En 1817, un sacerdote amigo de la familia hizo publicar la primera polonesa escrita por Chopin. El compositor, de pantalones cortos, tenía siete años. Dedicada a una joven condesa, la pieza se ganó un elogioso comentario en la Revista de Varsovia:
"El compositor de esta danza polonesa tiene apenas ocho años... No solo ejecuta al piano los fragmentos más difíciles sino que ya ha compuesto varias danzas y variaciones que llenan de asombro a conocedores y críticos...".Poco después, toda Varsovia hablará de él, apodándole "un segundo Mozart", como era de esperarse.
El gran duque Constantino, encargado de dominar a la indomable Polonia, lo invitó a palacio, el Belvedere, en más de una oportunidad. Atraídos por la moda, condesas, príncipes, virreyes, altos dignatarios, harán turno para escuchar al pequeño músico. Similar privilegio tuvieron artistas extranjeros de gira por Polonia. En 1820, una célebre primadonna italiana, Angelica Catalani, le hizo entrega de un reloj de oro luego de escuchar, maravillada, al "mejor pianista de Varsovia", por entonces de diez años.
Zywny, el maestro del niño
Por extraño que parezca, por esas fechas Chopin estaba a punto de "graduarse". En 1822, su maestro, el anciano violinista y clavicordista Wojciech Zywny estimó, un poco en broma y algo en serio, que "ya no tenía nada que enseñarle". Frédérick, créanme, estuvo de acuerdo. Las lecciones, pródigas en música de Bach y Mozart, acabaron ese año. Chopin no volverá a tener otro profesor de piano. Como si lo hubiese sabido, el año anterior Frédéric había homenajeado a su único maestro ofrendándole una polonesa escrita ese año, cuando tenía once.
Polonesa en La bemol mayor
Seis minutos sencillos pero encantadores. Si la hubiese escrito un adulto, quizá asombraría por dejar a la vista una cierta inexperiencia. Tratándose de un niño de once años, destaca por lo opuesto: la simpleza de su escritura queda compensada por un cabal sentido de las proporciones que Chopin mantendrá toda la vida. Según los estudiosos, el ojo experimentado debiera advertir en esta gentil polonesa el germen de un talento superior.
La versión es del niño francés de once años, Elian Ramamonjisoa, alumno del Conservatorio de Marsella.
Amigo visitante:



Desde pequeño Chopin llenaba su música con un aire (y aunque suene ridículo decirlo) "chopinezco", pues es de esos compositores que uno sabe que una obra es suya sólo por el sonido. Manifiesta también, creo yo, una forma de pensar sobre el piano que con la edad irá madurando cada vez más. Un verdadero genio. Saludos.
ResponderEliminarEs que hay creadores que tienen una personalidad tan poderosa que apenas escuchamos, vemos o leemos una de sus obras sabemos que se trata de ellos.
EliminarHola, Anónimo: Muy cierto. El maestro es identificable poniendo atención a la masa sonora. Un genio, como dices, y como dirá su próximo maestro (no de piano) por ahí por los trece años. Gracias por tu comentario. Saludos.
ResponderEliminarHay creadores con personalidades tan distintivas que cuando estamos ante una de sus obras ya sabemos de quien se trata.
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