lunes, 25 de marzo de 2019

Ravel: Miroirs - "Alborada del gracioso"


Grande fue la sorpresa de Manuel de Falla cuando en el verano de 1907 Maurice Ravel le contó en París que el único vínculo que tenía con España era haber nacido cerca de la frontera. En la ocasión, Ravel y su íntimo amigo el pianista catalán Ricardo Viñes habían tocado para él una versión a cuatro manos de su último trabajo, la célebre Rapsodia Española.
De Falla quedó muy asombrado por el carácter español de la pieza y entonces hizo la pregunta, cuya respuesta le asombró más todavía. En efecto, Ravel nació en los Bajos Pirineos, en Cibure, una pequeña comuna francesa que por poco no quedó en España. Su madre, una mujer de exquisita conversación, era de origen vasco y había pasado su juventud en Madrid. Todo obedecía a la herencia materna.


Pero la Rapsodia no era el primer coqueteo de Ravel con los aires españoles. Y tampoco sería el último. Hacía dos años había terminado Miroirs, una suite para piano de cinco movimientos, cuya cuarta sección tituló, en español, Alborada del gracioso. Las cinco piezas están dedicadas a otros tantos amigos, todos miembros de un grupo de artistas, músicos y poetas que se reunían bajo la denominación de Societé des Apaches, término acuñado por el pianista Viñes para significar una cofradía de artistas marginados o proscritos o sencillamente parias.

Maurice Ravel (1875-1937)
Viñes fue también quien estrenó Miroirs en 1906, en la sala Érard, de París. Posteriormente, a pedido de Sergei Diaghilev, creador de los ballets rusos, Ravel orquestó La Alborada... con gran éxito; y es así, en su versión sinfónica, como se ha hecho más conocida, pero de vez en cuando, un atrevido pianista se enfrenta, con arrojo, a la Alborada, en un encore.

Alborada del gracioso
La breve obra, desde luego, está escrita en la vena popular española, y su título muy español merece unas palabras. Por alborada entendemos un canto a la hora del alba; y el gracioso es el personaje ingenioso y socarrón del teatro de comedia español del Siglo de Oro que guiña el ojo al espectador en busca de su complicidad.

En sus siete minutos de extensión, exige un considerable virtuosismo. Está dedicada al crítico musical M.D. Calvocoressi, quien escribió de ella con gran admiración, señalándola como "un gran scherzo independiente a la manera de Chopin o Balakirev... el humor y la vivaz fantasía de La Alborada merecen el más grande de los elogios."

La versión es del pianista ucraniano Vitaly Pisarenko, ganador del Concurso Internacional Franz Liszt, en 2008.


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2 comentarios :

  1. Me ha encantado la versión de Pisarenko, la pieza está en el repertorio de los grandes virtuosos, y desde Glinka los rusos siempre han tenido una gran capacidad de interpretación y versionado de la música de inspiración folklórica española (citaría, sobre todo, a Rimsky y a Khachaturian).
    Por cierto, otro compositor para piano, contemporáneo de Ravel y que mantuvo grandes vínculos con España (en este caso, con Cataluña) fue Déodat de Séverac, amigo de Picasso. Compuso dos suites con esa temática: Cerdanya y Les lauriers roses, esta última con el subtítulo de "Tarde de carnaval en la costa catalana".

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    1. Hola, sacerdote: Muchas gracias por tu informado comentario. Te agradezco también la información sobre Déodat, sobre el que habrá que decir algo, aquí, en algún momento. Gracias, y saludos.

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