miércoles, 14 de febrero de 2024

Mozart: Concierto para Violín N° 3

Una obra que "sólo hubiese podido ser escrita por un hombre de talento superior..." 

Wolfgang tenía solo 19 años cuando compuso los cinco Conciertos para Violín, mientras se desempeñaba, a disgusto, en la orquesta de su engreído y torpe patrón Colloredo, príncipe arzobispo de Salzburgo, donde ocupaba la plaza de primer violín.
Hacía tiempo ya que Wolfgang, de la mano de su padre Leopold, había recorrido media Europa tocando el clave junto a Nannerl, su hermana mayor. Ambos niños habían asombrado a medio mundo como tecladistas, pero el genio de Wolfgang Amadeus con el violín sólo era conocido por quienes habían tenido la fortuna de escucharlo en Salzburgo o en alguna modesta corte de los alrededores.


Leopold, que algo sabía de violines había escrito uno de los primeros tratados pedagógicos de la historia, sobre el violín le escribió alguna vez en una carta: "...sucede que tú mismo no eres consciente de lo bien que tocas el violín". Mucho más tarde, curiosamente, insistió: "Si hubieses querido, habrías llegado a ser el mejor violinista de Europa". Leopold no estaba enterado aún de que Wolfgang iba a ser el más grande compositor del periodo clásico.

Vista de Salzburgo, s. XVIII. Grabado de A.F.H. Naumann
Un año antes de la composición de los conciertos, Wolfgang había recibido la negativa de Colloredo ante su solicitud de viajar a Viena para darse a conocer y relacionarse con otros músicos. Necesitaba liberarse durante un tiempo, por breve que fuera, del abatimiento que suponía estar al servicio de Su Eminencia en esa corte que detestaba.

Es probable, entonces, que los Conciertos para Violín los haya compuesto pensando en un futuro y definitivo alejamiento de la corte de Salzburgo. Una suerte de preparación y consolidación de repertorio para ser presentado ante las cortes, claramente más atractivas, de Alemania o Francia. Allí podría brillar también como violinista, atendidas las sugerencias de su padre.

Por ello tal vez, los cinco Conciertos para Violín fueron compuestos en tiempo récord, entre abril y diciembre de 1775. En comparación con los Conciertos para Piano, se acostumbra señalar que aquellos compuestos para violín poseen un carácter más superficial, si bien en todos ellos se ve plasmado el inmejorable conocimiento que Wolfgang tenía del estilo melódico y gracioso de la escuela italiana. Constituyen, por cierto, un precioso testimonio de la elegancia y el estilo galante que, imaginamos, habrá sido la usanza en la corte de Salzburgo, hace más de dos siglos.

Concierto para violín y orquesta N° 3, en Sol mayor
Estructurado en los tres movimientos tradicionales –rápido, lento, rápido–, es uno de los conciertos para violín más demandados por público e intérpretes de nuestro tiempo.
Con la violinista norteamericana Hilary Hahn de solista, acompañada por la Stuttgart Radio Symphony Orchestra dirigida por Gustavo Dudamel, se presenta aquí la versión ofrecida en 2007 en la oportunidad del cumpleaños del Papa Benedicto XVI, en una elegantísima sala –cómo no– de El Vaticano.


Movimientos:
00  Allegro  Prototipo de final galante, aunque lo superará en galanura el final del tercer movimiento. (Las cadenzas son de Hilary).
10:35  Adagio  En lugar del habitual andante, Mozart incorpora un adagio de atmósfera ensoñadora.
21:00  Rondo  Fue el propio Mozart quien, un poco en broma y un poco en serio, dijo de este movimiento lo que señalamos al inicio: "sólo hubiese podido ser escrito por un hombre de talento superior". Nada de finales brillantes aquí, solo galanura. A su término, la pieza parece despedirse, con suprema elegancia, porque necesita tomar un descanso.

domingo, 28 de enero de 2024

Johann Strauss II, "Voces de Primavera", en la voz de Patricia Janečková

Homenaje a una joven soprano

Estamos acostumbrados hoy a escuchar los valses vieneses en versión orquestal. Pero, en su origen, al menos aquellos que compuso Johann Strauss hijo, fueron concebidos para voz solista con acompañamiento de coro y orquesta. Entre ellos, por supuesto, el celebre Danubio Azul.
También es el caso del hermosísimo vals Voces de Primavera (Frühlingsstimmen, su título en alemán), compuesto en 1882, quince años después del Danubio, escrito especialmente para una soprano alemana, encargada de interpretarlo en un concierto benéfico celebrado en el Theater an der Wien, en favor de la «Fundación para los indigentes austrohúngaros de Leipzig, del Emperador Francisco José y la Emperatriz Isabel», muy solidarios ellos. 

