jueves, 20 de mayo de 2021

Liszt: "Gran galopa cromática"


El primer rapto de religiosidad que asaltó a Franz Liszt tuvo lugar en 1828, cuando apenas tenía 17 años. Se enamoró de una alumna y el asunto no resultó. Una severa depresión lo tuvo a punto de unirse a la Iglesia, abrumado por inquietudes religiosas y pesimismo surgidos a raíz del desencuentro amoroso. El segundo rapto le sobrevino ya mayor. Estaba solo, y solo debió llorar la muerte de dos de sus hijos. Esta vez si se unió a la Iglesia, tomando las órdenes sacerdotales menores en julio de 1865. Tenia 54 años.

Pero entre una cosa y la otra, el virtuoso del piano más aplaudido y célebre del siglo XIX disfrutó de su vida de artista como ningún otro, en el mismo periodo. Sabemos que Franz Liszt fue el inventor del recital de piano, y nadie puede negar que le sacó partido como ningún otro, también. Las damas de la época no se perdían por nada sus presentaciones, le esperaban agolpadas a la entrada del recinto y, ya adentro, montaban un escándalo de proporciones por hacerse con el pañuelo que el artista arrojaba hacia el público, casi al término de su acto de magia sonora.

Sí. Porque a esa altura ya se había lucido bastante. Imaginamos con candor un repertorio de dos o tres Estudios Trascendentales, un par de Rapsodias Húngaras, quizá la transcripción de una sinfonía de Beethoven, alguna "reminiscencia" sobre piezas favoritas de la época, un vals Mefisto, en fin. Al final, a instancias de Franz, el público enardecido proponía a gritos titulos de arias populares para que el artista improvisara sobre ellas. Pero todavía quedaba algo, la pieza fuera de programa que dejaba a la audiencia atónita, hipnotizada.

Gran galopa cromática en Mi bemol mayor
Compuesta en 1838, cuando Liszt tenía 27 años, fue uno de los encores favoritos del maestro, a la par de su célebre Rondó Fantastique. Es una "pieza de bravura" destinada a enloquecer definitivamente a la audiencia, en forma de galopa, danza popular en los salones parisinos del siglo XIX, posiblemente de origen húngaro. Primero fue publicada como pieza para piano solo, pero al poco tiempo apareció la versión para dos pianos así como una versión simplificada para piano solo que, suponemos, haría las delicias de la naciente clase media, para quienes no contar con un piano en el salón era impensado.

La idea de Liszt de utilizar el cromatismo para llevar a su clímax el efecto virtuoso es muy sabia y muestra cómo gran parte de la inspiración del compositor en este período estuvo impulsada por el instinto y los deseos de experimentación pianística. Marcada presto en compás de dos por cuatro, está conformada por cuatro temas principales y una larga coda, con duración de poco más de tres minutos.

La versión es de la pianista ucraniana Valentina Lisitsa.

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