domingo, 26 de noviembre de 2017

Castrati - Haendel - "Lascia ch'io pianga"


Los célebres castrati comenzaron su curiosa historia incorporándose a los coros de las iglesias debido a que a las mujeres ya no se les permitía cantar allí. San Agustín las había prohibido. Más tarde, en el siglo XVIII, se convirtieron en destacados cantantes de ópera que sorprendieron con su talento a media Europa. La mayor parte de ellos habían sido "transferidos" a las escuelas de canto por sus padres menesterosos, con la esperanza de que desarrollaran una voz excelsa que los hiciera ricos y famosos. Los niños eran castrados y luego enviados a estas escuelas, donde recibían educación musical y vocal. Unos pocos entraron a la historia como los más grandes cantantes de todos los tiempos, el célebre Farinelli entre ellos.


Es que los castrati tenían voz de mujer pero pulmones de hombre, capaces de verdaderas hazañas vocales que hasta hoy han sido imitadas pero no superadas. Es cosa de ver las partes vocales que Haendel, Gluck o Rossini escribieron para ellos, colmadas de dificultades técnicas de todo tipo que hacen pensar que los compositores escribían para una clase especial de cantantes que, en realidad, eran máquinas de voz o mecanismos vocales más eficientes que todo lo que se haya visto desde entonces.

Súper estrellas
Por eso, no es de extrañar que los castrati fueran las primeras superstars de la música. Ricos, vanidosos y atractivos, tomaron Europa por asalto, compartiendo con los nobles en igualdad de términos. Con las damas nobles, especialmente, chicas de alcurnia en busca de experiencias exóticas y estimulantes, que podían convertirse en amantes sin desvelos por embarazos no deseados.
Sus asuntos amorosos fueron el comidillo de Europa. Algunos tomaron la opción gay. Pero la gran mayoría, italianos todos ellos, fueron reconocidos "roba corazones" y a sus pies fue cayendo una amante tras otra:

Caffarelli, famoso, casi muere a manos de un marido celoso. El no menos célebre Senesino se fugó con una chica de buena familia pero terminó preso. Luigi Marchesi se vio envuelto en un gran escándalo en Londres cuando una dama abandonó marido e hijos para irse a vivir con él. Pacchierotti tuvo un espinoso affaire en Nápoles que llevó al amante de la dama (ex amante) a hacer planes para asesinarlo. Velluti, por su parte, se dedicó a perseguir damiselas por toda Europa hasta terminar en Rusia viviendo con una Gran Duquesa.

Hubo un último castrato, Alessando Moreschi, que formó parte del Coro del Vaticano en la segunda mitad del s. XIX. Murió en 1922. Unos años antes, en 1906, Pio X los había eliminado mediante bula pontificia expedida motu proprio.

Lascia ch'io pianga
A todos ellos los saludamos desde esta modesta tribuna con el contratenor francés Philippe Jarousky interpretando el "caballito de batalla" de los contratenores modernos, el aria Lascia ch'io pianga ("Deja que llore") del Acto II de la ópera Rinaldo, de Haendel, estrenada en Londres en 1771.

[Datos históricos tomados de un artículo del New York Times, de 1984]


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3 comentarios :

  1. Muy informativo tu artículo. Lo leí atentamente y de inmediato me fuí a Youtube a oír al rey de los contratenores: el gran Alfred Deller, pionero en el regreso de este registro. Afortunadamente hoy los cantantes ya no tienen que padecer la incómoda intervención quirúrgica. Un saludo.

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    1. Creo que confundías las cosas al decir que ya no tienen que padecer la incómoda intervención... Son dos cosas diferentes, el registro del castrati solo se alcanza con la castración, aunque puede ser química.

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  2. Hola, Daniel: Por aquí otra vez. Qué bueno. Gracias por tu comentario y por Deller, a quien no conocía. Ah, y Feliz Año!

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