Mientras vivió en París, Frédéric Chopin tuvo nueve domicilios distintos. El año 1842, al regreso de una breve estadía en Nohant –la residencia veraniega de su pareja, George Sand–, él y la novelista decidieron abandonar la Rue Pigalle, donde residían desde el año anterior, y mudarse a Place d'Orléans N° 9, donde, en su estilo, habitan en apartamentos o pabellones distintos.
La "pequeña Atenas"
La decisión obedece puramente al deseo de cambiar de aires. La Rue Pigalle ya los había hastiado y les seduce la idea de habitar en una suerte de comunidad "fourierista" (por el socialista utópico Fourier), donde puedan reunirse noche a noche escritores y artistas. Place d'Orléans cumple con esos requisitos. Y efectivamente, la cantante Pauline Viardot-García y Alexandre Dumas, entre otros, pueblan esa "pequeña Atenas".
En palabras de Sand, en la pequeña Atenas:
"...teníamos un solo patio grande... siempre limpio, que cruzábamos para reunirnos... ora en la casa [de una amiga], ora en la mía, ora en la de Chopin, cuando estaba dispuesto a tocar para nosotros. Habíamos decidido hacer una olla común y comer todos juntos... Chopin se regocijaba de tener [allí] un salón aislado al que podía ir para componer o soñar. Pero le gustaba la gente y solo aprovechaba su santuario para dar sus lecciones."
Una joven George Sand, pseudónimo de Aurore Dupin (1804 - 1876) |
1842, un año productivo
Y en efecto, el compositor sólo compone en Nohant. En ese corto verano de 1842 ha producido el Scherzo N° 4, la balada N°4, la polonesa en la bemol, el tercer impromptu, y cuatro mazurkas. Desde hace un año, Chopin vive uno de sus más productivos periodos, lo que durará hasta 1847, cuando la relación con su "pareja" George Sand entre en un curioso desentendimiento que conducirá al quiebre definitivo.
Balada N° 4 en fa menor, op. 52
Antes de Chopin, el término "balada" se aplicaba exclusivamente a piezas vocales. Las cuatro baladas que escribió Chopin son, entonces, las primeras baladas instrumentales.
De acuerdo con un estudioso contemporáneo, buscará en vano quien en la balada N° 4 pretenda encontrar al Chopin romántico o melodioso, o dulce. Y tiene razón: la "interioridad" de la pieza la ha hecho de difícil acceso, y menos popular que las restantes. Sin embargo, resulta ser al mismo tiempo una de las baladas más bellas, si convenimos en que no estamos aquí en presencia de un nocturno soñador.
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Acabo de descubrir este blog y me ha parecido fabuloso. Felicidades, buen trabajo :)
ResponderEliminarHola, Mariana: Te damos la bienvenida, entonces. Y gracias por tus palabras.
ResponderEliminarYo también he descubierto este blog hace unos días y sinceramente me parece excelente , felicitaciones por tu gran trabajo !!
ResponderEliminarHola, Robert. Pues ¡¡bienvenidos sean todos!!! Y muchas gracias.
ResponderEliminarEscribo un cuento donde menciono a propósito la Balada No. 4 de Chopin. Es apoteósica, La tengo con Lise de la Salle. Gracias por compartir informaciónb tan valiosa. Felicidades.
ResponderEliminarHola, Aqueronte: Gracias por tu comentario. Y tu cuento ¿dónde podremos disfrutarlo? Saludos
ResponderEliminarSale publicado en enero del 2015, les enviaré la liga cuando esto ocurra. Gracias por el interés. Abrazo afectuoso desde acá.
ResponderEliminarOk. Lo esperamos. Y que te vaya bien. Saludos
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