Se me escapa el nombre de la soprano alemana. Por ello, me encanta pensar que, de vivir Strauss en nuestros días, quizá lo hubiese escrito para la brillante y hermosa soprano eslovaca Patricia Janečková, lamentablemente fallecida hace un par de meses a los 25 años. Y a quien queremos recordar hoy.

Patricia Janečková nació en 1998 en Münchberg, Alemania, de padres eslovacos. Poco después, la familia se mudó a Ostrava, en la República Checa. Desde muy pequeña se inició en el canto, haciendo su primera aparición en público a los once años en el escenario del Teatro Antonín Dvořák de Ostrava, acompañada de la Orquesta Filarmónica Janáček de Ostrava. Con 16 años se convirtió en la ganadora del Concorso Internazionale Musica Sacra de Roma que le permitió recibir una beca para estudiar en la Academia Europea de la Música, en Arezzo.

Desarrolló su carrera profesional principalmente en escenarios de Europa Central, donde cosechó variados premios y aplausos interminables en cada presentaciónEn 2015, debutó en la ópera eslovaca como Barbarina en Las bodas de Fígaro, y Pamina en La Flauta Mágica. Desde entonces actuó como solista de la mano de diversas orquestas sinfónicas y de cámara checas y eslovacas. 
En 2017 dio el salto al conjunto Collegium Marianum (cantando Acis y Galatea de Händel) y a la Orquesta Sinfónica de Praga. Después se encargó de realizar los conciertos de la gala de año nuevo en Pozan en 2018 y 2019.
Una de sus presentaciones más solicitadas por las audiencias, por su derroche de encanto y simpatía, fue su interpretación del aria de la muñeca, "Les oiseaux dans la charmille", de Los Cuentos de Hoffmann, de Offenbach.


El infortunio
Pero en 2022, todo se vino abajo.
El 9 de febrero de ese año anunció en su cuenta Instagram que había sido diagnosticada con cáncer de mama y que por ello interrumpiría su carrera por tiempo indefinido.​ Sin embargo, reapareció el 15 de diciembre, interpretando el papel de Esmeralda en la ópera bufa La Novia Vendida, del autor checo Bedřich Smetana.
Pero la enfermedad no había cejado.
La infortunada soprano falleció el 1 de octubre de 2023, a los 25 años.

🧡   🧡   🧡
El Vals
Inicia con una gran entrada en la tonalidad de Si bemol mayor con acordes sonoros precedidos por los tres tiempos del compás, dando paso a la melodía suave y arremolinada del primer vals. La segunda sección, en Mi bemol mayor, invoca las alegrías de la primavera con la flauta imitando el canto de los pájaros y una escena pastoral. La tercera sección, quejumbrosa y dramática, quizá sugiera lluvias primaverales. La cuarta sección rompe con el estado de ánimo pensativo con otra alegre melodía en La bemol mayor. La familiar melodía del primer vals hace su gran reentrada, con la Coda, en una imitación burlona a cargo de vientos y cuerdas, antes de su final sin aliento, vibrantes acordes y el habitual redoble de timbales y la cálida floritura de los metales. 

Patricia Janečková en el Concierto de Fin de Año al Estilo Vienés, en Ostrava, 2016, acompañada de la Janacek Philarmonie Ostrava, dirigida por Mathias Förster.

lunes, 8 de enero de 2024

Chopin, Piano Concierto No 2 - Yuja Wang

Chopin, un enamorado tímido

En octubre de 1829, un año antes de abandonar Varsovia camino a Viena por segunda vez, Frédéric Chopin escribió a su entrañable amigo Tytus una larga carta. En parte de ella, se lee:
"Puede que para mi desdicha haya encontrado mi ideal, a quien sirvo fielmente desde hace seis meses, sin hablarle de mis sentimientos. Sueño con ella, y bajo su inspiración ha nacido el adagio de mi Concierto en fa menor..."
El ideal a que Frédéric hace referencia respondía al bello nombre de Constanza Gladkowska, una agraciada chiquilina que deseaba convertirse en soprano, y que, tal como Frédéric, restaba horas al descanso para cumplir con las altas exigencias del Conservatorio de Varsovia. 

