Para el público italiano de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, la ópera −y sobre todo la ópera bufa− constituía una verdadera pasión, amén de transversal pues alcanzaba a todas las capas sociales. Se trataba de una audiencia aplicada que exigía nuevos espectáculos cada temporada, por lo que compositores y libretistas debían trabajar intensamente para terminar en tiempo récord la obra siguiente, por la cual, generalmente, recibían una modesta paga. A causa de ello, era habitual que los compositores echaran mano de oberturas −o arias completas− de trabajos anteriores y, con alguna modificación o sin ella, las traspasaran a la nueva producción.
Gioachino Rossini (1792-1868) |
Y como la tradición indicaba que el autor de la obra debía dirigir el estreno, aquel 20 de febrero de 1816 el aria fallida sorprendió a Rossini en primera línea, uniéndose al fracaso que, dicho sea de paso, afectó a la obra completa. Pero Gioachino tenía la solución a mano. Para la función siguiente tomó prestada la melodía del coro inicial de su ópera Aureliano in Palmira, de 1813, que a su vez provenía de Ciro en Babilonia, de 1812, y con ese material escribió una de las más bellas arias para tenor del período belcantista, la cavatina (aria breve sin repetición) Ecco, ridente in cielo, que canta el conde de Almaviva al comienzo del primer acto, bajo el balcón de Rosina.
El aria tiene dos partes, una lírica y expresiva, y otra de mayor vivacidad (minuto 3:04) que conlleva un grado más alto de dificultades técnicas, las que el tenor español Alfredo Kraus aborda aquí con gran soltura para rematar con un final espectacular.
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Amigo
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Precisamente, ayer lunes escribí sobre "El barbero de Sevilla": http://enclavedesil.blogspot.com.es/2013/04/el-barbero-de-sevilla-obertura-largo-al.html
ResponderEliminarCada día nos acercamos más, Sil, aunque recién veo tu comentario. Gracias.
EliminarMaravillosa, Dagui...
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