Ya está dicho que Chopin no estaba hecho para las multitudes. Le incomodaban esas personas desconocidas que lo miraban desde sus butacas con curiosidad, y así lo confesó en más de una oportunidad a sus colegas amigos, Liszt entre ellos. Sin embargo, durante sus primeros años en París el compositor se presentó en público con mucha mayor frecuencia de la que iba a acostumbrar posteriormente. Tal vez, se trató de una imposición de la vida. Desde luego, el polaco auto exiliado tenía la imperiosa necesidad de darse a conocer, en tierra extraña.
Conciertos en colaboración
Durante 1833, cuando tenía 23 años y recién cumplía algo más de dos en París, se presentó al menos en tres oportunidades ante un gran público. Todo había comenzado poco antes, cuando en diciembre del año anterior se presentó por primera vez en compañía de Liszt para interpretar, junto al pianista y compositor Ferdinand Hiller, el allegro del Concierto para tres teclados de Bach.
El 2 de abril de 1833, en colaboración con Liszt otra vez, interpretó diversas piezas en un gran concierto a beneficio, y al día siguiente, participó en otro concierto para cuatro pianos, junto a Liszt y otros dos pianistas.
Chopin (1810 - 1849) |
1833, un año fecundo
Entre varias otras obras, ese año quedaron terminados los Estudios del opus 10, publicó el Concierto en mi menor y los tres Nocturnos del opus 9. También, dio por terminada una nueva serie de mazurcas, las del opus 17, que publicará al año siguiente, en París, sumando cuatro piezas más a la colección que, al final de su vida, contará con 47 mazurcas publicadas, a las que póstumamente se agregarán otras diez, que el autor no consideró dignas de ser editadas.
Mazurka opus 17 N° 4
Originaria de la región de Mazuria, la mazurca (mazur en polaco) es una danza. En ritmo de 3/4, se baila, se canta, y también se puede cantar mientras se baila. Pero de ellas, de su carácter nacional y popular, Chopin tomó meramente el ritmo, cuya cadencia exige un apoyo más o menos prolongado del segundo o tercer tiempo de cada compás. De breve duración, su canto es pura invención chopiniana, refinando así la danza, "ennobleciendo sus melodías", en palabras de Liszt. Las envuelve generalmente un vaho armónico, y la última pieza del opus 17 va un poco más allá, al punto de que al inicio resulta difícil reconocer la tonalidad en que está escrita. Pareciera que Chopin está improvisando, en un salón, para sus admiradores parisienses. Pero no. Todo está prodigiosamente controlado.
La versión es del pianista y compositor estadounidense Michael Glenn Williams.
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