El Teatro La Fenice, en Venecia, fue el escenario que acogió el estreno de la ópera en tres actos La Traviata, de Giuseppe Verdi, el 6 de marzo de 1853. El estreno resultó un completo fracaso, debido principalmente a que la cantante que encarnó a Violeta, la tísica protagonista, estaba bastante excedida de peso, lo que provocó las burlas del público. En el último acto, hubo hasta carcajadas, pues luego que el doctor anuncia que a Violeta le quedan pocas horas de vida, ésta, rozagante, siguió cantando como si nada.
Antes del estreno, y enterado de que la diva, además, contaba con 38 años, Giuseppe –por esos años toda una celebridad en Italia– había comisionado a su libretista, Francesco Piave, para que notificara al director del Teatro que el papel de Violeta exigía imperiosamente "una cantante de elegante figura y que cante apasionadamente". La gestión, por desgracia, resultó infructuosa. De ahí al fracaso había un solo paso. Afortunadamente, al año siguiente, con otra diva en el papel protagónico, la ópera recibió el espaldarazo que merecía, de público y crítica.
Addio del passato
El aria Addio del passato pertenece, precisamente, al tercer acto. Violeta está sola en su habitación, junto a su lecho de enferma y lee una carta que le ha hecho llegar el padre de su amado Alfredo, anunciándole la visita de este último, desenmarañados ya los entuertos de la obra. Pero, como Violeta exclama... "e' tardi". El aria finaliza con una plegaria que a Dios pide piedad, dramático momento en que Violeta se refiere a sí misma como "la traviata", la descarriada, expresión que terminó por darle título a la ópera.
La versión es de la Opera de Los Angeles, año 2006, con Renée Fleming en el papel de Violeta. El aria propiamente tal comienza en el minuto 1:40; antes, Violeta lee la carta mientras la orquesta cita el dueto de Violeta y Alfredo del primer acto, Croce e delizia. Hemos escogido la versión de la bella Renée pues es la única de las sopranos en ejercicio que ataca la última nota del aria con un hilo de voz, que en opinión de este humilde narrador, es lo correcto.
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Perdonando tu admiración incondicional, Renée Fleming no me parece una buena soprano. Está siempre algo baja en el tono y además no respira donde debiera, llegando apenas al final de la frase. Tiene una voz cansada (no por el papel) y carente de belleza y potencia. Lástima pero te lo dice quien estudió gloriosamente con Zanelli en el Municipal mientras Mary Anne Fones me echaba del Conservatorio por "gritona". Florencio era hermano del gran Renato y murió rogándome que volviera a tomar clases gratuitas hasta el día de su muerte. Pero mi falta de paciencia, incredulidad, rencor y las críticas asolapadas de algunos familiares no tan cercanos, pudieron más. Florencio Zanelli admiraba sobremanera a Montserrat Cavallier, gorda y potente. A ver si consigues algo de ella. Sorry.
ResponderEliminarMi canción, Daguito querido... ¡¡qué hermosura!! La próxima vez que te la cante trataré de atacar la última nota del aria con un hilo de voz: difícil tarea, pero no imposible... jejeje. Esta vez, mi querido, coincido con anónimo: prefiero a la Caballé en la interpretación cantada del aria (porque hay que considerar también la teatralidad) y, bueno, ante todo y a pesar de todo, a mi amada Callas.. Besitos y mil gracias por retomar esta belleza.
ResponderEliminarPuede que la Fleming no sea la última chupá del mate en este papel, pero nadie es perfecto, incluso yo. Gracias por el comentario. Y no olvides el hilo de voz: es muestra de inteligencia musical. Besis.
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