Al parecer, niños prodigio hay en todas partes. Quienes en 1909 asistían al cine Testar en La Habana podían observar que quien musicalizaba las películas mudas de la época era un niño de 14 años. El niño, a quien le faltaban solo cuatro años para obtener su diploma de intérprete en piano en el Conservatorio Nacional de La Habana, medalla de oro incluida, se llamaba Ernesto Lecuona.
Hijo de un periodista canario y madre cubana, para aliviar la carga económica de la familia, luego de que el padre muriera muy joven, el futuro compositor se vio obligado a trabajar en el cine a muy temprana edad. Ya en 1907, a los 12 años, participaba con un grupo musical en los intermedios, entre una película y otra, como era la costumbre.
Ernesto Lecuona (1895 - 1963) |
Pero Lecuona se apartará poco a poco de este universo y terminará rindiendo culto a la música afrocubana que, en estado de marginación en la sociedad cubana de inicios del siglo veinte, logró finalmente acceder a las salas de concierto gracias en buena parte al esfuerzo sostenido del maestro Lecuona.
La Comparsa es una de sus composiciones más populares y de indiscutible vigencia. Su primera interpretación pública se dio en 1912, por lo que podemos inferir que fue compuesta antes de los 17 años. Aunque originalmente una canción, se han hecho innumerables versiones de ella, partiendo por la propia versión de Lecuona para piano solo.
En esta oportunidad, la escuchamos en una entrega muy sabrosa, a la vez que libre, para piano y orquesta. Al piano, el maestro cubano Frank Fernández acompañado de la Orquesta Sinfónica Juvenil, en Caracas, Venezuela.
Ernesto Lecuona falleció en Santa Cruz de Tenerife en 1963.
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