miércoles, 5 de diciembre de 2018

Mozart: Sinfonía No 35, "Haffner"


Los Mozart conocían a la familia Haffner desde hacía muchos años, desde que Sigmund Haffner, alcalde de Sazburgo, había apoyado las primeras giras por Europa de los niños prodigios Wolfgang y Nannerl. Años más tarde, en 1776, Wolfgang, de veinte años, agradeció el gesto profético escribiendo una serenata para el matrimonio de una hija de Sigmund. Calurosamente recibida, la pieza se hizo célebre como la Serenata Haffner. Y ahí habría acabado todo si no fuera porque en 1782 Sigmund hijo, amigo de Mozart, accedió a un título nobiliario. A Leopold Mozart no se le ocurrió nada mejor que solicitar a su hijo, en Viena por ese entonces y a punto de casarse, la composición de una sinfonía destinada a celebrar el ennoblecimiento de Sigmund Haffner, hijo.


A mediados de 1782, Mozart disfrutaba del éxito de su última ópera, El Rapto en el Serrallo, y se afanaba en escribir prontamente, "antes que lo haga otro y se lleve mis beneficios", un arreglo para banda de vientos. También escribía otra serenata (en Do menor para vientos) y preparaba su matrimonio. Estaba ocupadísimo. Pero cumplió con todo. O casi todo. Entre el 20 de julio y el 6 de agosto, el maestro terminó el arreglo, la serenata para vientos, se casó con Constanza y envió a su padre el primer movimiento de una Sinfonía, movimiento que, al parecer, llegó justo a tiempo de la celebración. Los movimientos restantes fueron llegando, de a uno, en cada correo.

Música para la Cuaresma
Seis meses después, Mozart organizaba un concierto con su música para los días de Cuaresma de 1783. Ya que la sinfonía destinada a Haffner se conocía, probablemente, solo en Salzburgo, le pidió a su padre que le enviara de vuelta los manuscritos. Cuando los tuvo en sus manos, le escribió: "La nueva Sinfonía Haffner me ha sorprendido gratamente, porque había olvidado casi todas las notas". Pero el maestro decidió rediseñar la pieza, que para entonces tenía seis movimientos.

Desechó uno de los dos minuetos y la marcha conclusiva, luego agregó un par de flautas y un par de clarinetes al primer y cuarto movimientos, y ofreció a los vieneses una pieza nueva, el 23 de marzo de 1783, en el Burgtheater de Viena.

El estreno
Bajo la dirección del autor, resultó todo un éxito. Y así lo relató Wolfgang a su padre:
"El teatro no pudo haber estado más repleto y... cada asiento estuvo ocupado. Pero lo que más me complació de todo fue que Su Majestad el Emperador estuvo presente y, ¡cielos! - ¡Qué encantado estaba y cómo me aplaudió! Tiene por costumbre enviar el dinero al teatro antes de llegar. Si no, yo habría estado contando una cantidad mayor. Pero su regocijo rebasó todos los límites. Envió 25 ducados."
Una revista de Hamburgo reseñó el concierto, señalando que el emperador, contra su costumbre, "había atendido todo el concierto, igual que la audiencia entera." ... Las costumbres de aquellos años.

El programa
Como era también la usanza, el programa de la velada nos resulta hoy algo curioso, por decir lo menos. Comenzó con los tres primeros movimientos de la sinfonía. Le siguieron arias, "escenas" de óperas, un par de movimientos de serenatas recientes, un concierto para piano (K 175), variaciones sobre arias; Aloysia Weber (ahora Lange), ex amor de Wolfgang, cantó uno de sus rondós, y luego, Wolfgang improvisó una fuga, "porque el emperador estaba presente". Al final, se escuchó el cuarto movimiento de la Sinfonía Haffner. Por fin.

A continuación, los cuatro movimientos, uno tras otro, en poco menos de 20 minutos.

Sinfonía No 35 en Re mayor, K 385, "Haffner" -  Movimientos
00:00  Allegro con spirito - Debe tocarse fogosamente, señaló Wolfgang.
05:38  Andante - Un respiro, luego del brioso allegro, suaves y hermosas melodías.
10:08  Menuetto - Brillante cambio de atmósfera.
13:10  Presto - Tan fogoso como el primero, debe tocarse lo más rápido posible, señaló el autor.

Orquesta de la Academia de Santa Cecilia, de Roma, con la conducción del director y pianista británico Sir Antonio Pappano.


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