El 22 de diciembre de 1808, en el recién inaugurado Theater an der Wien, de Viena, tuvo lugar un concierto monumental. A beneficio propio, Beethoven organizó una velada con obras de su autoría en las que intervendría como pianista y director. Las obras a presentar requerían la participación de una orquesta completa, coros, solistas y piano. El programa contempló ni más ni menos que los estrenos simultáneos de las Sinfonías Quinta y Sexta y del Concierto para piano No 4. Además, fueron interpretados trozos de la Misa en Do menor, y como de costumbre, se cantaron un par de arias.
Para concluir la velada de este concierto memorable de cuatro horas de duración "en un teatro frío y desapacible", Beethoven apostó por un final brillante que debía fundir en la misma obra todos los componentes musicales de la velada: orquesta, coros y piano. El género escogido fue la fantasia.
Cierto es que el concierto tuvo lugar en condiciones desastrosas, debido al frío reinante, a la duración del concierto, y a que la orquesta tuvo un desempeño calamitoso, pues sus integrantes habían sido reunidos apresuradamente y solo tenían un ensayo. Para mayor desgracia, el maestro de Bonn se había decidido por su "gran finale" hacía solo quince días. La Fantasia para piano, coros y orquesta, llamada también Fantasia Coral fue compuesta en la segunda mitad de diciembre, un tiempo inusualmente corto para los estándares del maestro. De modo que un posible error en la ejecución era más que probable. Y así lo cuenta J.F. Reichard, en sus Cartas escogidas, escritas en un viaje a Viena.
"Por último, una larga Fantasia, con intervención del piano, la orquesta y, finalmente, también el coro. Esta extraña e interesante idea tuvo una manifestación desoladora en la ejecución, ya que la orquesta cayó en tal estado de completo desconcierto que Beethoven, poseído por el fuego del artista, olvidó a su audiencia y a los que le rodeaban y se levantó del piano gritando: «¡Alto, paren y empiecen otra vez desde el comienzo!» Podéis imaginaros cómo sufrimos por él todos los presentes. En ese momento yo incluso deseé haber tenido el coraje necesario para abandonar el teatro mucho antes...".¿Qué había sucedido? El maestro había acordado con el concertino que un determinado trozo iba a ser tocado sin las repeticiones. Pero en el momento, Beethoven se olvidó de su propia sugerencia y repitió las partes mientras la orquesta iba por otro lado. Se cuenta también que fue el concertino quien detuvo la ejecución y quien habría preguntado a Beethoven: ¿con repeticiones esta vez? a lo que el maestro contestó afirmativamente.
Fantasia para piano, coros y orquesta, opus 80
La obra, dedicada al rey Maximiliano José de Baviera, está concebida en dos partes de longitud desigual: Un Adagio (iniciada por una cadenza improvisada del piano solo de 26 compases) y un Finale formado por varias secciones de diferente tempo: allegro, meno allegro, allegro molto, adagio ma non tropo, marcia, allegro, allegretto, presto.
El tema desarrollado –la fraternidad universal por el encuentro de las artes– se parece bastante a aquel de la Oda a la Alegría de Schiller, que tomó su forma definitiva en el final de la Novena Sinfonía. Los textos (del poeta Christoph Kuffner) también se asemejan, así como el tratamiento coral.
Beethoven estaba consciente del parentesco de ambas obras. En una carta de 1824, cuando escribía la Novena Sinfonía, describió su proyecto como "un arreglo de las palabras de la inmortal Oda a la alegría, de Schiller, de la misma manera que mi fantasia con piano y coros, pero a una escala mucho mayor".
La obra dura poco más de veinte minutos.
La versión es de la Singapore Symphony Orchestra, dirigida por Andrew Litton.
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Sea la versión que sea, esto es MUSICA y lo demás son ruidos. La variedad y la riqueza musical que encierra esta obra debiera ser de obligada audición y análisis por todas las generaciones posteriores a este Genio.
ResponderEliminarHola: Muchas gracias por tu comentario. Inauguraste brillantemente los comentarios en esta entrada. Gracias. Saludos.
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