                   

En innumerables ocasiones se toparon en los pasillos y cruzaron miradas con interés de adolescentes, pero el joven Chopin, a punto de terminar sus estudios, o no tenía tiempo, o no andaba de ánimo, o simplemente no se atrevía a abordarla. Aunque los pretextos para hacerlo no faltaban, pues debían asistir juntos a algunas clases y en más de una oportunidad, Frédérick tocó ante su presencia o, incluso, debió acompañarla al piano. Pero, hasta donde sabemos, la ocasión de una conversación a solas no llegó jamás a producirse.

Sin embargo, más de algunas palabras habrán debido cruzar, pues de otro modo no se explica que Constanza, poco antes de que Chopin abandone Varsovia, haya anotado en el álbum de despedida de Frédéric, un par de versos, de los que transcribimos aquí la última estrofa.
"Para que la corona de laurel no se marchite nunca, 
dejas a tus amigos queridos, a tu familia amada.
¡Los extraños podrán apreciarte mejor, recompensarte, 
pero desde luego no podrán quererte más que nosotros!"

Piano Concierto en Fa menor
Lleva el número dos pero fue el primero que compuso, a los 19 años. (Pocos meses después verá la luz el segundo, en mi menor, y que lleva el N° 1.)
De estructura clásica en tres movimientos, su estreno se realizó el 17 de marzo de 1830. Chopin alquiló para ello el Teatro Nacional de Varsovia y tres días antes del estreno sintió cómo lo inundaba la alegría al enterarse de que todas las localidades estaban vendidas.

La acogida fue calurosa, de público y de crítica, a tal punto que cinco días más tarde se vio obligado a ofrecer un segundo concierto, con la sala abarrotada nuevamente. 

Movimientos:
00:00  Maestoso
15:16  Larghetto
24:06  Allegro vivace

Michael Tilson Thomas conduce la Sinfónica de San Francisco en Tokio, 2016. Al piano, la brillante artista Yuja Wang.

miércoles, 27 de diciembre de 2023

Tchaikovski, Concierto para Piano No 1 / Yuja Wang


Era la Navidad de 1874. Piotr Ilich Tchaikovski y su gran amigo y consejero Nikolai Rubinstein se dirigían a casa de un amigo común, donde habían sido invitados a esperar al Papá Noel ruso. Pero Nikolai había sugerido a Piotr que llevara su nueva partitura para que, camino a casa del amigo, pasaran al Conservatorio a examinar el Primer Concierto para Piano que Piotr Ilich acababa de terminar. Piotr accedió encantado pues deseaba escuchar la opinión de un virtuoso, conocer su parecer técnico sobre algunos pasajes muy arduos de la ejecución, que en ese momento los tenía y sigue teniendo.


Cuando terminó de tocar el movimiento inicial, Nikolai permaneció mudo, sin decir una palabra. Piotr no se amilanó y continuó con el resto.
–¿Y bien? –preguntó al final del concierto completo.
Nikolai no escatimó irreverencias. Dijo que el concierto no valía nada, que era inejecutable, que los temas eran poco felices, en suma, trató a Piotr como un principiante inexperto e incapaz. Así, al menos, lo entendió Piotr Ilich. Luego lo contaría en su diario en los siguientes términos:
"Yo no sólo estaba estupefacto, sino afligido por toda esa escena. Ya no soy un muchacho necio, que comienza a hacer sus primeras tentativas de composición; no tengo necesidad de enseñanzas de nadie, sobre todo si se me dan en ese tono áspero y hostil..."
Pero a Nikolai tampoco le salió barato. Piotr tenía pensado dedicarle el concierto a este virtuoso de su tiempo pero, habiéndose enfriado las relaciones a raíz del rudo incidente, finalmente lo dedicó al pianista y director Hans von Büllow, gran admirador del compositor ruso, quien lo estrenó con él como solista en Boston, EEUU, en 1875, y lo dirigió luego por todas partes con gran éxito. Sin embargo, las sugerencias de Nikolai no cayeron en saco roto pues quince años después, Tchaikovski reelaboró por completo la parte pianística, convirtiendo al concierto, desde entonces, en pieza predilecta de los virtuosos del piano, Nikolai Rubinstein incluido.

