Atacada por la viruela cuando solo contaba 32 años la reina María II de Inglaterra abandonó este mundo poco después de la medianoche del 28 de diciembre de 1694 en sus aposentos del Palacio de Kensington, donde se encontraba postrada y aislada desde hacía unos meses. A fin de que todos los súbditos del reino le presentaran sus respetos, su cuerpo fue conservado hasta el 5 de marzo del año siguiente, cuando a los sones de la música de Henry Purcell el féretro fue trasladado hasta la Abadía de Westminster, donde María descansa hasta hoy, al igual que el autor de la música, quien fue a hacerle compañía tan solo ocho meses más tarde.
Henry Purcell (1659 - 1695) |
Había nacido precisamente en el barrio londinense de Westminster, en 1659, en el seno de una familia de músicos. A temprana edad entró a formar parte del coro de la Capilla Real y a los 23 años fue nombrado organista de la capilla.
En ese cargo se reveló como un compositor fecundo y muy solicitado. Sus deberes incluían, como es natural, la composición de música de cámara para el deleite de la corte y música ad hoc para las funciones de teatro. Además debía componer cada año una oda para el cumpleaños real y otra para el día de Santa Cecilia; uno que otro himno si se presentaba alguna coronación y una oda de bienvenida cuando el rey retornaba a Londres luego de un viaje de Estado.
Maria II de Inglaterra (1662 - 1694) |
Constituida de siete partes, la Marcha es su sección más reconocida, la que se hizo incluso popular luego de que el incorregible Stanley Kubrick echara mano otra vez a la música clásica y la incluyera como tema principal en la película La Naranja Mecánica, de 1971, para la cual usó una versión en sintetizador.
La versión original es para soprano, contralto, tenor y bajo, cuatro trompetas y órgano. Y sus partes son:
00:00 Marcha
02:13 "Man that is born"
06:01 Canzona
07:44 "In the midst of life, we are in death"
13:40 Canzona
14:33 "Thou knowest, Lord, the secrets of our hearts"
16:54 Marcha
Amigo visitante:
Si te gustó el artículo, mucho te agradecemos si lo compartes, o lo recomiendas en Google con un cómodo clic
Un cortejo a lo lejos traído por negros caballos, que en el golpe de sus cascos cimbran los crespones del arnés. Dentro del catafalco un cuerpo yace. El brillo de los barnices del ataúd reflejan los que al paso de la comitiva inclinan sus cabezas y con sentido respeto murmuran una oración. En la noche la ambición descansa.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Anónimo. Muy bonito. Lo que no me cuadra es lo de la ambición. Saludos.
ResponderEliminarNo hay ambición en la muerte, solo descanso para el fallecido y su ambición claro.
ResponderEliminarHola, JRMO: Gracias por tu comentario. Saludos.
ResponderEliminarPara Anónimo: Me encanta que una pieza de música origine en la mente imágenes como esa, que serán diferentes en cada persona pero creo que siempre delatan una sensibilidad acusada
ResponderEliminarHola, Antón: Gracias por tu comentario. Saludos.
ResponderEliminar