefrenables obligaron a Rusia a imponer una estricta censura a la prensa de la pequeña nación. Así las cosas, en noviembre de ese mismo año la prensa finlandesa organizó en Helsinki una gala para recolectar fondos que en realidad era una fachada para conseguir apoyo para una prensa libre.


La gala finalizó ceremoniosamente con la interpretación de una obra de reciente creación de Jean Sibelius, trabajo que para la ocasión se presentó con estudiada inocencia bajo el título de "Música para la Ceremonia de Prensa". La obra, compuesta de seis cuadros y una obertura, finalizaba con la pieza titulada "Finlandia Despierta". Tal fue la acogida brindada a este sexto cuadro, que Sibelius lo revisó al año siguiente, transformándolo en un poema sinfónico independiente que retituló derecha y simplemente "Finlandia".

Jean Sibelius (1865 - 1957)
Finlandia, poema sinfónico
Estrenado como obra autónoma el 3 de julio de 1900, el poema sinfónico reveló al mundo la maestría poética de Sibelius, convirtiéndose en el punto de arranque de un arrebatado sentimiento nacionalista, del que el compositor fue un excelso protagonista.
De ahí en adelante, Finlandia se convirtió prácticamente en el segundo himno nacional, aunque debido a la censura la obra se presentó en esos años con los títulos más diversos, desde el cauto Nocturno hasta los más atrevidos Sentimientos Heroicos, o El Despertar de la Primavera Finlandesa, práctica obligada hasta que Finlandia logró su independencia luego de la Primera Guerra Mundial.

La versión, excelente, es de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Caracas, bajo la dirección del maestro César Iván Lara. Su trozo más célebre se presenta en el minuto 4:00, primero en una atmósfera reverente; al final, se habrá convertido en una poderosa declaración de triunfo.


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