Movimientos:
I. Allegro non troppo e molto maestoso - Allegro con spirito
El movimiento, inusualmente largo (20 min), lo abre toda la orquesta, luego entra el tema principal llevado por las cuerdas acompañadas por los magníficos acordes del piano que han hecho célebre al concierto completo. El movimiento, una especie de duelo entre el piano y la orquesta, presenta considerables dificultades al solista.

II. Andantino semplice - Prestissimo (20:45)
Se inicia con un tema de gran delizadeza que expone primero la flauta siendo recogido luego por el piano. Una parte central –prestissimo– sirve de contraste por su liviandad y su ritmo de tres cuartos.

III. Allegro con fuoco (27:40)
Está construido sobre temas basados en danzas o ritmos populares rusos. El primer tema, rítmicamente, muestra un marcado carácter ruso. En la coda final vuelve a escucharse el primer tema, para conducir a un final fragoroso y de enorme vigor, algo efectista talvez, que exige del pianista la realización del célebre "pasaje de octavas" que solo algunos virtuosos logran abordar con éxito.

La versión es de la estupenda artista Yuja Wang, acompañada por la National Youth Orchestra de China, dirigida por el francés Ludovic Morlot, en el Carnegie Hall, 2017.

miércoles, 13 de diciembre de 2023

Chopin, Nocturno No 20, Opus póstumo

La pequeña joya que Chopin no quiso publicar

Como sabemos, los Opus Póstumos en música clásica son composiciones publicadas después de la muerte del compositor. Este fenómeno tiene sus raíces en el siglo XIX, cuando la práctica de numerar las obras musicales con la etiqueta "opus" se volvió común. Un buen número de compositores, digamos Mozart, Schubert, Brahms, dejaron piezas inacabadas o desconocidas al fallecer, y sus herederos o editores las publicaron después de su muerte. Pero algunos de ellos sencillamente no quisieron publicar piezas acabadas, enteramente, por no cumplir los elevados estándares que exigían a su propia obra.

Así, nos encontramos hoy con joyas musicales que permanecieron ocultas durante unos buenos años y que hoy escuchamos con maravillado deleite, y una pizca de estupor, porque no nos cabe en la cabeza la reticencia del autor a publicarla.

Es el caso de Chopin, quien con el Opus póstumo 66 (la celebérrima Fantasia Impromptu) inaugura su extensa obra nunca publicada en vida. En otro ordenamiento, están las obras póstumas sencillamente sin número de Opus, que por supuesto, también son póstumas pero al momento de publicarlas, nadie se tomó la molestia.
A esa categoría pertenece el Nocturno No 20 en Do# menor, publicada por primera vez en 1869, nada menos que 20 años después de la muerte de Chopin. La pieza también se conoce como Lento con gran espressione, por su marca de tempo.  

Władysław Szpilman
(1911 - 2000)
Szpilman y Hosenfeld
Es la pequeña joya que el pianista polaco y superviviente del Holocausto, Władysław Szpilman, tocó durante la última transmisión en vivo de la radio polaca el 23 de septiembre de 1939 cuando Varsovia era sitiada por el ejército alemán.
Avanzado ya el conflicto, Szpilman también interpretó esta pieza para el oficial del ejército alemán Wilm Hosenfeld en su primer encuentro (aunque en la escena de la película El Pianista, Szpilman, el personaje, interpreta una versión abreviada de la Balada No 1).  Hosenfeld ayudó luego a Szpilman a esconderse, proporcionándole comida en los últimos meses de la guerra. El oficial Hosenfeld murió en el campo de concentración soviético de Stalingrado, tras un largo deterioro de su salud, el 13 de agosto de 1952, a los 57 años.

La performance de Szpilman, en 1997
La versión que aquì se presenta (solo audio, lamentablemente) fue grabada en casa de Szpilman en Varsovia en 1997, tres años antes de su muerte, para un documental en que narraba su escalofriante historia. Imaginamos que durante la grabación, Szpilman habrá rememorado, y quizá revivido, los momentos en que tocaba para Hosenfeld y, de pasada, trataba de salvar su vida.
Lo que es difícil de imaginar es cómo tanta sencilla belleza pudo haber sido desestimada por el genio polaco que, a su vez, tampoco imaginó que aquella pequeña joya iba a ser parte de un impensado arte, la cinematografia, 160 años más tarde.