sábado, 5 de abril de 2014

Offenbach-Binder: Obertura de "Orfeo en los Infiernos" ("Can-Can")



De origen alemán, el prolífico autor de operetas Jacques Offenbach se ganó el sustento en París como violoncellista virtuoso antes de asumir en 1850, a los 31 años, la dirección de la orquesta del Théatre Français donde, muy a su pesar, jamás consiguió que se programara alguna de sus obras. Muy molesto con ello, cinco años después, decidió formar su propia compañía, con asiento en un pequeño teatro al que bautizó con el nombre de Théâtre des Bouffes-Parisiens.

Orfeo en los Infiernos
En su nuevo centro de operaciones, Offenbach estrenará obras escénicas musicales breves muy ingeniosas cuyos textos humorísticos y pegajosas melodías harán furor en el París de la época. Entusiasmado con el éxito y la acogida dispensada a su inventiva musical, amén del levantamiento de las curiosas restricciones que contemplaba su licencia (un solo acto y máximo tres artistas), en 1858 estrenará una obra mayor, la sátira mitológica Orphée aux enfers (Orfeo en los Infiernos), una deliciosa parodia donde hace mofa del mito de Orfeo, poeta y cantor, y de su mujer Eurídice, regodeándose de pasada con el Orfeo y Eurídice de Gluck.
La obra es, desde luego, también una sátira social, donde al novedoso personaje La Opinión Pública le cabe una participación destacada y que, más de un siglo después en versión de los años ochenta en Londres, dibujará un retrato satírico de la Primera Ministra británica Margaret Thatcher.

Jacques Offenbach (1819 - 1880)
Los dioses y el can-can
Pero no solo Orfeo es ridiculizado sino la producción completa de dioses griegos. Repleta de deliciosas incongruencias, la obra presenta a Júpiter, Venus, Juno, Cupido, Marte, Plutón, Diana, Mercurio, Minerva, Morfeo, y el infaltable Baco, en situaciones dispensadas de toda reverencia, cuyo clímax sobrevendrá al final del segundo acto, cuando los dioses deban bailar un irreverente can-can, danza de invención reciente y practicada con ardoroso entusiasmo en los salones de baile de las clases populares parisinas a mediados del siglo XIX.

La crítica
Sin embargo, la recepción al estreno del 21 de octubre de 1858 fue más bien mediocre, si bien logró impresionar a algunos críticos. Offenbach decidió entonces revisarla, dotándola de nueva orquestación y ampliando los dos actos originales hasta completar cuatro actos y doce escenas. La mordaz opinión de un crítico de la época –a quien el compositor respondió señalando que los textos que cantaba uno de los personajes de la obra estaban basados en sus opiniones– revirtió en un tremendo espaldarazo a la obra, que luego de la escaramuza gozó de 228 representaciones antes de ser suspendidas por corto tiempo, debido simplemente a que los intérpretes necesitaban un merecido descanso.

Carl Binder (1816 - 1860)
Nueva obertura
La obra regresó a los escenarios algunas semanas después, y en 1860 se representaba en Viena exitosamente y con obertura nueva. A la original, bastante breve, el compositor de operetas austríaco Carl Binder agregó una serie de episodios que culminan con el célebre can-can.
La nueva obertura se inicia con una punzante fanfarria, a la que sigue un solo de clarinete que introducirá una tierna canción de amor a cargo del oboe (1:44). Tras un breve pasaje dramático (3:26), el concertino anuncia los primeros compases de un sosegado vals (4:18) que luego adquiere cierto dramatismo. Por último, el ampliamente difundido can-can arranca con toda su disparatada alegría en 6:59.
La versión es de la Orquesta Juvenil Eslovena Gimnazija Kranj.


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