miércoles, 23 de marzo de 2016

Mozart: Fantasía en Re menor



En 1782 Mozart llevaba recién un año instalado en Viena y a sus veintiséis años se había consolidado allí como destacado intérprete del piano, a la vez que compositor de ópera de cierto renombre: en diciembre del año anterior había participado en una "competición" con su colega Muzio Clementi que José II, promotor del candoroso duelo, declaró "empate", y antes de julio del 82 había concluido la ópera El Rapto en el Serrallo, inaugurando con ella el género conocido como singspiel, la ópera alemana cantada en alemán, y que le valió todos los aplausos. Ese mismo año se casó, en agosto, con Constanze Weber. Muy especulativamente, también en 1782 habría compuesto la deliciosa obra para piano con que todo pianista ha debido lidiar en sus primeros años de formación.

Fantasia en re menor K. 397
El manuscrito original de la obra se ha perdido, y como por esos años Mozart todavía no daba comienzo al provechoso registro de sus propias obras (que iniciará en 1784), a los estudiosos no les ha quedado más que especular con la fecha de composición. Algunos datan la pequeña obra alrededor de 1782, otros se muestran más precisos y la fechan entre agosto y septiembre de ese año.
Pero tal vez lo más curioso es que la obra tal como la conocemos hoy no pertenece enteramente a Mozart, lo que abre la puerta a otras especulaciones.

Una pequeña obra inconclusa
Una de las teorías prevalecientes sostiene que la obra pudo haber estado destinada a ser parte de otra sonata, en re mayor, probablemente la sonata K. 311 (de 1777-78) y que fue abandonada luego que Mozart encontrara otra solución, y que por lo tanto sería muy anterior. Lo cierto es que Mozart dejó la obra sin terminar, aunque hoy la podemos escuchar "completa" gracias a la colaboración de un compositor que la "terminó" agregando los diez compases finales, labor realizada, probablemente, por un tal August E. Müller.

Siete minutos
Como lo indica su título, la pequeña pieza para piano de poco más de siete minutos de duración exhibe un aire de improvisación que dificulta su caracterización en ninguna otra forma tradicional reconocible que no sea... la fantasia.
El final, aportado por Müller, no ha sido del agrado de algunos musicólogos que lo han tildado de "poco mozartiano". A mí, me parece impecable. Su preciada colaboración se inicia aproximadamente en el minuto 6:02.

La versión es del pianista ruso Emil Gilels.


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