Munich: vista interior del Palacio de Nynphemburg, residencia de verano del Príncipe Elector |
La mañana del 30 de septiembre de 1777 Wolfgang Amadeus Mozart había llegado temprano a palacio y a las diez en punto se encontraba de pie, muy elegante y erguido, en una pequeña sala por la que el Príncipe Elector Maximiliano III debía pasar obligadamente en dirección a la capilla para oír misa y luego salir de caza seguido de su corte. Mozart llevaba un par de semanas en Munich, en compañía de su madre, después de abandonar definitivamente la corte de Salzburgo y con ello al Príncipe Arzobispo Colloredo. La singular audiencia con el Príncipe Elector se había conseguido gracias al empuje de un santo en la corte. Mozart sólo debía esperar a que el príncipe pasara por allí.
Cuando éste apareció, Wolfgang Amadeus tuvo que esperar hasta que llegara frente a él y entonces lo abordó con estas palabras: "Permita Su Alteza que me arroje humildemente a sus pies para ofrecerle mis servicios". Su Alteza se detuvo, reconoció a Mozart y le preguntó si había abandonado Salzburgo para siempre. Wolfgang contestó que sí, porque en Salzburgo ya no había lugar para él. Luego aprovechó de hacer un breve recuento de sus últimos logros y finalizó con que estaba seguro de tener las competencias necesarias para servir en cualquier corte. "Aunque mi único deseo es servir a Su Alteza", remató.
Fue casi lo último que dijo porque el Príncipe lo interrumpió: "Sí, hijo, lo sé, pero no tenemos vacantes. Lo siento." Mozart le aseguró que no fallaría si de darle prestigio a la corte de Munich se trataba, pero el príncipe ya había retomado su camino y mientras se alejaba le respondió: "Lo sé. Lo sé. Pero es que no hay vacantes aquí por ahora".
Este encuentro fue relatado por Mozart a su padre Leopold con todo detalle en una extensa carta fechada el mismo día. No se desprende de ella que Wolfgang esté molesto, simplemente expone los hechos, si bien hace hincapié en que lo de las vacantes "me lo dijo cuando se iba".
Luego de este desventurado percance, Mozart viajó a Mannheim con idéntico resultado. Después, París. Allí publicó al año siguiente cuatro sonatas para piano, compuestas con anterioridad... vaya a saberse si la misma tarde en que supo que para él no había vacantes en Munich.
En versión de Krystian Zimerman, escuchamos la primera de ellas, la sonata K.330 en do mayor. Sus movimientos son:
00 Allegro moderato
07:00 Andante cantabile
14:18 Allegreto. Al final de este rondó, Zimerman se pone juguetón y se detiene inesperadamente antes de atacar los tres acordes finales. Simpática la idea, pero hubiese preferido los acordes algo más delicados.
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Dago, debo confesar que sigo el blog anónimamente desde hace un par de semanas y me parece simplemente exquisito, no sólo por hacer de la historia de esta bella música algo digno de conocer, sino por la gracia y el estilo entretenido en el que la escribes. mmmmm... lo olvidaba, ha quedado muy bella la página con la nueva presentación. Muchas gracias!
ResponderEliminarGracias a ti, Jesús. Eres muy amable con la página. Te lo agradecemos ambos.
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