Gioachino Rossini no solo sentó las bases del bel canto que dominará el panorama de la ópera italiana de principios del siglo XIX, sino fue también quien inauguró la sorprendente conducta adoptada por los músicos de su tiempo de hacerse con una amante mayor que él (serán sus fieles seguidores Franz Liszt, que enamoró a Marie d'Agoult, seis años mayor; y luego Chopin y la Sand, quien le llevaba siete años a su Chopinski). Efectivamente, en 1815, cuando Chopin solo tenía cinco años, y Liszt recién se empinaba sobre los cuatro, el adelantado Gioachino, a sus veintitrés años, encontrará el amor en la cantante nacida en Madrid y de origen alemán, Isabella Colbran, siete años mayor.
Isabella, soprano y mezzo
Soprano y mezzo de categoría, al momento de conocer a Gioachino –a quien sus óperas bufas han llevado a la fama tan solo cuatro años después de iniciada su carrera–, la Colbran es una cantante cuya tesitura y registro están en las antípodas de las características florituras que, en esa etapa, presenta la música de Gioachino. Por ello, pasión mediante, instará al joven compositor a trabajar en óperas más serias, a fin de representar heroínas donde su voz pudiera desplegar todo su tonelaje.
Isabella Colbran (1785 - 1845) |
El declive
Pero como los años no pasan en vano, para 1822 la voz de la Colbran había comenzado a declinar, lo que obligó a Rossini a ir adaptando las arias a su voz desfalleciente, hasta que hubo una última ópera escrita para ella: el drama en dos actos, Semiramide. Un año antes de su estreno se habían casado, pero el compromiso no será para toda la vida pues sus relaciones serán siempre enmarañadas y espinosas. La separación llegará en 1837, cuando Isabella ya lleve muchos años sin cantar y Rossini cumpla ocho sin componer absolutamente nada.
Semiramide
La ópera en dos actos Semiramide tomó su guión de la tragedia de Voltaire, "Semiramis", basada a su vez en la leyenda de Semiramis, reina de Babilonia. Estrenada en el teatro La Fenice, Venecia, en febrero de 1823, en la actualidad se presenta muy raramente, pero le sobrevive su Obertura, una de las más bellas escritas por Rossini, y la más extensa de todas.
La versión es del destacado director venezolano Gustavo Dudamel conduciendo la Orquesta Filarmónica de Los Angeles, de la cual es titular desde el año 2009, y con la que ganó un Grammy Award en 2012 por la mejor interpretación orquestal, ejecutando la Sinfonía N° 4 de Johannes Brahms.
El familiar y sobrecogedor crescendo rossiniano ensaya un primer tema en el minuto 4:10. Un segundo motivo se inicia en 6:00, que será retomado en 10:30 para conducir al clímax y luego a un final atronador.
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Amigo
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Tan idéntico a si mismo que es Rossini, pero me encanta, espero a Maometto II, es tan energizante como Semiramide. (excelente versión esta).
ResponderEliminarAsí es. Lo de idéntico y lo de energizante. Correctísimos conceptos. Un gusto tenerte por aquí, María Cecilia. Gracias por tu comentario. Y ya viene... Maometto II.
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